Opinión

Palestina, el conflicto eterno

photo_camera Netanyahu y Trump

A finales de enero de 2020 la Casa Blanca acogió uno de los eventos más esperados por buena parte de los ciudadanos de Estados Unidos, de Israel y del mundo árabe. El presidente Donald Trump desvelaba el llamado 'Trato del Siglo': un acuerdo de paz que tiene como objetivo poner fin a siete décadas de conflicto continúo entre Israel y las autoridades palestinas. Según el principal arquitecto de la propuesta, Jared Kushner (un empresario sin experiencia alguna en el mundo de la diplomacia que está casado con la hija de Trump, Ivanka), el Trato del Siglo es un logro histórico que logrará desbloquear el conflicto árabe-israelí. Sin embargo, existen razones para dudar de la viabilidad del trato.

Y es que, para empezar, para que un trato sea un trato debe integrar a las dos partes afectadas, en este caso, Israel y Palestina. Pero el Trato del Siglo ha sido negociado en exclusiva por los gobiernos de Estados Unidos e Israel. Trump dejó claro desde el inicio de su mandato que iba a favorecer al Estado de Israel como pocos presidentes de antaño, y eso se reflejó en varias decisiones controvertidas, como reconocer a Jerusalén como la capital de Israel (una antigua reclamación de la mayoría de los israelíes). Esa decisión, en diciembre de 2017, conllevó que las autoridades palestinas rompieran todo contacto con la Casa Blanca, pues Jerusalén es considerada la capital de los palestinos. En consecuencia, el gobierno de Mahmoud Abbás, presidente palestino, no participó en las negociaciones del Trato del Siglo.

Eso nos lleva a 2020. Tras varios meses de retraso la administración estadounidense hizo público el tratado de paz que, tal y como se esperaba, está claramente inclinado a favor de Israel o, al menos, de las demandas de su gobierno, encabezado por Binyamin Netanyahu.

Uno de los componentes más llamativos del acuerdo es la anexión a Israel del Valle del Jordán. Aunque oficialmente forma parte de Palestina, el Valle del Jordán ha sido controlado por Israel desde 1994. La anexión de esta estrecha región fronteriza con Jordania es una antigua promesa electoral de Netanyahu y de los partidos de derecha israelíes, que se ve cumplida gracias a Trump y su Trato del Siglo.

Palestina

Las cesiones a Israel no acaban allí. El acuerdo también permite anexionar a Israel casi una tercera parte de Cisjordania, uno de los dos territorios separados que conforman Palestina (el otro es la tristemente conocida Franja de Gaza). También permite la anexión de las decenas de colonias israelíes repartidas en territorio palestino, consideradas ilegales por la mayor parte de la comunidad internacional (incluida la Unión Europea). Al estar esparcidas a lo largo y ancho de Palestina, las consecuencias de tales anexiones serían impredecibles, pues para asegurar la soberanía israelí en las colonias sería necesario establecer una intrincada (y costosa) red de carreteras y sistemas de seguridad que en efecto segregaría los centros de población palestinos. Para el presidente palestino Abbás, el Trato del Siglo provocaría que Palestina acabara como un “queso suizo”, agujereada, atravesada, segregada.

A cambio de ceder buena parte del territorio de Cisjordania, Israel cederá un área desértica y prácticamente deshabitada al sur de la Franja de Gaza para que sea poblada por trabajadores palestinos. Según el acuerdo la idea es transformar esta zona yerma en un centro de desarrollo tecnológico en el que participe tanto Israel como Palestina, pero eso parece una propuesta demasiado ambiciosa e incluso irreal, al menos a medio plazo. Israel tampoco podrá expandir sus colonias mencionadas anteriormente durante cuatro años, aunque podrá anexionar las ya existentes.

Los palestinos tampoco verán hecha realidad su demanda histórica de tener en Jerusalén su capital: el Trato del Siglo prevé que la capital palestina sea la pequeña ciudad de Abu Dis, al este de Jerusalén y separada de ésta por un muro. Se trata de una cesión sin ningún valor real, pues Abu Dis no tiene la relevancia política, cultural o religiosa para Palestina que sí posee Jerusalén.

Así pues, teniendo en cuenta que el gobierno de Palestina rechaza de plano el trato, éste parece 'dead on arrival', muerto nada más nacer. Aun así, es posible que, a medio plazo, la Autoridad Palestina, a quien Trump ha dejado unos años para reconsiderar su postura, no tenga más remedio que aceptar como mínimo algunas de las condiciones del pacto para tener voz en el panorama internacional.

Y es que la demanda palestina de autodeterminación, antaño una de las principales causas comunes de toda la comunidad árabe, tiene cada vez menos apoyos. Durante la presentación del Trato del Siglo en la Casa Blanca fue notable la presencia de los embajadores de Omán, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos. Eso parece indicar que estos países árabes han dejado de priorizar la causa palestina y, en su lugar, normalizar poco a poco sus relaciones con Israel. El apoyo al Trato del Siglo ha sido tímido por parte del gobierno de Arabia Saudí, pero suficiente para dejar claro que no se opondrán a las condiciones pactadas entre Netanyahu y Trump. Sin el apoyo de la comunidad árabe, la formación de un Estado Palestino es una posibilidad cada vez más remota.

Queda una incógnita por aclarar en el embrollo palestino-israelí. En noviembre de 2020 Estados Unidos celebrará elecciones presidenciales, y en el caso de que gane el candidato (o, con muy poca probabilidad, candidata) del Partido Demócrata, cabría esperar a partir de entonces un apoyo más comedido al gobierno de Israel. Aunque todos los candidatos demócratas han declarado su apoyo a Israel, suelen ser más críticos con las políticas de Netanyahu, y varios han rechazado el Trato del Siglo.

De todas formas, sea quien sea el residente de la Casa Blanca dentro de un año, está claro que la Autoridad Palestina está perdiendo aliados en la comunidad internacional, y con ello, sus demandas (principalmente autodeterminación, soberanía y recuperación de las fronteras previas al Trato del Siglo) están progresivamente cayendo en el olvido.