Opinión

Tristes armas si no son palabras

photo_camera Said Chengriha

Mientras Argelia denunciaba ante la ONU una supuesta agresión contra vehículos argelinos en territorio de soberanía marroquí, la Comunidad Internacional se preguntaba por el motivo de la presencia de esos artefactos en una zona supervigilada y protegida por las FAR (Fuerzas Armadas Reales).

Con ello, la Junta Militar argelina, que había fracasado en el paso de El Guergarat con efectivos polisarios, se ha inventado otro escenario teatral como un ingrediente más para amenazar la paz en la región, evitar el diálogo y retardar así su propia implosión.

En efecto, Argelia habría orquestado la historia de los “camiones” para después ordenar a su prensa mantener el discurso del odio contra Marruecos y crear un ambiente prebélico para desviar la atención de la opinión pública ante la evidencia de su fracaso en la cuestión del Sáhara. Un proselitismo a imagen y semejanza de la banda separatista polisaria cuando ésta rompió supuestamente el alto el fuego, hace ya un año, comunicando falsos partes de guerra dignos de una pésima función teatral.

Recordemos que Argelia ya está en guerra con Marruecos desde 1975. Las batallas, llamadas Amgala I y Amagala II, fueron históricas por la participación directa del Ejército argelino en ambas contiendas. Batallas con amargas derrotas y con muchos rehenes, entre ellos el actual dirigente militar argelino, Said Chengriha, y responsable del cataclismo que hoy sufre el país, debido, entre otras cosas, a una actitud revanchista y personal del mismo. Un revanchismo enfermizo heredado de sus antecesores, igualmente derrotados en la Guerra de las Arenas (1963).

Argelia es el Polisario y éste es Argelia, actor e instigador del pseudo conflicto de las Provincias del Sur del Reino. Y no ha dudado en romper sus relaciones con Marruecos, cerrar el espacio aéreo a sus aviones, acusarlo de atacar camiones argelinos y cortar el gasoducto Magreb-Europa, a través de Marruecos, para desviarlo hacia el Medgaz, directo a Almería, pero poco competitivo en términos técnicos y económicos. Una decisión irracional, que se añade a un cúmulo de despropósitos, con la pretensión de influir en la política exterior española respecto del Magreb manejando, a su antojo, el grifo del gas y su precio. Un recorte sin grandes consecuencias para Marruecos, país casi autosuficiente y considerado como líder de África en materia energética ecológica según el MIT Technology Review.

La dictadura militar se está aislando internacionalmente y debilitando en todos los aspectos, aunque sus lazos con Irán son cada vez más estrechos. Ha perdido la batalla diplomática ante el Reino de Marruecos quien, en una estrategia global magistralmente diseñada, ha conseguido apuntalar su influencia y liderazgo regional, así como su carácter pacifista y dialogante. Un esfuerzo reconocido por la Comunidad Internacional y que el Consejo de Seguridad (CS) de la ONU acaba de respaldar al adoptar la única solución política posible, propuesta por Marruecos, que es la Autonomía de las Provincias del Sur bajo soberanía del Reino. Una solución aplaudida igualmente por la diáspora saharaui pro-Polisario que asiste impotente al rechazo polisario-argelino a la mesa de negociaciones.

Un rechazo que confirma su derrota y plantea a los “generales” dos graves problemas, uno, los paramilitares polisarios y, dos, la propia continuidad del régimen argelino. Es así como se ha convertido el Polisario en un ‘Alien’, ese cuerpo extraño, y armado, dentro del territorio argelino. Y, por otro lado, la Junta Militar, presidida por Chengriha, que podría tener los días contados ante el descontento de los propios militares. Un Ejército que padece graves pugnas y deserciones internas, sin experiencia bélica real y con la Comunidad Internacional en contra. Y, lo más importante, sin apoyo popular ya que la población argelina está fracturada socialmente y nunca había asumido la falacia de las acusaciones de sus militares contra Marruecos ni entendido tampoco cómo una cuestión ajena ha podido llevar al país a la pobreza extrema.

En este contexto, Argelia reúne todos los ingredientes necesarios para perder una hipotética guerra con Marruecos. Y es mucho más probable una implosión castrense que una guerra abierta con un vecino que sólo desea buena vecindad, paz y prosperidad. De modo que una guerra en el norte de África no es posible, pues supondría el fin del totalitarismo argelino que los “generales" no están dispuestos a perder. Por lo que el diálogo auspiciado por la ONU sería una salida negociada, sin perdedores ni ganadores.

Ya es hora de que los “generales” argelinos reflexionen sobre sus continuos fracasos cosechados, desde hace ya 46 años, y asumir sus responsabilidades políticas por no tener un proyecto de país, por haber fracasado en su intento de acceder al Atlántico utilizando al Polisario como caballo de Troya, por haber frenado el desarrollo de la Unión del Magreb Árabe (UMA) y por haber convertido un país rico en uno pobre y al borde del precipicio.

Argelia no parece medir la gravedad de sus decisiones que afectan a su propia población ni los riesgos que representan para la región a sabiendas de que no obtendrá ninguna concesión respecto a las Provincias del Sur del Reino cuya marroquinidad está siendo reconocida internacionalmente.