Rusia y los Estados prorrusos no reconocidos por la ONU

Vladimir Putin

El desenlace de la guerra de Ucrania puede llevar a tres escenarios diferentes: 

  1. Victoria militar rusa, que alcanzaría sus objetivos estratégicos, aún no claros. Dentro de este escenario se puede incluir el derrocamiento del régimen ucraniano de Volodimir Zelenski, sea por su rendición, por un golpe interno o por la rebelión de la población que aún permanece en el país.
  2. Derrota de Rusia, por la acumulación de los efectos de las sanciones internacionales y el desgaste de una ocupación prolongada del territorio ucraniano, con el consiguiente repliegue del Ejército ruso a sus fronteras. Algo que supondría una humillación para el Kremlin, con muy probablemente nefastas consecuencias. 
  3. Negociaciones directas entre Rusia y Ucrania, para alcanzar un acuerdo de mínimos aceptable por ambas partes, con el consiguiente fin de la guerra.

El escenario segundo es altamente improbable, a menos que la OTAN se implique directamente en el conflicto, respecto a lo que tanto los Estados Unidos como la propia organización atlántica han reiterado su negativa a hacerlo. 

En consecuencia, quedan los dos escenarios probables, la victoria militar rusa y la victoria política a medias del Kremlin con negociaciones directas. En cualquiera de estos dos supuestas, estos podrían ser posiblemente los próximos pasos que diese el presidente de Rusia, Vladimir Putin, tras la “neutralización y des-otanización” de Ucrania y su vuelta a “la Gran Madre” del espacio ruso, cualquiera sea la forma que éste adopte: un Estado confederado de las tres repúblicas ruso-hablantes, Rusia, Bielorrusia y Ucrania; una Federación de Repúblicas Independientes; una Unión de Repúblicas al estilo de la extinguida Unión Soviética de la que las tres formaban parte; u otra forma nueva.  

De cualquier manera, es previsible que los próximos movimientos geopolíticos de Moscú vayan dirigidos a vincular institucionalmente a las repúblicas rusófilas que fueron proclamadas en algunos de los países limítrofes con Rusia en el momento de la ruptura y desaparición de la Unión Soviética en los años 90 del siglo pasado, pero que no tienen el reconocimiento de las Naciones Unidas.

Se trata de las Repúblicas de Trasnistria, Abjasia, Osetia del Sur y Artsaj, principalmente, situadas dentro de los territorios internacionalmente reconocidos de Moldavia, Georgia y Azerbaiyán. 

La Transnistria o República Moldava del Dniéster, fue proclamada independiente en el momento de la dislocación de la URSS en 1991. Es reconocida como tal por otras tres repúblicas, igualmente ausentes de la Organización de Naciones Unidas, Abjasia, Osetia del Sur/Alania, y el Alto Karabaj o República de Artsaj, con las que mantiene relaciones diplomáticas. Con capital en la ciudad de Tiraspol, la Trasnistria tiene menos de un millón de habitantes, y se sitúa al sureste de Moldavia, frontera con Ucrania en la región de Odesa. 

Abjasia o República de Abjasia, es un territorio situado dentro de las fronteras internacionales reconocidas de Georgia, proclamado independiente en 1992, tras la disolución de la Unión Soviética. Con capital en la ciudad de Sujumi, puerto situado en el mar Negro, y un cuarto de millón de habitantes en total, Abjasia no goza del reconocimiento explícito de la ONU como Estado independiente, aunque muchos Estados en el mundo sí la reconocen, como Rusia, Nicaragua, Venezuela, Nauru, Siria, Vanuatu y Tuvalu. Bielorrusia ha expresado su intención de reconocer la República de Abjasia, pero hasta el momento no lo ha concretado. 

Osetia del Sur o República de Osetia del Sur, con capital en Tsjinvali apenas llega a los cien mil habitantes. Situada en el nordeste de Georgia, fronteriza con Osetia del Norte-Alania, fue proclamada independiente en el momento de la caída de la URSS, y ha podido hacer frente a la guerra lanzada por Georgia tras su declaración de independencia en 1991, gracias a la ayuda militar de Rusia y de su república hermana de Osetia del Norte-Alania. 

República de Artsaj, conocida también como Nagorno-Karabaj, es un territorio situado dentro de las fronteras internacionales de Azerbaiyán, que reivindica Armenia, con unos 150.000 habitantes, con capital en Stepanakert y el ruso y el armenio como idiomas oficiales. Esa República tampoco es reconocida oficialmente por la ONU, y sí por los mismos países que reconocen a Abjasia, Osetia del Sur y Transnistria.  Rusia ha afirmado su presencia en la zona, al mediar en el conflicto estallado recientemente entre Armenia y Azerbaiyán para conseguir un alto el fuego, y al conseguir que las partes en conflicto aceptasen un despliegue de unos 2.000 militares rusos con el fin de garantizar el funcionamiento de un corredor territorial entre Nagorno-Karabaj y Armenia. 

El objetivo del Kremlin será verosímilmente el de proteger y asegurar la existencia de estas repúblicas favorables a configurar algún tipo de alianza con Rusia, que podría consistir en la adhesión a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) creado por Moscú en 1992 tras la disolución de la URSS, y del que forman parte Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Tayikistán y Kirguistán, con Afganistán y Serbia como observadores, y al que ha sido invitado a adherir Irán. En una primera etapa, las repúblicas rusófilas mencionadas podrían ser invitadas como observadores, lo que ya les daría ciertas garantías de sobrevivencia.

Porque en la otra parte de la barricada es de esperar que una derrota militar de Ucrania o una cesión política negociada con Rusia provocaría una reacción de los grupos paramilitares neonazis en Ucrania, que podrían trasladarse a otros países ribereños del mar Negro y del Cáucaso, para guerrear contra las repúblicas independientes rusófilas.  

Esta internacionalización de los movimientos paramilitares neonazis agruparía a todos los grupos armados de la extrema derecha antirrusa existentes en toda la región: 

  • El Grupo Bergmann en Georgia, heredero del Batallón de soldados georgianos que combatió junto a los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y que ha sido un soporte esencial en la “revolución anti rusa y prooccidental” de Georgia tras la caída de la Unión Soviética.
  • El Regimiento Azov de Ucrania, movimiento neonazi integrado en el Ministerio del Interior del Gobierno ucraniano y que constituye la punta de lanza de la Defensa Territorial. En dicho movimiento Azov participan grupos neonazis llegados de varios países de Europa, Estados Unidos, Bielorrusia y Georgia. 
  • El Movimiento Mjedrioni, grupo ultraderechista dirigido por Zhaba Ioseliani, fue uno de los pilares de la contrarrevolución antirrusa y de la guerra en Abjasia.  
  • El Pravy Sektor, movimiento neonazi ucraniano, paramilitar y antirruso.
  • El Movimiento Cuerpo Nacional de Ucrania, fundado por Andréi Bilietsky, uno de los comandantes del Batallón Azov. Es teniente coronel de la Milizia del Ministerio del Interior ucraniano. 

La proliferación de grupúsculos neonazis en los países que formaron parte de la Unión Soviética ha sido permitida cuando no alentada por las autoridades prooccidentales que se instalaron en estos países tras las “revoluciones de color”. Fuertes en Ucrania, donde han gozado del apoyo oficial del Gobierno de Kiev desde 2014, esos grupos fuertemente armados sueñan con constituir un Ejército internacional de mercenarios para combatir a Rusia y a las repúblicas asociadas. 

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