Opinión

Paisaje con palabras

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En este verano atípico proponemos a nuestros lectores que se detengan a observar unos paisajes diferentes, eminentemente urbanos, los paisajes lingüísticos. Ese es el nombre que reciben “las palabras visibles en los espacios públicos”. 

En España, los paisajes lingüísticos son el reflejo de situaciones diversas: podemos encontrar ámbitos monolingües, donde el castellano (con la presencia esporádica de otras lenguas como, por ejemplo, el inglés) ocupa todo el espacio. Igualmente, en los territorios donde hay dos lenguas oficiales, el paisaje lingüístico combina el castellano con la lengua cooficial correspondiente. Finalmente, encontramos también paisajes lingüísticos bilingües o multilingües, en los que el castellano (o alguna de las lenguas cooficiales junto a él) se mezcla con lenguas de la inmigración (como el árabe o el chino), o con variedades geográficas del español de América, mezclas propiciadas por situaciones de contacto muy especiales (como las que se dan en determinados barrios de las grandes ciudades españolas).

Los paisajes lingüísticos de este tercer tipo son precisamente los que interesan al estudioso de las migraciones, en tanto que constituyen un indicio de la presencia en las ciudades de comunidades emigradas a ellas, que, al mostrar su lengua en las calles de los barrios donde se establecen, ponen de manifiesto la voluntad de hacer visible su identidad colectiva. 

Para dar cuenta de la complejidad de estas poblaciones híbridas, los sociólogos han acuñado el concepto de “superdiversidad”, con el que se refieren a los ámbitos en los que conviven una multiplicidad de pequeñas comunidades de diferentes orígenes y estatus migratorio. Este concepto cobra realidad en barriadas como Lavapiés, en el centro de Madrid, o en el “núcleo de identidad local” conocido como NoLo (acrónimo de Nord di Loreto) en la ciudad de Milán. 

Los mensajes lingüísticos que componen estos paisajes tan especiales son de diferente naturaleza: institucional (por ejemplo, las normas y avisos para los ciudadanos, escritos en las lenguas de las comunidades receptoras), comercial (letreros comerciales, carteles) o informal (grafiti y pintadas, pequeños mensajes informales y pasajeros, como los que se pegan en las farolas y los postes). Todos suelen cumplir una función informativa, tanto si vienen de arriba abajo (caso de los mensajes que dirigen los ayuntamientos a los vecinos), como de abajo arriba (como los emitidos por comercios, ciudadanos particulares, etc.). Pueden ir dirigidos a todos los ciudadanos en general o a grupos sociales determinados.

Además de esta función informativa, los mensajes tienen también un valor simbólico: la simple mezcla de mensajes lingüísticos en lenguas diferentes revela la complejidad sociocultural de las áreas urbanas de las ciudades en que aparecen; asimismo, los mensajes en una lengua determinada pueden evocar la vitalidad de la comunidad que hace uso de ella.  

El paisaje lingüístico cambia con el tiempo: si la ciudad de Madrid podía considerarse un ámbito predominantemente monolingüe hasta los años 80 del pasado siglo, a partir de la década final del siglo XX y en las primeras del XXI pasó a convertirse en un espacio multilingüe, en el que el castellano convive (es decir, aparece escrito en los espacios públicos) con variedades del español de otras latitudes y a la vez con lenguas de muy diversa procedencia (como el árabe, el chino, el bengalí, etc.). Los investigadores Mónica Castillo y Daniel M. Sáez fueron los primeros en documentar esta diversificación lingüística de la ciudad, paralela a la diversificación de su paisaje humano. A partir de muestras fotográficas tomadas en diferentes momentos de 2009 y 2010 en distintas zonas de la ciudad (la zona comercial del centro; barrios con alta concentración demográfica de inmigrantes – como Usera o Tetuán; centros importantes de transporte – como la estación de Atocha o el aeropuerto, etc.), constataron la presencia de 35 lenguas en contextos y combinaciones diferentes. 

Cada época tiene su paisaje, y parece claro que las ciudades globales de comienzos del siglo XXI se pueden caracterizar, entre otros, por estos paisajes lingüísticos que nos permiten conocer la diversidad sociocultural de sus habitantes, su dinamismo y la vitalidad de las comunidades que conforman.

Luis Guerra, catedrático de Lengua Española en la Universidad Europea de Madrid, es uno de los investigadores principales del proyecto INMIGRA3-CM, financiado por la Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo.