La valentía supremacista de llamarnos “ratas de laboratorio”

Laboratorio

Francia nos deja claro muchas cosas con sus actuaciones. Pero hoy más que nunca nos ha dejado claro como nos ve, a nosotros, los africanos. El país de la igualdad, la libertad y la fraternidad. Deberíamos empezar a pensar que esos principios son aplicables solo a quienes comparten un color de piel o un origen de sus ancestros. 

Ya sabíamos que había racismo en Francia, sabíamos que siempre íbamos a ser tercera, cuarta, sexta o decimoquinta generación, que no hay integración social, educación social o x que valga cuando ciega la supremacía racial a todo el orden social. No son todos los franceses, es cierto, pero es la estructura y dinámica en la que se construye el país, y negarlo no va a mejorar la situación.

No hay que ser un genio para entender el racismo en Francia. Basta con ver el supremacismo de las estructuras urbanas, las citées olvidadas y plagadas de miseria. Las barriadas obreras para inmigrantes renegadas a que todos los que nazcan en ellas sean proyectos fallidos. El racismo institucional no es una novedad, como tampoco lo es la crítica fácil a la radicalización que se hace de sus suburbios. Es más fácil llamar terrorista a un adolescente que darle la igualdad de oportunidades y más si es negro, moro, o africano, en resumidas cuentas.

Los africanos en Francia siempre fuimos humanos de segunda categoría, “des pieds noires”, “des salles arabes”, y hoy nos han escupido a la cara y nos han llamado ratas de laboratorio. 

Ratas

Sin embargo, se ha dicho en voz alta lo que hace 50 años también sabíamos, que Francia no solo es la lacra de África, sino que África es el basurero, el laboratorio de experimentación, el mundo falto de derechos al que es fácil explotar y que, en resumidas cuentas, los africanos, no somos personas, somos elementos de uso. 

Primero como esclavos y en ocupaciones de segunda categoría en la época colonial, luego obligados a aceptar que exploten nuestros recursos aun siendo países independientes por la intrínseca necesidad de sobrevivir, y ahora aún en calidad de personas de segunda categoría trabajando en sus empresas en nuestros propios países pseudo-libres, sometidos a su deslocalización para pagar sueldos más bajos que en el suyo. Los hay quienes encima dan las gracias por diplomacia o hipocresía a que continúe el intrusismo en pos de una evolución inventada, ya que solo enriquece a los de arriba y perpetúa el hambre de los de abajo.

Siempre hemos sido su laboratorio, solo que nadie tenía la valentía nazi de decirlo en voz alta. Siempre nos han explotado, utilizado, sometido y pisado por ser quienes somos, y por ser ellos quienes son. Siempre ha importado la economía y la clase social para los franceses que se nos acercaban, nos mirasen bien o mal. Siempre han decidido por nosotros si merecíamos esa igualdad, libertad y fraternidad. 

A ellos les debemos buena parte de los despojos de nuestros países, buena parte de la radicalización post-colonialista para reislamizar nuestros países, a ellos les debemos la realidad de que nos mutilaron la dignidad porque nuestra identidad nunca fue de su gusto.

Nos han reconocido la verdad, esa que se ve en los peores momentos y que queda demostrada cuando la desesperación e histeria lo ocupan todo y, ahora, en plena pandemia, nos han dicho que se repetirá el patrón, que nosotros, humanos de segunda categoría, servimos para que se consiga una vacuna, para ellos, los humanos de primera categoría. Que como no tenemos los suficientes medios médicos para combatir un virus, es mejor que seamos los mártires de esta guerra, como bien ha llamado “Macron” a esta pandemia. Nos han dicho que vamos a estar en primera fila como seres inferiores que somos, porque qué mas dan nuestras muertes, si son las de africanos. 

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato