Turismo de proximidad
Vuelve FITUR’23 del 18 al 23 de enero tras sortear la pandemia del coronavirus y en plena invasión del pueblo ucraniano por mercenarios rusos. Egipto, Marruecos, Israel, Túnez, Jordania, Kenia y Sudáfrica serán los estands de referencia al sur del Mediterráneo para empresarios del sector y para turistas y viajeros en esta XLIII edición.
España es un top 5 mundial. Somos una potencia cosmopolita y global desde los años sesenta. Tenemos los mejores ingredientes para atraer fatalmente al visitante. Por eso se sienten como en casa. Y vuelven al lugar donde han sido felices. Nuestra restauración está repleta de “empresas con alma”. Y el tiempo es nuestro eterno aliado.
La lucha y la defensa de las libertades y de la democracia de Kiev a Jersón es un deber como ciudadanos y como europeos. El comercio se inventó, precisamente, para evitar las guerras. Y la exploración de cada sociedad, pueblo, rio, valle, cordillera, horizonte o monumento -lo que llamamos turismo- es el gran fenómeno social, cultural y económico desde que terminó la II Guerra Mundial.
La ruptura de las reglas del juego por Moscú en plena crisis energética confirma la necesidad de no depender energética y digitalmente de países autoritarios. Sin paz no hay libertad y sin libertad no hay turismo. No hay nada.
El impulso viajero viene de lejos; Marco Polo o el Descubrimiento de América cambiaron el mundo. El turismo ha sido siempre un “puente romano interminable” para la tolerancia y un eslabón principal en la cadena de la paz.
Un turista viene a disfrutar, a conocer y compartir nuevos sentires y emociones. España es una potencia mundial donde el clima y la amabilidad de nuestras gentes nos han permitido pagar la factura del petróleo desde hace seis décadas. La playa, la montaña, las 25 Ciudades Patrimonio de la Humanidad, nuestras islas, museos, castillos, iglesias, catedrales y nuestra gastronomía, han atrapado a más de 3.000 millones de extranjeros que se han sentido aquí como en su propia casa.
España abre las puertas del paraíso. El turismo ha sido la mejor escuela de diplomacia para vender nuestras virtudes y fortalezas en el mundo. Con nuestros Reyes don Felipe y doña Letizia como embajadores plenipotenciarios.
Hoy en este tiempo de recesión técnica y humana, reivindicamos un nuevo turismo, el turismo de precisión o turismo de proximidad. Para propios y extraños. Empecemos por el universo rural, el de la gente buena. La España vaciada requiere ir regando su soledad con dinero solidario. Un turismo que ilusione a la Atlántida del campo. Casi todo está por descubrir y todo resulta sorprenderte: comida, vinos, arte, ríos, cultura, artesanía e historia, aunque sea la historia de las ruinas de nuestro glorioso pasado. Tres milenios de civilización nos contemplan.
Antes de que los molinillos destruyan los paisajes y los huertos solares degraden nuestra fauna y flora, hay que transformar la incertidumbre en esperanza. Los Paradores Nacionales son atalayas privilegiadas donde el mundo se ha detenido para saborear viandas y caldos de los alrededores.
Otra opción asequible es la de “desestresarse” con las aguas termales. Los baños limpian los cuerpos y las almas. Son fuentes de vida y están repartidos por toda nuestra geografía.
La observación de aves, la micología o la ceremonia de la matanza de los cerdos nos reconcilian con la España olvidada y con nuestro pasado de recolectores y ganaderos.
Mientras dure la guerra hay que reivindicar la cultura del agua: sin lluvias ni nieves abundantes, hay que visitar nuestros pantanos, y subir a los campanarios de las iglesias sumergidas durante decenios para alertar a nuestros políticos que el agua es de todos y que el Plan Hidrológico Nacional es urgente y necesario. Sin agua no hay vida.
Convendría, queridos conciudadanos, volver a ver a nuestros héroes de la tierra calcinada por la desidia. Este año ha sido catastrófico. La reconstrucción nos llevará cinco lustros. Este también sería un turismo de calidad para conocer de primera mano los efectos de nuestros rastrojos calcinados.
Aunque se demuestre que el Big Bang -Gran Explosión y último horizonte- pueda ser una teoría insuficiente para explicar el origen del Cosmos y se impongan las investigaciones de Vagpozzi y Loeb con el Gran Rebote -The Big Bounce-, vamos a despejar dos caminos del nuevo turismo de precisión: uno, es el turismo del teletrabajo.
Canarias ofrece unas condiciones inmejorables en calidad de vida y en precios. Miles de británicos, franceses, nórdicos y alemanes se han instalado ya en el Archipiélago, a solas en el Atlántico, porque les resulta más barato que trabajar en sus domicilios. Empresas alemanas subvencionan en parte el costo a sus nacionales. Solo es indispensable tener una buena cobertura wifi, sol y amabilidad alrededor.
Y en esta línea, apoyamos también el turismo energético. En la Europa del Norte, las tarifas del gas y de la luz posibilitan que el Mediterráneo se haya convertido en el espacio más sostenible para vadear este invierno de nuestros desencantos. A los jubilados les sale rentable vivir entre las costas del Azahar y la del Sol desde los Santos hasta las Fiestas de San Juan. Helio tiene la culpa.
El turismo es un bálsamo para aprender y entender que, tras la televisión e Internet, somos todos ya un solo mundo. Nos pasa como a los girasoles: siempre buscamos la luz. Incluso en los días nublados se miran unos a otros compartiendo energía.
La naturaleza nos enseña que, si no nos visita el astro rey cada despertar, nos tenemos a nosotros mismos. Siempre hay una mano abierta y una sonrisa amplia para recorrer nuevos caminos a la vuelta de la esquina. Turismo humano. Turismo de mayor precisión. Más próximo. Solo se llega antes, cierto; pero juntos llegamos más lejos.
FITUR, otro año más, nos devuelve la vida y la esperanza. Tengamos siempre presente que la vida es el mejor viaje. Madrid, siempre es un gran punto de encuentro. El turismo, sin duda, es un gran invento.
*Antonio Regalado es periodista y dirige BAHÍA DE ÍTACA en: aregaladorodriguez.blogspot.com