Opinión

Patéticos

photo_camera Dos ejemplos de políticos patéticos

Cuando uno escarba en el diccionario al entrar en este vocablo, curiosamente encuentra diferentes y posiblemente, hasta casi contradictorios significados o aplicaciones del mismo; significados, que van desde su uso como adjetivo en el sentido dramático: como aquella persona o acción que causa tristeza, dolor o compasión; algo o alguien que es despreciable por sus cualidades negativas, aquel o aquello que es capaz de conmover y agitar el ánimo con afectos vehementes hasta, por fin, llegar a su sentido figurado para indicar algo o alguien que resulta francamente ridículo. 

De todas ellas, me quedaría con una combinación de la segunda y la última acepciones para reflejar a ciertas personas o situaciones despreciables de por sí, que, debido a sus cualidades negativas, resultan ridículas. Ejemplos de esta bivalente definición, por desgracia, hay muchos en la vida pasada y en la actual; en todos los continentes y ambientes sociales o culturales; aunque, por no alargar ad infinitum este trabajo, quisiera  centrarme solo en unos pocos ejemplos de políticos que gobiernan o han gobernado en diversas partes del mundo  y en España, en particular.

Por aquello de no aparentar o ser muy egoísta, debería empezar fuera de nuestras fronteras y así inicio este pequeño relato con una referencia al ínclito Donald Trump, a la sazón el actual presidente de EEUU; quien desde los primeros albores de su campaña electoral -hace ya cuatro años- usa una estrategia basada en el engaño, la falacia, las intrigas, las falsas promesas dirigidas al más necesitado sin saber sí sé cumplirán llenas de: incoherencias, amenazas veladas o directas, con pasos adelante y atrás, según convenga y los hados decidan, dependiendo de cómo amanezca, sea por la mañana, en la tarde o incluso, si el día se presta, hasta cada media hora, según el mensaje a dar. 

Un hombre incapaz de crear y mantener un equipo cohesionado ni permanente a su lado con la falta que le hace dada su bisoñez para asuntos de gobierno del país más poderoso y por tener un carácter tan temerario. Alguien, a quien muchos, temen, odian, desprecian o adoran según el tema y la hora o el día en el que lanza o firma cada pasaje. Despreciativo, rencoroso y, en muchas ocasiones inhumano; que se jacta de sus hechos y desprecia los del contrario con simpleza y suma facilidad. Que habla de guerra y paz como si de elegir platos del menú se tratara y que muestra la amenaza con excesiva asiduidad para luego, sin más y, sí se tercia, retirarla alegando ternura, coherencia o benevolencia hacia los demás. En definitiva, un hombre peligroso, lenguaraz, altivo e incapaz del mero raciocinio con templanza y serenidad. Alguien que de por sí mismo, es patético y su vida tan patética como su errática política; pero que, o bien tiene al mundo en vilo y  a la par, a muchos descerebrados, les llena y complace una barbaridad.  

Patética, por otro lado, es la política y la actitud de los responsables de ella en el Reino Unido con el tema del Brexit; un asunto del que todos en general, y ellos en particular, llevan años hablando, votando y manoseando cual viejo muñeco de trapo olvidado en una guardería abarrotada de famélicos infantes desesperados por su hambre saciar. Basado en la idea de un político nada acertado, David Cameron; quien aunque hoy en día se avergüenza y pide perdón por aquello, la lanzó al aire en busca de popularidad, para calmar las masas y convencido de su capacidad para darle la vuelta. 

Soflama, que fue cogida al vuelo por aquellos aún más patéticos que él, al ver en ella su oportunidad de ganar fama, auparse a puestos de responsabilidad y poner de manifiesto su tremenda capacidad de lanzar falacias, mentiras y desprecios sin ser conscientes de lo mal que lo van a pasar sus conciudadanos, socios y demás. En su alocada carrera llena de, mentiras, exageraciones y amenazas, no han dudado llevar a extremos insospechados la política de una Cámara, en la que si bien, los modales usados en ella no son los más apropiados aunque se vistan de personajes trasnochados, acabaron con sus antaños ejemplos de cordura y ejemplo en días que se me antojan muy lejanos ya, y no sé sí después de esto, tendrán la posibilidad de retornar en breve o algo más. 

Todos los dirigentes políticos que, de momento, han participado en esta tragicomedia, tanto del gobierno como en la oposición, dieron muestras de un manifiesto patetismo y creo que, como única solución por salvar la situación, será precisa la aparición de un nuevo personaje fresco e inmaculado, si es que esto tiene arreglo y se hace con prontitud, dignidad y resolución de cambiar. 
Centrándonos en nuestra casa y por no irnos muy lejos en el tiempo, nos encontramos con uno de los más claros ejemplos de patetismo, me refiero claro está al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Un hombre pésimamente preparado para dirigir un país como España y nulo en cuestiones económicas justo en un momento en que la gran crisis empezaba a asomar; ante la que se limitó a negarla y a tirar de las reservas hasta que vació el cajón, mientras los demás se preparaban para aguantar el chaparrón. Reaccionó de forma chulesca y despreciativa ante aquellos que pusieron remedios para afrontarla y por su parte, insistió en actuar cómo sí los tambores de guerra fueran falsos, que sus mensajes eran para otros o que a nosotros no nos iban a afectar.

Como resultado de tamaña chapuza, España y los españoles nos vimos abocados durante varios años a penar y tomar todo tipo de limitaciones, ajustes presupuestarios, suprimir subidas  salariales y recortar los gastos que, aun siendo precisos, no fueran de absoluta necesidad.

Cualquiera en su lugar, tras tan atroz tropelía y ante su falta de capacidad, se hubiera ocultado de la vida pública cuando todo se hizo realidad. Al  “abandonar” forzosamente la política, prometió hacerlo e incluso dedicarse a contar nubes desde su retiro en León. 
No lo hizo, ni vive en León, se ha comprado un casoplón en Madrid, vive del maná de pertenecer al Consejo de Estado y se dedica además, a hacer el Tancredo en la política internacional por países hispanoamericanos de dudosa o nula democracia, respeto de los derechos humanos y con dirigentes sin moralidad como Cuba y Venezuela, manejando una postura de negociador o mediador de todo y de nada en realidad. Hombre aborrecido, criticado y ninguneado dentro y fuera de su patria y partido, pero que sigue con sus viajes y paseos como si sus nulos o nefastos resultados pretéritos o de actualidad no fueran parte de su mal hacer, escasa preparación o de una absoluta irresponsabilidad.   

Los malos ejemplos, suelen crear escuela, unos, los más listos y avezados los emplean como espejo en el que nunca jamás se van a mirar; sin embargo, otros menos espabilados y auténticos especialistas en las artes del plagio, la superficialidad, el trilerismo y la mendacidad como el actual presidente en funciones Pedro Sánchez Pérez-Castejón, toman sus pasos como un ejemplo a seguir a rajatabla y sin vacilar.

Sánchez, personaje tan patético que, en pocos años, hasta parece, según una publicación digital -aunque muy jocosa y de muy dudosa credibilidad- que la RAE está valorando la posibilidad de admitir en el diccionario de la Lengua Española el término "Pedrosánchez". Así, todo junto y lo haría como sinónimo de "mago", "trilero". No creo que esto pueda ser verdad, al menos, de forma inminente, pero, sin duda, y dado que es tal el clamor y uso popular, no tendrán más remedio que hacerlo algún día y a no tardar.

Un hombre que dice, defiende y propone blanco y negro en un mismo discurso o propuesta sin titubear, que cambia de criterio tan rápido cómo en pestañear, se ha convertido en un peluche que ya no engaña a nadie, salvo a aquellos estómagos agradecidos –de los que tiene muchos ya- o a ese forofo impenitente, que no siente ni padece las inclemencias, los vaivenes y sandeces del que considera su Jefe.        

Para terminar con mi relato, y aunque se quedan en el tintero otros muchos renombrados y afamados más, sólo resta hablar de un tal Pablo Iglesias Turrión; un político que dice “liderar” una marca ingobernable llamada Unidas-Podemos; que marcha a la zaga de Sánchez; a quien a veces ama e imita; en otras bebe de sus fuentes y citas, y el resto del tiempo, le desprecia, critica, reta e intenta anular.

Ambos dos, ellos solitos, nos llevan dando la brasa bastantes meses, tratándonos de engañar, con propuestas, ofertas, contrapropuestas, apaños, acuerdos inmediatamente frustrados, demandas, rebajas, negativas, suplicas, llantinas y todo tipo de peregrinar. 

Es tan patética la situación y su forma de actuar, que si no fuera porque en ellas está en juego nuestro futuro inmediato y el cómo afrontar los cambios en la economía -por mucho que Sánchez y su gobierno, al más puro estilo Zapatero, lo sigan negando- sería objeto de muchas más risas y mofas de las que ya levanta en la actualidad. 

Siento mucho que estos personajes, precisamente por su patetismo y forma de actuar, influyan en la vida de otros y nos lleven, sin duda alguna, a zozobrar. Hagan lo que hagan, lleguen a acuerdos o a apaños -cortos o para la eternidad-, el sufrido pueblo llano, este feo, bochornoso y patético espectáculo no lo debería olvidar jamás y por ello, les pasara la correspondiente factura a la hora de ir votar