Opinión

O se acatan las reglas o mejor fuera de la UE

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Incluso los ciudadanos más despreocupados de la Unión Europea saben ya a estas alturas que fuera de la misma hace mucho frío, y que las supuestas independencias y prosperidad totales a su margen son cuando menos bastante indemostrables. El Brexit está poniendo en evidencia, en especial para los propios británicos, que el edén prometido por Boris Johnson y el ala más euroescéptica de los conservadores está bastante lejos de conseguirse. En ese proceso de salida del Reino Unido y establecimiento con él de una nueva relación, la fuerza de cada uno de los Veintisiete miembros de la UE ha estado precisamente en su unidad sin fisuras, aun a pesar de los muchos y denodados intentos de la avezada diplomacia inglesa por romperla. Lo mismo cabe decir de la actitud de la UE frente a Rusia en la actual crisis a propósito de Ucrania, cuyo mejor exponente ha sido la carta única firmada por el Alto Representante Josep Borrell, en respuesta a las 27 misivas dirigidas por el ministro ruso Serguéi Lavrov a cada uno de los países de la Unión, gesto que ha disgustado enormemente al Kremlin, y que ha venido a señalarle el fracaso de su estrategia del divide y vencerás.  

Hay que recordar, por si alguien se despista, que esa unidad se cimenta en la libre aceptación de cada uno de los miembros al denominado acervo común, condición ‘sine qua non’ para ser aceptado en el club.  Y esto es lo que resalta precisamente la histórica sentencia dictada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) al desestimar la demanda interpuesta por Hungría y Polonia: “El respeto de dichos valores [del Estado de derecho] no puede reducirse a una obligación a la que esté sujeto un Estado candidato para adherirse a la Unión y de la que pueda eximirse después de su adhesión”.  

Queda por lo tanto meridianamente claro que los valores y derechos fundamentales son la savia que vertebran la cohesión, coherencia y unidad del proyecto europeo. Como se encargaba de recordar la catedrática danesa Marlene Wind, en el seminario organizado en Madrid por la Fundación Konrad Adenauer, “toda la arquitectura de nuestros grandes logros como el Mercado Interior o la libre circulación de personas y de capitales, se asienta sobre la confianza en que todos aceptan las mismas reglas, elemento básico para que el resto del mundo y los inversores vean a nuestro espacio como un lugar plenamente seguro para el desempeño de todas sus actividades”.  

Activación del botón nuclear 

Con esta sentencia, el tribunal avala que la Comisión Europea supedite la entrega de los Fondos de Recuperación al respeto y observancia de las reglas y leyes comunes del Estado de derecho comunitario. En consecuencia, Hungría y Polonia, caso de no rectificar en su comportamiento rebelde –denominado últimamente como iliberal-, podrían perder 7.200 y 36.000 millones de euros, respectivamente. Es decir, habrán de renunciar a seguir argumentando supuestas razones culturales y tradicionales para atacar la libertad de prensa, la independencia de los jueces o los derechos de las minorías.  

Viktor Orban, el jefe del Gobierno húngaro, ya ha respondido amagando con iniciar una campaña para abandonar la UE. Un órdago pronunciado de momento con la boca pequeña, quizá porque sus propias encuestas le están mostrando que la mayoría de los húngaros le daría la espalda en caso de que persistiera en tal intención. Orban, acostumbrado a arrasar en todas las elecciones, no tiene tan claro renovar su hegemonía en las que se celebrarán dentro de dos meses, en que se enfrenta por primera vez a una oposición que le hace frente común.  

En cuanto a Polonia, el primer ministro Morawiecki ya ha empezado desde hace semanas a suavizar el tono de sus protestas, aunque no deje de reivindicar el derecho de su país, como el de todos, a ejercer su propia soberanía, pero no en absoluto en lo que respecta a las cuestiones cruciales para la supervivencia de la propia UE.  

En el terreno práctico, ahora el próximo movimiento le corresponde a la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, que ya está azacaneada por el Europarlamento para que ponga en práctica cuanto antes la sentencia del TJUE, es decir para que active el denominado botón nuclear de no canalizar los citados fondos de recuperación. La jefa del ejecutivo comunitario había en efecto retenido el dinero que corresponde a Hungría y Polonia so pretexto de esperar a que se pronunciara el tribunal. Este ya lo ha hecho, de manera que Von der Leyen debería proceder a activar la congelación definitiva de dichos fondos. Según el reglamento, tras proceder a la congelación deberá enviar cartas de notificación a los Gobiernos de Hungría y Polonia, que deberán contestar, ya no con alegaciones sino con el acatamiento de la sentencia y la demostración de la puesta en marcha de medidas para restablecer el Estado de derecho plenamente. Después será el propio Consejo Europeo quién apruebe por mayoría cualificada si los fondos han de ser descongelados, una vez comprobados todos los extremos del dosier.