Se busca al presidente del Gobierno y a sus ministros de Exteriores y Defensa

Me llegan ecos de que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, está inapetente, duerme mal y en ocasiones se desvela toda la noche.

Los médicos no aciertan a saber qué le ocurre, pero parece ser que los síntomas son la consecuencia directa de no haber dejado ni un solo momento de estar hondamente preocupado por el feliz regreso de los españoles, intérpretes y colaboradores afganos que, hasta hace escasas horas, permanecían en Kabul temiendo por sus vidas y las de sus familias.

Algunos se atreven a manifestar que Pedro Sánchez ha tenido un bajón en su tímida personalidad, se ha fugado sin escoltas de la minúscula residencia oficial de “La Mareta”, en la isla de Lanzarote, y está en paradero desconocido. Otros lo desmienten y afirman que continúa allí, mientras disfruta de sus merecidas vacaciones de verano, se broncea al cálido sol canario y se relaja de las continuas contradicciones y dolores de cabeza que le propinan sus díscolos ministros.

Para corroborar que no se ha evaporado, sus colaboradores recalcan que la residencia que gestiona Patrimonio Nacional se ha convertido en una especie de Cuartel General Supremo de las Fuerzas Armadas españolas. Y que el presidente, desde tierras canarias, con sus altos conocimientos geoestratégicos y tácticos, se dedica a supervisar minuto a minuto cada uno de los pasos del Ejército de Aire en su arriesgada operación de extracción. Y eso, a pesar de que es competencia directa del Estado Mayor de la Defensa (EMAD) que capitanea el almirante Teodoro López Calderón.

La misión de repatriación de los seis españoles de la Embajada que según Exteriores permanecían en Kabul y de un núcleo de familias afganas lo conduce el Mando de Operaciones del EMAD, que está regido por el teniente general del Ejército del Aire Francisco Braco. Él y su equipo de militares de Tierra, Mar y Aire, todos ellos con una amplia experiencia en gestión de situaciones de crisis, permanecen en turnos ininterrumpidos de mañana, tarde y noche, siguiendo a través de satélites espía y de comunicaciones encriptadas la evolución de los acontecimientos.

Reciben datos e imparten órdenes para que el aterrizaje, la estancia en Kabul y el despegue de los tres aviones militares de transporte A400M del Ala 31 enviados desde la base aérea de Zaragoza estén protegidos frente a posibles ataques talibanes. Y para que el trayecto de regreso a España se desarrolle de forma exitosa.

El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, y la ministra de Defensa, Margarita Robles, se han solidarizado con su jefe y se han esfumado del escenario público. En la madrugaba de hoy jueves, 19 de agosto, el ministro Albares por fin ha aparecido, ha madrugado y se ha personado en la Base Aérea de Torrejón (Madrid) para recibir a los rescatados. Sin su acogida personal junto al ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, los recién llegados afganos podrían sentirse minusvalorados.

Resulta evidente que no es una situación de ‘casus belli’ la presencia en el Congreso y ante las cámaras de televisión del presidente Pedro Sánchez, de la ministra de Defensa, Margarita Robles y de su reciente compañero de Gabinete en Exteriores, José Manuel Albares, para dar cuenta de la operación desde el punto de vista político a la oposición, a los coaligados con el Gobierno y a todos los españoles. No obstante, es bueno saber que hace muy poco tiempo, en la prestigiosa Universidad de Harvard, una pareja de veteranos profesores de Relaciones Internacionales definieron dos nuevos y revolucionarios conceptos que eran desconocido para la humanidad: el de “liderazgo” y el del “ejemplo”.

Los de Harvard citan como antecedentes al general romano Publio Cornelio Escipión y al cartaginés Aníbal. También afirman que un tal Winston Churchill, al parecer primer ministro británico en la primera mitad de los años 40 del pasado siglo, practicó con éxito el “liderazgo” y el “ejemplo” al enfrentarse con sangre, sudor y lágrimas a la Alemania de Adolf Hitler, a la Italia de Benito Mussolini y al Japón de Hideki Tojo. Pero no es seguro que fuera así, ni que Winston Churchill no fuese más que una invención del chino Xi Jinping o del ruso Vladimir Putin.

Pero en el Palacio de la Moncloa, en la sede central de Ministerio de Defensa en Castellana 109 y en el Palacio de Santa Cruz no quieren arriesgarse a ejercer el “liderazgo” y el “ejemplo” y han sacado conclusiones de lo que, según cuentan algunos chismosos, le ocurrió al tal Churchill, caso de que la existencia del tal personaje británico sea cierta y no una falacia.

Cuentan que Churchill, tras derrotar a alemanes, italianos y japoneses en una titánica lucha en cuatro continentes, perdió las elecciones de julio de 1945. Pedro Sánchez, Margarita Robles y José Manuel Albares quieren evitar a toda costa que la práctica del “liderazgo” y del “ejemplo” les acarree algo parecido. No obstante, cuando todos los cuatrimotores A400M estén de regreso en tierras españolas con sus tripulaciones y pasajeros sanos y salvos, no es de descartar que los tres políticos citados salgan a la palestra de forma secuencial como artífices del éxito conseguido.

Es previsible que se prodigarán en afirmar frente a las cámaras de televisión y en declaraciones a cadenas de radio, agencia de noticias y periódicos que “se sienten orgullosos” de los militares españoles y de cuantos hombres y mujeres han hecho posible la misión de rescate.

La pregunta es si, al menos, el almirante Teodoro López Calderón y el teniente general del Aire Francisco Braco, como responsables directos de la operación de extracción, recibirán autorización de la ministra Margarita Robles para contar ante las cámaras y los medios de comunicación la crítica misión. Y si antes o después acudirán a la Comisión de Defensa del Congreso para desgranar los detalles operativos.