Refugiados ucranianos, ¿podemos volver a creer en la Unión Europea?

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Las estaciones de trenes colapsadas y las vías terrestres abarrotadas de personas escapando del horror de la guerra regresan a la primera línea de la actualidad como consecuencia de la agresión (ilegal) a Ucrania por parte de la Rusia comandada por Vladimir Putin y el soporte proporcionado por la Bielorrusia de Aleksandr Lukashenko. El Viejo Continente vuelve a sufrir el drama de los refugiados como consecuencia de una guerra, pero esta vez todo hace indicar que la Unión Europea está a la altura de las circunstancias. Apenas una semana después de haberse iniciado la invasión rusa, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) informó que más de un millón de personas han cruzado la frontera ucraniana con dirección a países fronterizos, principalmente, Polonia, Rumanía, Hungría y Moldavia —este último Estado no miembro de la UE—; y las Naciones Unidas han estimado que si se alarga la guerra, más de siete millones de ucranianos abandonarán el país en las próximas semanas y cuatro millones de personas se desplazarán por el interior buscando cobijo y protección. Cifras dramáticas que nos recuerdan episodios oscuros de la reciente historia europea como las dos guerras mundiales, los conflictos de los Balcanes o la llegada de sirios que huyeron de la tragedia de la guerra que hoy sigue asolando su país. Sin embargo, en todas estas crisis la reacción solidaria de Europa no ha sido siempre la misma, sino que ha variado dependiendo del momento, de la nacionalidad de los refugiados o de su religión.

Toda guerra conlleva una catástrofe humanitaria y, como consecuencia de ello, la voluntad de los Estados —fundamentalmente europeos— ha derivado en la creación de mecanismos de cooperación en aras de proporcionar refugio a los seres humanos víctimas de los conflictos y de las persecuciones de carácter político, social y religioso. Fruto de esa cooperación se ha desarrollado un rico marco de protección jurídico para los seres humanos víctimas de los conflictos y que buscan cobijo en otros territorios. Cabe citar, a modo de ejemplo, la Carta de las Naciones Unidas o la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 donde se dice que “en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país”; y, con esta filosofía, se firma en Ginebra la Convención sobre el Estatuto del Refugiado en 1951. Este último tratado internacional y su protocolo adicional de Nueva York de 1967 —que amplía las causas por las que se otorga la protección y elimina algunas restricciones que aparecían en la Convención de Ginebra— obliga a las partes a brindar cobijo y amparo a todo ser humano que huya de su territorio por la existencia de fundados temores de que su vida y la de su familia corren serio peligro.

La Unión Europea va más allá en la protección jurídica internacional de los refugiados, al igual que sucede en otras regiones como en el continente africano con la Convención de la Organización para la Unidad Africana (OUA) y en América Latina con la Declaración de Cartagena. Tras la crisis de los Balcanes, la Unión Europea creó un mecanismo denominado Directiva de Protección Internacional, vigente desde 2001 y que nunca ha sido activada hasta ahora por no haber contado con el consenso unánime de los Estados miembros. Esta Directiva permite proteger en la Unión Europea a las personas procedentes de terceros países que, como consecuencia de un desastre humanitario no pueden regresar a su país. La protección se otorga por un periodo de un año y se puede prorrogar a tres. El Parlamento Europeo amplió esa protección al permitir a los 27 a acoger a un número ilimitado de refugiados procedentes de terceros países, además de otorgar protección sanitaria, educativa y alojamiento y manutención mientras se encuentren bajo la cobertura de esta Directiva. La comisaria Europea de Interior, Ylva Johansson, anunció que los ministros de Interior de la UE habían llegado a un acuerdo para activar por primera vez esta medida jurídica.

Esas medidas podrían haberse activado como consecuencia de la crisis de los refugiados sirios, sin embargo, en este caso la Unión Europea eligió otros procedimientos, más de corte económico y político, como la firma de acuerdos de externalización con terceros países, principalmente Turquía, con el fin de conseguir que esta población no alcanzara el territorio europeo. Cabe decir, que algunos Estados como Alemania, en el ámbito de su política interior, acogieron en su territorio a un número importante de nacionales sirios, pero también se ha de recordar la insolidaridad de otros Estados, como Hungría, Polonia o Malta, que renunciaron a brindar la protección requerida o a proporcionar la asistencia humanitaria a los seres humanos que intentaban cruzar el mar Mediterráneo. En esa crisis, la voluntariedad de algunos Estados se posicionó por encima de la voluntad de activar mecanismos como la Directiva de Protección Internacional.

Paradojas de la vida internacional, la agresión militar a Ucrania liderada por Putin está teniendo efectos no previstos en la unidad europea donde, por primera vez, los Estados miembros se han puesto de acuerdo para aplicar un marco de protección a las personas que escapan de la guerra. La brecha surgida como consecuencia de la (mal) llamada crisis de los refugiados sirios, que dividió a los Estados del este y del oeste y provocó una profunda herida en el principio de solidaridad europea, ahora parece empezar un proceso de cicatrización. Por primera vez en mucho tiempo, todos los Estados europeos han dejado a un lado sus intereses nacionales y se han unido en la defensa de los valores y principios de la Unión Europea mostrándose como un grupo cohesionado frente a la barbarie de la guerra iniciada injustificadamente por Rusia. Esta unión se vislumbra en cuatro ejes donde la Unión Europea puede actuar bajo la regla de la unanimidad: el económico, con graves sanciones a los intereses de Rusia; el político, en el rechazo total a la agresión rusa y el apoyo infranqueable al Gobierno de Kiev; el militar, activando el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz por el que se autoriza la entrega de material defensivo y ofensivo a las fuerzas armadas de Ucrania y coordinando las políticas nacionales; y el solidario, acogiendo indefinidamente a los refugiados ucranianos en un régimen de protección ampliado.

Hasta el momento, los Estados miembros han mostrado su cara más solidaria y han aceptado activar la Directiva de Protección y todo hace prever que coordinarán un sistema de cuotas para repartir solidariamente a la población refugiada por los Estados miembros. Esta medida no llega tarde y siempre es bienvenido el cumplimiento del derecho internacional, aunque, como sucede en este caso, venga determinado por una violación de este y por la comisión, por parte de Rusia y Bielorrusia, de graves crímenes contra la humanidad. Ahora sí, parece que la Unión Europea se muestra como un garante de la solidaridad internacional. Podemos volver a creer en la Unión Europea, por lo menos, hasta la próxima crisis.

José Miguel Calvillo Cisneros, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid
[email protected]
@jmcalvillo77

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