Todo sigue atado y bien atado para Jameneí

Sermón del máximo líder de Irán, Alí Jamenei

Alí Jameneí, el Líder Supremo de Irán, dirigió la oración pública del viernes pasado en Teherán por primera vez en ocho años. Esto solo sucede en momentos de crisis para el régimen iraní, como cuando en 2009 una oleada de manifestaciones multitudinarias ―el movimiento verde― puso en duda la limpieza de las elecciones que dieron a Ahmadineyad su segundo mandato. El momento actual es sin duda crítico: en plena escalada militar entre su país y los EEUU, la defensa iraní derribó por error un avión civil que acabó con la vida de 176 personas, la mayoría de ellos nacidos en Irán. La victoria simbólica sobre los estadounidenses que los medios oficiales de la República Islámica querían transmitir se convirtió en una amarga tragedia que no fue asumida oficialmente por el gobierno iraní hasta varios días después.

A pesar del entusiasmo con el que algunos periodistas occidentales las han recibido, las manifestaciones que han tenido lugar en Irán durante la última semana en protesta por el derribo del avión no han sido muy significativas. Estas acciones, protagonizadas por estudiantes y miembros de la clase media de la capital, han contado con muchos menos asistentes que las protestas obreras que sacudieron el país durante el pasado otoño. No obstante, el descontento de varios sectores de la población iraní, exacerbado por la escasez causada por las sanciones económicas estadounidenses, amenaza la estabilidad del régimen a medio plazo. Aunque las autoridades iraníes han reconocido su responsabilidad sobre la destrucción del avión de Ukraine Airlines, ningún alto mando civil o militar ha renunciado a su cargo ni parece que lo vayan a hacer. 

En el sermón de Jameneí no hubo espacio para la autocrítica ni excesiva compasión hacia las víctimas del accidente. El ayatolá se centró más bien en glorificar el ataque con misiles sobre la base iraquí-estadounidense de Ayn al-Asad, en recordar al asesinado general Qassem Soleimani, que se ha convertido en un mártir para el régimen, y ensalzar a los cientos de miles de personas que asistieron a su funeral y que, según el Líder Supremo, mantienen vivo el espíritu de Jomeini treinta años después de su muerte. 
Jameneí centró una buena parte de su discurso en defender la política externa iraní y las operaciones en suelo de Qasem Soleimani y la Fuerza Quds ―una unidad de la Guardia Revolucionaria especializada en guerra no convencional. Estas acciones son cada vez más impopulares debido al elevado coste económico que suponen en un país golpeado por la crisis y con problemas de abastecimiento de medicinas a causa de las sanciones. Según el Líder Supremo, el principal objetivo de las intervenciones exteriores de las fuerzas armadas iraníes es proteger Irán, ya que los enemigos del país han creado una red de grupos terroristas y regímenes hostiles que amenazan la nación. No se trata tanto de aumentar la influencia iraní en la región como de proteger sus fronteras e intereses estratégicos. 

Como es habitual, el Líder Supremo tuvo un momento para criticar para la “prensa sionista” que ha tratado vanamente de “vilificar” a Soleimani calificándolo como terrorista. Según Jameneí, los verdaderos terroristas son los estadounidenses, que crearon el Dáesh y asesinaron al general que logró la victoria definitiva contra ellos. También criticó a los pocos disidentes que se han manifestado y arrancado carteles de Soleimani, y preguntó retóricamente quién representaba mejor a Irán, si ellos o los millones de personas que asistieron al funeral del general. 

Jameneí apenas dedicó un par de frases para lamentar el derribo del avión, un “amargo” y “desgarrador” accidente. Acto seguido, arremetió de nuevo contra los “enemigos” de Irán, a quienes acusó de alegrarse del trágico suceso ya que pensaron que iba a ensombrecer la victoriosa acción iraní sobre la base de Ayn al-Asad. También calificó a los gobiernos del Reino Unido, Francia y Alemania de terroristas y afirmó que no confía en ellos. Finalmente, Jameneí anunció que el objetivo de Irán debía ser ganar fuerza, no solo en el ámbito militar sino especialmente en el económico, reduciendo la dependencia del país a las exportaciones petroleras.

El discurso de Jameneí, en definitiva, no contuvo nada especialmente sorprendente. Como en otras ocasiones en que el Líder Supremo ha intervenido en el sermón del viernes, su mensaje fue para consumo interno de los ya afines al régimen y se limitó a repetir la propaganda oficial. No hubo ningún guiño a los manifestantes, ningún gesto de apertura ni ninguna crítica contra los responsables del derribo del avión. 

Cuarenta años después del triunfo de la revolución, Jameneí trata de mostrar que todo está atado y bien atado en la República Islámica. Y sin duda lo está, al menos a corto plazo: la oposición sen Irán se encuentra desunida y amedrentada por la represión de la policía y las fuerzas paramilitares voluntarias, mientras que la mayoría de líderes políticos de la diáspora están desconectados de la realidad en el país y son incapaces de ofrecer una alternativa convincente. Si la situación económica no sigue deteriorando y si no hay un conflicto inesperado, el principal problema que deberá afrontar el régimen a medio plazo será la sucesión del actual Líder Supremo, que este 2020 cumple 81 años.

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