Opinión

Pulso sin tregua entre Argelia y Marruecos

photo_camera Flags of Morocco and Algeria

Los dos países, Marruecos y Argelia, siguen enzarzados en un pulso político y diplomático en la arena regional e internacional, buscando apoyos y estableciendo alianzas y acuerdos para su política regional. La disputa entre los dos rivales geopolíticos del norte de África sobre la excolonia española del Sáhara Occidental ha alcanzado niveles de agresividad peligrosa. Tanto Rabat como Argel, tienen como prioridad principal de su aparato político-diplomático la cuestión del Sáhara y la rivalidad geopolítica entre ambos. Dedican decenas de millones de euros anuales a este duelo.

En el escenario africano, mientras que Marruecos ha centrado en los últimos años una ofensiva política sobre el continente africano basada en la realización de grandes proyectos de infraestructuras y de acuerdos económicos y comerciales mutuamente provechosos entre el reino alauí y las capitales africanas; también ha desarrollado una línea de ayuda y cooperación en materia sanitaria en relación con la lucha para contener la COVID-19. Por su parte, Argelia ha movilizado todos sus viejos resortes políticos e ideológicos en el continente establecidos con los veteranos y longevos dirigentes de la lucha anticolonial o sus sucesores.  

Marruecos ha conseguido revertir una buena parte de los países africanos que habían reconocido la República proclamada por el Frente Polisario en los años 80; mientras que Argelia ha puesto todo su peso en los organismos internos de la organización panafricana, especialmente en la Comisión de la Unión Africana y en el Consejo de Paz y Seguridad. 

Aunque la Unión Africana reconoce a la Republica del Polisario (RASD) como “Estado fundacional de la UA”, sólo 12 de los 50 Estados independientes que formar la Unión la reconoce explícitamente. Otros 20 Estados africanos han retirado su reconocimiento a la RASD. 

Actualmente dos ciudades, Dajla, en la parte del Sáhara administrado por Marruecos, y Tinduf, en la parte argelina, libran una batalla por transformarse en plataformas de relaciones económicas y comerciales con África. Dajla tiene todas las de ganar, por su situación geográfica, por las infraestructuras en construcción, puerto y autopistas, y la atracción financiera que está teniendo. Tinduf no pasa de ser un proyecto, ya que carece de infraestructuras, y solo cuenta con la ruta que le unirá a la localidad de Zuerat en Mauritania, para allí enlazar con el tren de minerales que transita hasta Nuakchot.

En el capítulo de la lucha contra el terrorismo en el marco africano, sea de carácter religioso o étnico, Argelia ha ofrecido su experiencia militar y de los servicios de seguridad para  ayudar a los países, especialmente los del Sahel y de la región de África occidental, para luchar contra esta lacra; sin embargo, los fracasos de Ejércitos más importantes que el argelino en esta lucha, como el francés, así como de diversas coaliciones militares movilizadas por la ONU o de manera independiente, socavan los efectos positivos de dichas ayudas. 

Marruecos, por su parte, ha orientado su política antiterrorista en los aspectos socioeconómicos e ideológicos. Rabat, además de la ayuda en seguridad, ha ofrecido a los países africanos víctimas de la lacra terrorista su experiencia en materia de formación de imanes y responsables religiosos, en micro-proyectos económicos para poblaciones marginadas y en la construcción de escuelas y dispensarios; una política más beneficiosa y esperada por las poblaciones afectadas. 

El escenario de América Latina, ofrece el mismo trasfondo de vínculos ideológicos (por parte de Argelia) y de proyectos económicos y comerciales (por parte de Marruecos). Los dos países tratan de aprovechar los cambios políticos que se operan en el subcontinente americano tras los procesos electorales, para ganar apoyos. Argelia ha conseguido que los nuevos Gobiernos de Perú y Bolivia se acerquen a sus posiciones en defensa de la autodeterminación de la población saharaui; Marruecos espera que pronto los Ejecutivos de Uruguay y de Ecuador, en manos de formaciones liberales y de derecha, decidan romper sus relaciones con la República del Polisario (RASD).  

En esta ecuación del pulso en Latinoamérica, Cuba juega un papel simbólico y de arrastre. La nueva política marroquí hacia la perla del Caribe, inaugurada con el viaje del rey Mohamed VI a la isla y el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre La Habana y Rabat, posee un importante vector de relaciones de interés mutuamente beneficiosas. Marruecos se ha abierto a nuevos proyectos en Cuba, en infraestructuras, energías limpias, transportes, sanidad, cultura y deportes, que facilitan la entrada con fuerza de Cuba en el escenario económico internacional, gracias al dinamismo y pragmatismo de su embajador en La Habana, el socialista Bughaleb el Attar, que cumple las directivas del Palacio real marroquí. El difícil equilibrio entre ideología y desarrollo, se hace cada vez más en favor del último. Cuba sigue su tradicional política de apoyo al Polisario, pero lo hace sólo en la formación de universitarios, médicos y profesionales de la salud, lejos del compromiso militar de los primeros tiempos del conflicto. 

Marruecos ha obtenido estatuto de observador en varios organismos panamericanos, de América del sur, de Centroamérica y del Caribe, y quiere aprovechar estos organismos para implementar una política de vinculación económica, comercial, política y cultural. Rabat estima que romper el aislamiento, es una condición ‘sine qua non’ para minimizar los apoyos que el Polisario y Argelia tienen en el subcontinente, cuyo epicentro sigue estando en Venezuela. La influencia que Caracas tiene en muchas capitales del cono sur es debida esencialmente a las ayudas financieras y al suministro de petróleo a bajo precio. Argelia por sí misma apenas mantiene sus influencias. 

Hay un tercer escenario en Europa, donde se constata que mientras que Marruecos es tratado por la Unión Europea y los organismos paneuropeos (Parlamento, Comisión, Banco Central, etc.) como “un socio fiable”, con el que  todos los planes que están encima  de la mesa en las relaciones bilaterales, son positivos, aunque en determinados aspectos Bruselas sigue siendo crítica con el régimen de Rabat, en derechos y libertades y en temas más delicados como la inmigración y el narcotráfico; Argelia, es más bien vista con cierta desconfianza, por su falta de respeto en los derechos humanos, por la represión de los opositores pacíficos, y la situación interna caótica con decenas de altos responsables políticos y militares en prisión, con una política presidencial aún imprecisa, no obstante ser un suministrador principal de energías fósiles al Viejo Continente. 

Este pulso en territorio europeo tendrá un punto culminante, aunque no decisivo, a finales de septiembre cuando el Tribunal de Justicia europeo tome posición sobre la demanda interpuesta por el Frente Polisario acerca de la inclusión del territorio del Sáhara en los acuerdos comerciales entre Marruecos y la UE. Se espera que, aunque de forma un tanto alambicada, el Tribunal dicte que los dos territorios, Marruecos y Sáhara, son distintos y separados. Sin embargo, el dictamen del Tribunal no es vinculante, y la Comisión Europea no está obligada a modificar los textos de los Acuerdos; por lo que se cree que se limitará a incluir en los textos de los Acuerdos, una cláusula en la que se diga que dichos Acuerdos comerciales deben beneficiar a las poblaciones de la región, y recibir el ‘placet’ de las instituciones electas, que se puede interpretar como las del Polisario en Tinduf, o la Administración marroquí en el Territorio del Sáhara, donde se acaban de celebrar elecciones con alta participación. 

Marruecos no espera sin embargo a que el Tribunal europeo adopte su resolución, y sigue su política de enlace vinculante con las instituciones y organismos europeos. La Confederación patronal marroquí (CGEM), el EuroCham marroquí y el grupo Business Europe acaban de adoptar un ‘Pacto de modernización del comercio y de las inversiones entre la UE y el Reino de Marruecos’, cuya finalidad es facilitar las relaciones económicas y comerciales, y al mismo tiempo presionar a los organismos paneuropeos para que no adopten cláusulas restrictivas vinculadas con el Sáhara occidental. El presidente de Business Europe, Pierre Gattaz, estimó que hay que adaptar el Acuerdo de asociación Marruecos-UE firmado el año 2000 a las necesidades del siglo XXI y a la economía digital.  

Un acuerdo, éste, visto como un avance para la relación Marruecos y Unión Europea, en detrimento de la de Argelia con Bruselas, que no pasa por su mejor momento.