Opinión

Los jóvenes españoles “hijos de inmigrantes” también pueden ser el futuro de Marruecos

photo_camera Young Spanish "children of immigrants" can also be the future of Morocco

Es curioso que siempre que se hable de inmigración se traiga a colación la necesidad de estos a optar por trabajos precarios y que muchos nacionales se niegan a realizar. Se habla de los temporeros, de los menores extranjeros no acompañados, y de “ilegalidad”. Sin embargo, nadie atiende a las nuevas generaciones “hijos de inmigrantes”, españoles que igual se comen un salmorejo como se hacen un kuskus, que te bailan una copla andaluza y te hablan “darija” con un acento de “este es el legado de mis padres”. Esos hijos de inmigrantes, (de esos inmigrantes que tuvieron que salir de Marruecos porque las expectativas de futuro no les permitían quedarse en su país), son los que hoy en día no solo no aceptan ser llamados inmigrantes, porque no lo son, sino que se han convertido en la controversia de la sociedad española porque no responden a los perfiles, ni prototipos tan arraigados en esta sobre, por ejemplo, el concepto de “moro”. Son jóvenes con una identidad excepcional, y con controversias muy polémicas con respecto a ella, pero, sobre todo, son estudiantes en su mayoría comprometidos y con las suficientes ganas, cabeza y corazón, para ser no solo el futuro de España, sino también el de su país de origen.

Quiero reducir ahora el espectro a los jóvenes españoles de origen marroquí, porque yo lo soy y no me siento con la potestad de hablar sobre los jóvenes de otro país que no sea el mío. Necesito explicar el profundo orgullo cuando los leo o los escucho, los conozco o simplemente recibo un mensaje de ellos en acuerdo o en desacuerdo conmigo. No son conscientes de su potencial, del importante bagaje que tienen y de la férrea oportunidad que pueden representar para su país de origen. Sin embargo, a muchos los veo perdidos, enrabietados, demasiado preocupados en focalizar en las piedras que se han encontrado en el camino por ser quienes son, y no creo que se quejen de vicio, pero creo que no tienen herramientas de empoderamiento. Siento que viven entre la espada y la pared de esas dos fronteras que a veces no saben conciliar porque no hay manual de instrucciones para vivir esa dualidad. Y me apena que a menudo las situaciones que hayan vivido los sitúe en puntos de extremismo como autodenominarse “racializados”, en contraposición a los “blancos”, siento que centran demasiado el tema en diferenciarse porque no aceptan que siempre han sido diferentes y que esa diferencia puede ser un antes y un después para que supongan un cambio sin antecedentes ahí donde personas como ellos son tan necesarias. 

Por eso, para mí, estos jóvenes, que tanto talento, tolerancia, identidades, coraje, rebeldía, y amor a la tierra de sus padres tienen, solo encuentran un obstáculo para ayudarnos a los demás a reinventar nuestro país Marruecos, el idioma. Marruecos no está preparado para allanar el camino a los hispanohablantes de origen marroquí, y en ello interviene la prensa, los planes educativos, los cursos de cooperación internacional de verano, todo. El castellano es la lengua de todos los hijos de inmigrantes marroquíes en España, es el idioma de jóvenes que ya no aceptarán los trabajos precarios que ejercieron sus padres para salir del paso y darles un futuro, los mismos padres que son en un buen porcentaje analfabetos y que jamás han podido ayudarles con los deberes. Ellos son conscientes del esfuerzo que ha supuesto que estén formados, saben qué implica ser inmigrante, de clase trabajadora, no son niños bien dándosela de lo que quieren, son jóvenes con conciencia sobre la vida porque han visto el sacrificio que han supuesto para sus progenitores. Por eso no aceptarán lo que sus padres aceptaron, primero porque son españoles y no van a renunciar a nada simplemente por su origen y, en segundo lugar, porque pueden, porque lo valen y son conscientes de que se lo merecen. 

Los jóvenes, hijos de inmigrantes marroquíes, son la tumba de la ultraderecha, una ultraderecha que no va a convencerles veintipocos años más tarde a que renuncien, porque llevan toda la vida enfrentándose al racismo y otras formas de opresión, y porque se saben dignos de ese futuro que se han diseñado.

Porque el día de mañana serán médic@s, ingenier@s, educador@s, diseñador@s, artistas, mecánicos, profesores o abogados y formarán parte inevitablemente de un motor de cambio impresionante, sin ser del todo conscientes de la necesidad de llevar a otros lados sus conocimientos y sus pretensiones. Por eso, el país del que se fueron sus padres les debe un reconocimiento, un llamamiento, o una posibilidad de acercamiento y castellanizar la información y las propuestas de desarrollo puede ser el comienzo para que estos jóvenes puedan ser, no sólo el futuro de España, sino también el de Marruecos. Tenemos la obligación de oírles, de darles su lugar, de permitirles ser parte de algo a lo que siempre han pertenecido.