Opinión

Preocupante derrumbe electoral del islamismo en Marruecos

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El desplome electoral sufrido por el Partido Justicia y Desarrollo (PJD) que lideraba el Gobierno marroquí desde hace 10 años, va a generar un vacío político preocupante para Marruecos.  Los resultados provisionales, pero que no variarán significativamente en los finales, dan como ganador a la Agrupación Nacional de Independientes (RNI) con 97 escaños, seguido del Partido de la Autenticidad y Modernidad (PAM) con 82, y del histórico partido del Istiqlal con 78. El resto de escaños 108 hasta completar los 365 con que cuenta el Parlamento, se lo reparten una decena de partidos y formaciones minoritarias.

Las quinielas daban a los islamistas del PJD en pérdida, debido a la nueva Ley electoral redactada para impedirles arrasar en las circunscripciones consideradas como sus feudos más populares, y el desgaste de los Gobiernos que ha presidido en las dos últimas legislaturas, incapaces de mantener sus promesas electorales debido a la crisis económica y los efectos demoledores de la pandemia. Se esperaba que el PJD perdiese casi la mitad de su electorado, pero que mantuviese intacto el apoyo de la militancia islamista marroquí. El resultado ha sido inesperado: el PJD ha perdido no sólo el apoyo popular, sino el de una buena parte de su militancia.

Los cientos de miles de votos, quizás más de un millón, que han ido a los otros partidos, en particular al RNI y al PAM, han sido para apuntalar a partidos, que además de tener el apoyo del Palacio Real, han defendido programas de desarrollo socioeconómico. Las capas populares más afectadas por la crisis esperaban que el PJD les sacase de la marginación y de la incertidumbre de su futuro, y, al no conseguirlo, han puesto su voto y sus esperanzas en partidos que gozan del apoyo real y se muestran defensores del desarrollo económico. Eso era de esperar.

Lo que no estaba en los cálculos, ni de los islamistas del PJD, ni de los analistas marroquíes, es que una buena parte de la militancia haya seguido las consignas del movimiento islamista semilegal, Justicia y Espiritualidad, que fundó el jeque Abdesslam Yassin, y que pedía la abstención en las elecciones. Decenas de miles de votantes del PJD, islamista moderado, han seguido las consignas de Adl Ual Ihsan, radical. Lo cual plantea un problema de fondo a Marruecos.

Cualquiera sea la decisión que tome la dirección del PJD respecto al próximo Gobierno presumiblemente encabezado por el actual ministro de Agricultura, Aziz Akhenouch, un hombre de negocios multimillonario muy bien visto en el Palacio Real, el vacío político que deja la ausencia de un espacio islamista moderado en las instituciones puede resultar peligroso.

La oposición a la que el PJD está llamado a incorporarse, sólo podrá ser efectiva si el movimiento islamista recurre a la presión popular, y éste sólo tendrá efecto si se genera en las calles. Aunque los socios internacionales e Marruecos, Estados Unidos en cabeza, seguido de la Unión Europea y en ella España y Francia, aplaudan la marginación de los islamistas, el resultado no es nada halagüeño para el próximo futuro de Marruecos. La olla a presión de la frágil situación socioeconómica ha cerrado la única válvula de escape que tenía funcionando. Es cuestión de tiempo que la situación se vuelva inextricable y el Palacio se vea obligado a intervenir.