Opinión

Todo o nada

photo_camera Alí Jamenei

En opinión de los analistas políticos e incluso de los negociadores del 4+1 (China, Alemania, Francia, Rusia y Reino Unido), es incomprensible que el régimen iraní, que ha negociado durante seis sesiones y ha alcanzado concesiones, haya decidido ignorar los logros anteriores. En lugar de ello, aportan nuevas expectativas y exigencias a la mesa de negociación. Las nuevas exigencias de Irán no sólo son exageradas, sino también impracticables.

Ahora es de dominio público que el régimen iraní está tratando de ganar tiempo para producir uranio enriquecido al 90%. El régimen podría estar a punto de fabricar una bomba nuclear con las técnicas necesarias. Sin embargo, esto no explica todas las peligrosas intenciones del régimen iraní.

Para entender el comportamiento del régimen iraní, debemos remontarnos a 2019, cuando surgió un nuevo capítulo. No me refiero a la furia de los jóvenes insurgentes, que fueron disparados por orden directa de Jamenei, con el resultado de miles de muertos, detenidos y heridos. En cambio, en 2019, un nuevo fenómeno social anunció su formación en 2018 y alcanzó un nuevo nivel de madurez dentro de 2019.

El aspecto político del levantamiento de 2019 es mucho más potente que su naturaleza económica. Este nuevo fenómeno social consiste en la clase media empujada hacia abajo y empobrecida. Una clase que es totalmente consciente de sí misma y sabe lo que quiere. Esta clase quiere cambiar y derrocar la estructura existente de los mulás gobernantes. 

Jamenei se dio cuenta del mensaje del levantamiento de 2019 mejor que nadie y, en consecuencia, manifestó su nueva estrategia. En las elecciones presidenciales de Irán del año 1400 (calendario persa, equivalente a 2021), una gran mayoría de los candidatos fueron descalificados y no pudieron anunciar su candidatura, entre ellos el expresidente del Parlamento y su asesor Larijani. Jamenei quería que ningún candidato serio se interpusiera en el camino de su candidato favorito, Ebrahim Raisi, de quien espera que controle la volátil situación social y económica de Irán.

Barril explosivo

La investidura de Ebrahim Raisi debe describirse, ante todo, como una formación bélica destinada a contrarrestar las revueltas generalizadas mientras sigue teniendo la mano abierta en sus programas nucleares y de misiles, en la guerra regional y en las aventuras internacionales. Si el Líder Supremo de Irán se hubiera tomado en serio la idea de llegar a un acuerdo nuclear con Occidente, esto podría haberse logrado antes de que finalizara el mandato de Rohaní y Zarif. En este sentido, Ebrahim Raisi era la persona más obediente para Jamenei.

Organización del Mando Disciplinario General

Hace tres semanas, Jamenei, el comandante en jefe, ascendió a la Policía iraní a la posición organizativa del Ejército y la Guardia Revolucionaria. A diferencia de todos los países del mundo, puso bajo su mando a todas las fuerzas de seguridad y militares de Irán. El comandante de la fuerza policial está al mismo nivel que los comandantes del Ejército y de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica. Además, el comandante en jefe de las fuerzas policiales, que antes era ministro, será ascendido al mismo puesto que el vicepresidente primero. Y lo que es más importante, una fuerza policial como el CGRI formará una nueva organización de inteligencia paralela al CGRI y al Ministerio de Inteligencia. En la nueva agencia de inteligencia se emplearán nuevas prisiones e interrogadores. Hasta ahora, al menos 20 miembros de la Guardia Revolucionaria forman parte del gabinete de Ebrahim Raisi.

Además, los actuales gobernadores están siendo sustituidos por nuevos gobernadores afiliados al CGRI. Con tantos cambios estructurales, Jamenei espera domar a la siempre explosiva sociedad iraní. Por eso es justo decir que nadie en el régimen ha entendido el mensaje de 2019, excepto el propio Alí Jamenei.

Todo o nada

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Khatibzadeh, ha declarado que esta vez el acuerdo con los países occidentales es de todo o nada. Para que se llegue a un acuerdo, el régimen renuncia a adquirir una bomba atómica o a desarrollar misiles y acaba con su influencia regional. La asfixiada economía iraní tiene que encontrar una forma de respirar, pero incluso la posibilidad de que se levanten las sanciones llevará al régimen a la mesa. 

Tras el JCPOA de 2015, se entregaron 150.000 millones de dólares al Gobierno iraní. Se le permitió vender su petróleo y ganar un puñado de dinero. A pesar de esas enormes ganancias, durante 2017 y 2018, la sociedad iraní fue testigo de un aumento de las revueltas sociales encendidas por la pobreza. Jamenei pretende aplicar la máxima presión de seguridad sobre la sociedad ante el temor de posibles levantamientos generalizados que se avecinan.

El régimen iraní lo quiere todo, la bomba atómica y las aventuras regionales, para encubrir la represión dentro del país que existe desde hace cuatro décadas. Por eso el régimen insiste en una réplica del JCPOA de 2015. 

Supongamos que el régimen iraní quiere cumplir con el acuerdo y las exigencias del P5 + 1. En ese caso, tiene que cumplir con las demás exigencias. Del mismo modo, el régimen tiene que justificar la muerte de cerca de 500.000 personas debido a la prohibición de las vacunas COVID-19 por parte de Jamenei. Y lo que es más importante, el régimen tiene que responder a las expectativas cada vez mayores del pueblo iraní, que exige una vida mejor. En este escenario, el régimen está cavando su propia tumba, y el pueblo de Irán estará más decidido a empujar a este régimen a su tumba.