Opinión

Los “vicepresidentes” Mike y Kamala rescatan la moderación

photo_camera Mike Pence y Kamala Harris

El valor del debate televisivo celebrado esta madrugada en la Universidad de Salt Lake City, en el estado de Utah, es que podríamos haber asistido al primer round del debate presidencial de 2024. Los aspirantes al cargo de vicepresidente de los Estados Unidos representan el posible relevo de sus dos cabezas de cartel, Trump y Biden, entrados en años y en apariencia desgastados en un combate que va a dejar a uno de los dos destrozado y sin opciones para continuar en la actividad política.

El perfil de Mike Pence permite tirar de las riendas al desbocado presidente, es garantía de una mínima credibilidad para la candidatura republicana, mientras Kamala Harris camina en sentido contrario respecto al exvicepresidente: su defensa radical de principios progresistas parece sacar a Biden de su eterno letargo. Y esas premisas se han demostrado en el cara a cara de esta noche. 

Kamala es californiana y tiene raíces jamaicanas por parte de padre e indias por parte de madre. Es la progresista dentro del ticket electoral con un Biden más centrista. Es fiscal y senadora, y promete ser por lo que hemos visto en el debate la cara de los demócratas para muchos años. Mike aporta algo de cordura y estabilidad a la Administración Trump, tocada por la esquizofrenia y los impulsos del presidente. Natural de Columbus, Indiana, con planta de presentador de televisión, actividad que desarrolló durante muchos años, de religión cristiana evangélica, jamás acepta quedarse sólo con una mujer que no sea su esposa, como dicta su confesión.

El debate de Utah lo ha ganado Biden, según los sondeos, una sensación que nos ha quedado a todos tras las dos horas de cuerpo a cuerpo, que ha resultado ser mucho más educado que el protagonizado por los líderes, mucho más moderado en los planteamientos y en las formas. Por eso hay que considerar que Harris ha perdido, porque ha desaprovechado la oportunidad de ser más incisiva con su oponente. 

COVID-19: pelea desigual

De entrada, hay que analizar el propósito general de ambos tickets. La candidatura demócrata insiste en que todo el mundo vote, y sus simpatizantes notables del mundo del cine y la cultura están haciendo lo mismo, como temiendo que la abstención vaya a perjudicar más a Biden y aprovechando el vendaval de voto por correo que se ha producido ya. Los republicanos en cambio están pidiendo el apoyo a los mismos que les dieron su voto en 2016, para reeditar la mayoría en el Colegio Electoral.

Pero el asunto central y el primero en la lista de prioridades es la lucha contra el virus, y por eso el debate ha estado marcado por el positivo del presidente y las otras 30 personas que estuvieron en el evento del Rose Garden y han resultado contagiadas. Kamala lo tenía más fácil que su jefe en este terreno, porque las noticias sobre los contagios comenzaron a salir pocas horas después del encuentro televisado entre Trump y Biden en Cleveland.

Pence ha puesto todas las manzanas en la cesta de la lucha contra la COVID, al reafirmar la promesa de Trump de que habrá vacuna en un plazo muy breve, antes incluso de la fecha electoral del 3 de noviembre. Pero Harris le ha atacado directamente por la nefasta gestión (objetivamente) que la administración ha hecho de esta situación sanitaria adversa, por lo que tenía todos los ases en su mano. Sobre todo, uno: su adversario esta noche es el encargado de gestionar la respuesta al virus. 

EEUU, gendarme del mundo

En el capítulo de política internacional, Kamala ha simplificado todo el discurso al afirmar que se trata de simples relaciones y que los americanos deben ser fieles con los países que han ayudado a EEUU, lo contrario que ha hecho Trump abriendo los brazos a los dictadores. La opinión es discutible, porque el presidente acaba de promover los acuerdos políticos más importantes en décadas en Próximo Oriente. Y los candidatos se han enzarzado en una polémica en torno a si Biden se opuso o no hace nueve años a la operación para eliminar al terrorista más buscado, Osama Bin Laden. Las heridas del 11-S siguen a flor de piel.

Dos modelos económicos y medioambientales irreconciliables

La sección económica ha sido la más animada, con una confrontación de modelos claramente diferenciables. El republicano carga contra su adversaria por la previsible subida fiscal en un país que deplora las subidas fiscales, y advierte de que la candidatura demócrata abolirá las gasolinas (por aquí nos suena esta canción) y el fracking, que ha conseguido una hegemonía energética de Estados Unidos en los últimos años. La aspirante demócrata ha sido poco convincente en relación con la política impositiva que pretende llevar a cabo Biden, aunque siempre ha querido quedar por encima de su rival en la defensa de una transición ecológica irreversible. 

Susan Page gana a Chris Wallace

En los nueve segmentos en que se ha dividido el programa, con dos minutos para la exposición de cada candidato, ha habido pocas interrupciones. La moderadora era Susan page, la periodista del USA Today, que ha logrado mantener la limpieza del debate de forma mucho más competente a la empleada por Chris Wallace en el primer asalto entre los presidenciables.

Los espectadores han tenido la sensación de que los paneles divisores acrílicos que han separado a los contendientes mucho más que físicamente, no era un elemento agradable para seguir los planos generales del cara a cara. Mucho más molesta ha sido la mosca que se ha posado sobre la cabeza de Pence durante dos minutos, su cabello cano la hacía resaltar mucho más al insecto y abre todo un catálogo de posibles metáforas periodísticas.