Trump-Biden: primer asalto con el lago Erie como testigo

Joe Biden Donald Trump

Este martes de madrugada, hora española, se celebrará en la universidad Case Western Reserve de Cleveland, a pocas manzanas de la orilla del lago Erie, el primer debate electoral ante las cámaras de televisión entre los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos. La cita merecerá la atención de millones de telespectadores en todo el mundo y dará una primera pista real del estado de los dos contendientes, que van a estar cara a cara por primera vez desde que fueron proclamados por sus respectivos partidos en el mes de agosto. Al show electoral, que en Estados Unidos se regula legalmente por una comisión bilateral de republicanos y demócratas, se llega con las acusaciones contra el presidente publicadas en una de sus bestias negras, el diario The New York Times, que ha desvelado las declaraciones de la renta, o mejor dicho la ausencia de declaraciones de IRPF, de Donald Trump desde hace tres lustros. La información estaba guardada en un cajón hasta la víspera del primero de los tres debates, y sale a la luz con fuerza hasta el punto de que ha obligado a Trump a contestar con rapidez desde Washington, sin esperar a su primer mitin tras su publicación. 

Discernir cuánto daño hará esta noticia al candidato republicano es difícil, pero nos atrevemos a vaticinar que poco. Sus opciones electorales, aún por debajo de las de Biden en apariencia, no se verán alteradas por la confirmación de que paga pocos impuestos en un país donde el pago de impuestos es considerado poco menos que la confiscación de la riqueza nacional generada por los ciudadanos. Que la mayoría de ellos haría de buen grado lo que Trump, en una palabra. La mentalidad demócrata, asimilable, aunque no del todo a la izquierda tradicional, concibe la fiscalidad más como un sistema de justicia popular en la que los que más tienen deben ser los que más paguen. Así pues, en USA 2020 ya tienen una reforma por delante de proporciones tan grandes como las del Obamacare si Biden logra 270 votos en el Colegio Electoral. 

Impuestos al margen, las acusaciones de Trump llevaban hasta ahora la delantera como casi siempre. Las últimas, que serán munición durante el cuerpo a cuerpo en televisión, hacen referencia al cuestionamiento de la limpieza de los comicios por sus sospechas sobre el voto por correo.  En una democracia moderna como la americana, escuchar a un candidato que además dirige la administración sospechar de un pucherazo diciendo que no entregará el poder pacíficamente es algo inaudito que dice muy poco sobre el actual momento de la política en la primera potencia. Lo mismo que escucharle pedir un test antidroga para su adversario. Pero Trump es la cara B del candidato y del político tradicional, y con la crisis del sistema y de los valores en el mundo occidental su personalidad ha barrido en los últimos años, y veremos si lo sigue haciendo tras el 3 de noviembre. 

La batalla judicial será otra de las claves de la noche. La propuesta de la magistrada conservadora Amy Conie Barret para ocupar la plaza vacante por la muerte de Ruth Bader Ginsburg, progresista por los cuatro costados, vuelca la mayoría republicana a su favor en el Tribunal Supremo. No en vano, y por acuerdo de los dos equipos de campaña, este asunto será el primero de los seis que se debatirán durante un cuarto de hora cada uno en la noche del martes al miércoles (los demás serán la pandemia, la crisis económica, los abusos policiales con la población negra, la integridad y el liderazgo y, por último, los antecedentes de ambos candidatos. ¿Aceptarían dos candidatos españoles este menú?). Si finalmente esa operación de sustitución en las altas instancias judiciales a pocas semanas de unas elecciones se lleva a cabo, será un golpe poco democrático porque lo lógico sería esperar a que la nueva administración haga una nueva propuesta para cubrir la vacante que será vitalicia. 

El moderador será el último punto para tener en cuenta en el cara a cara. Chris Wallace, presentador de Fox News, no es un árbitro comprado para Trump, aunque pudiera parecerlo. Es cierto que su cadena es la favorita del presidente, que la apoya y acude a todos sus programas semanalmente, pero el comunicador pactado no es santo de su devoción. A él y a su padre, el legendario Mike Wallace, suele ridiculizarles en sus intervenciones sobre los medios de comunicación. La pericia del periodista y su experiencia vaticinan pocas meteduras de pata por su parte en la noche del día 29. 

¿Habrá sorpresas sobre el escenario? No parece que la opinión pública esté esperando esta vez un gran golpe ocurrente de Trump, que podría producirse, y por el contrario sí se espera a un Biden seguro, tranquilo (Sleepy Joe, según sus detractores), defendiendo la ola favorable de los sondeos y más preocupado de no cometer sus habituales errores verbales en un programa que va a durar 90 minutos. Trump se cebará en todas estas circunstancias que hacen de Biden un rival temeroso y poco proclive a salir de casa, y apelará a romper el exceso de burocracia que representa el senador por Delaware. Los asesores de Biden le han aconsejado no entrar en el barro, sustancia en la que su populista rival le ganaría siempre, bajo la acertada teoría de que bajando al barro es inevitable no ensuciarse, y Joe es sinónimo de elegancia y formas exquisitas. Ha ensayado su respuesta a los probables golpes de efecto de Trump en el plató. 

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