Opinión

Recta final para derrotar a Trump

photo_camera Convención demócrata

El ritual de las convenciones para que los partidos elijan su candidato a la Presidencia de Estados Unidos se remonta a 1831. En aquellos tiempos se reducían a debates técnicos celebrados generalmente en el salón más amplio de los hoteles de la época. Su evolución las ha convertido en un gigantesco y colorido espectáculo, en el que se alternan las actuaciones musicales de los mejores cantantes o grupos supuestamente adictos al Partido Demócrata o al Republicano, los encendidos discursos de las figuras históricas convertidas en teloneros de lujo y la apoteosis, con toda la artillería de luz, sonido y color, de la proclamación final del “ticket”, el dúo que en caso de victoria ocupará la Presidencia y Vicepresidencia de la nación más poderosa del mundo.

Las respectivas convenciones de los dos grandes partidos suponen también el pistoletazo de salida de la recta final de la campaña electoral. Hasta el primer martes después del primer lunes de noviembre, que este año será el día 3, se desarrollará un combate cuerpo a cuerpo, sin concesiones y probablemente con todo tipo de golpes bajos, entre los dos finalistas: el aspirante demócrata Joe Biden,  y el republicano Donald Trump. 

La convención demócrata de Milwaukee de esta semana –la republicana se celebrará la semana siguiente en Charlotte- marcará unas pautas inéditas. El coronavirus impide las concentraciones multitudinarias, lo que restará gran parte de la emoción que se suscita en tales acontecimientos, y el consiguiente enardecimiento de militantes, simpatizantes o simples votantes capaces de sentirse protagonistas de la historia por deslizar una u otra papeleta en la urna electoral. 

Comienza esta recta final con las encuestas muy a favor de Joe Biden, que romperá la tradición y aceptará su designación de manera virtual. El líder demócrata nunca ha sido un orador capaz de subyugar a las masas, así que en esta ocasión tampoco tendrá oportunidad de demostrar que sus dotes oratorias pueden electrizar a sus voluntarios y seguidores. Todo será, pues, virtual, desde las alocuciones de la “vaca sagrada” Barack Obama y su esposa Michelle, a las de sus antiguos rivales en las primarias, Bernie Sanders y Elizabeth Warren, con un tiempo deliberadamente breve para la estrella emergente de la numerosa minoría hispana, Alexandria Ocasio-Cortez. 

Una tregua que no restablece la fractura

La fractura del Partido Demócrata no se ha suturado, pero todos han decidido darse una tregua ante el objetivo común de conseguir sacar de la Casa Blanca a Donald Trump, a quién el socialista Sanders considera “el presidente más peligroso de la historia de Estados Unidos”. Un empeño para el que Biden y la mayoría de su partido cuentan con la aportación de la candidata a vicepresidenta, Kamala Harris, hija de jamaicano e india, y a la que se señala, en caso de ganar, como la primera mujer que podría llegar a ocupar la máxima magistratura del país

Pero, frente a los entusiastas de la candidatura demócrata, y, por supuesto, de la mayor parte de la Europa liberal, el presidente Donald Trump podría dar una nueva sorpresa, como la que hace cuatro años le llevó contra todo pronóstico a la Casa Blanca. Trump ha mostrado ya alguna inclinación totalitaria al lanzar algunas “sugerencias” como el aplazamiento de las elecciones so pretexto de la pandemia, el bloqueo de fondos al Servicio de Correos, lo que podría colapsar el voto a los que escogieran hacerlo por carta, e incluso advertir sobre el supuesto amaño de los comicios, dando a entender que no aceptaría el resultado si este le resultare desfavorable. En suma, golpes de pico a las sólidas columnas de la democracia americana, que con Trump tiene una ocasión pintiparada de mostrar su incólume solidez.  

Los cuatro años transcurridos desde la primera elección de Trump no han cambiado tanto al país como algunos quisieran presuponer. Cierto es que la COVID-19 ha provocado una crisis sanitaria y económica descomunal, pero en la mentalidad americana, a diferencia de la europea, no está echarle la casi totalidad de las culpas al Gobierno y esperar a que caiga el maná de la subvención. Por el contrario, las catástrofes espolean la imaginación y la iniciativa del país que más emprendedores alumbra por cada mil habitantes, paradigma que requiere estabilidad, ley y orden, valores a los  que Trump apela frente a los que aprovechan excesos y desgraciados incidentes raciales para prenderle fuego a todo

Trump no oculta que si sale reelegido concluirá la demolición del orden mundial vigente. Un objetivo atractivo a ojos de los que sienten que el actual les ha dejado atrás o no les ha concedido las oportunidades que creen merecer. Al erigirse en líder de ese ingente medio oeste profundo Trump ha polarizado al país, e incluso al mundo, a lo largo de su controvertido mandato

Reconstruir el país y acabar con esa polarización es la promesa de los demócratas y del tándem Biden-Harris. Lo primero será una tarea gigantesca gane quien gane, una vez constatado que la crisis es la mayor desde la Gran Depresión. Lo segundo tampoco será fácil. La derrota de Trump dejará en sus partidarios, que son más de los que algunos  piensan, un poso amargo y alimentará el revanchismo. En esta recta final que ahora comienza el resultado afectará a todo el mundo. Pero, como se ha recordado tantas veces, en estas elecciones que pueden decidir el destino del planeta solo pueden votar los ciudadanos de Estados Unidos.