Opinión

Marruecos, Argelia y Mauritania: un triángulo de las Bermudas

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El bloque de tres países que conforman el noroeste africano, Argelia, Marruecos y Mauritania, se han convertido con el paso del tiempo en un verdadero ‘triángulo de las Bermudas’, en el que las movedizas arenas del desierto sahariano han sustituido a las turbulentas aguas oceánicas. Todas las iniciativas que emanan de los Gobiernos de Argel, Rabat y Nuakchot son neutralizadas o absorbidas por fuerzas ocultas que escapan al control de los Estados. 

Hace ya casi un año que el rey Mohammed VI de Marruecos propuso al presidente argelino la creación de un “mecanismo bilateral” para abordar toda la problemática entre los dos países “sin condiciones previas” y “abierto a todas las iniciativas”. No hubo respuesta de Argel. Hace unos días, ha sido el turno del jefe del Estado argelino, Abdelmadjid Tebboune, de señalar que “no tenemos problemas entre el pueblo argelino y marroquí”; y se ofreció para abordarlos “en caso de que existan”. Tampoco hay respuesta hasta ahora. 

Mauritania, por su parte, trata de mantener una difícil relación ecuánime con sus dos vecinos del norte. Su presidente, Mohammed Ould Cheikh El Ghazouani, que realizó estudios superiores en la Academia Militar marroquí de Meknés, se esfuerza en reconciliar a Marruecos y Argelia, de quienes depende en gran medida para su desarrollo económico, minero y comercial. Pero sus iniciativas han caído en saco roto hasta el momento. 

En medio del triángulo se encuentra el movimiento Frente Polisario, que representa una parte de la población del Sáhara Occidental, y que, con el apoyo financiero, político y militar de Argelia, se empeña en una fórmula independentista de la excolonia española, rechazada por incómoda por la comunidad internacional. 

El Consejo de Seguridad de la ONU examinará el informe que su secretario general António Guterres presentará en octubre. El Polisario pretende forzar que se abra la discusión sobre el mismo, aprovechando la presencia de Sudáfrica que preside hasta diciembre el citado organismo de seguridad planetaria. 

El movimiento que dirige Brahim Ghali desde sus campamentos en la localidad argelina de Tinduf apuesta por poner en marcha “un movimiento cívico” saharaui destinado a bloquear el paso fronterizo de El Guerguerat, entre Marruecos y Mauritania, por el que diariamente transitan decenas de camiones y vehículos en ambos sentidos que llevan mercancías a Mauritania y África occidental, por una parte, y a Europa vía Marruecos, por la otra. Una maniobra, esta del bloqueo fronterizo, que no es bien vista por la comunidad internacional, máxime en estos momentos de crisis socioeconómica profunda causada por la pandemia de la COVID-19. 

Marruecos trata de evitar la confrontación contra “los civiles saharauis”, y acelera la construcción del puerto de Lamhiriz en la costa atlántica, situado entre el paso fronterizo de El Guerguerat y el megapuerto de Dajla, aún en construcción. El atraque de Lamhiriz podría ser utilizado por ferris dedicados al transporte de camiones y vehículos de carga, entre el nuevo puerto marroquí y el mauritano de Nuadibú, sustituyendo de este modo el paso fronterizo terrestre. 

El ministro del Interior español, Fernando Grande-Marlaska, ha visitado las tres capitales concernidas, Rabat, Argel y Nuakchot, y en las tres ha repetido el mismo mensaje: “Para hacer frente al crimen transnacional, el narcotráfico y la inmigración ilegal, debemos estar unidos; en base a la confrontación, ningún problema encontrará solución”.