Opinión

Todopoderoso Xi Jinping

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China necesita al mundo para desarrollarse y el mundo necesita a China. La cuestión estriba en si el todopoderoso Xi Jinping al afirmar esta idea se plantea un mundo al servicio de China con sus modos, comportamientos y purgas comunistas o una China cumpliendo la legalidad y el derecho internacional y, por tanto, jugando un papel relevante y respetuoso con los demás competidores.  

Por supuesto que estamos hablando de comercio, desarrollo y poder económico porque si trasladamos esas intenciones al plano político y social, los derechos y libertades de las democracias en el mundo corren serio peligro. La primera, la de Taiwán porque en sus intervenciones en el Congreso del Partido Comunista, que le ha encumbrado como el hombre con más poder en China desde Mao Zedong, Xi Jinping ha advertido que no descarta el uso de la fuerza para recuperar la que considera integridad territorial con la isla de la China democrática. Sus ideas se guardan ya como dogmas de un ideario que pretende elevar al gigante asiático como la gran potencia del mundo en todos los aspectos como colofón de un camino que inició hace diez años y que ahora refuerza con su reelección como máximo dirigente del partido, lo que le supondrá su segura continuidad en marzo como presidente del país. A sus 69 años, Xi Jinping ha eliminado de los órganos de poder a representantes de otras facciones que, a duras penas y mucho silencio y sometimiento, sobrevivían a la apisonadora que representan sus ambiciones claras y definidas. No hay medias tintas, ni pudor, ni guardar las formas. La purga pública del anterior presidente Hu Jintao, echado de la sala del congreso a la fuerza, al lado del nuevo líder, no es una imagen simbólica. Es una demostración del poder que ejerce sin miramientos en el seno de su organización, respaldado en gran medida por la lucha contra la corrupción y el culto al dinero y el hedonismo, pero en realidad, como mensaje nítido y sin ambages que dirige también hacia el exterior.  

En esa concentración de poder, de rodearse de incondicionales, Xi Jinping corre un riesgo notable como es dejar el poder de la gestión del día a día a quien no ha demostrado con sus medidas durante la lucha contra el coronavirus que fuera el más capaz. Es lo que ocurre con este tipo de dictaduras y nuevos emperadores que exigen total y absoluto seguidismo con un incondicional ¡sí señor! Es el pensamiento único donde no caben ni críticas ni discrepancias y aquellos que tienen capacidad y preparación deben someterse sin rechistar, aunque la mediocridad sea la tónica gobernante. China es la amenaza tecnológica, comercial, económica y ahora con el todopoderoso Xi Jinping, aún más política y militar.