Una negociación al límite

NATO

El pasado día 10 de enero tuvo lugar la primera reunión bilateral entre Rusia y Estados Unidos para tratar la propuesta ofertada por el país ruso para desescalar el conflicto cuyo epicentro es Ucrania.

Esta primera reunión, cuyo resultado ha estado marcado por varios hechos relevantes, no ha servido más que para que cada participante reafirme su postura o, dicho de otro modo, para que Rusia reitere sus peticiones y EEUU escuche.

El primero de los citados hechos, como no, viene determinado por el significativo incremento de fuerzas que, por su disposición, composición y ubicación, hacen pensar a todos los analistas militares que una intervención es inminente.

El segundo es la colección de declaraciones por parte de diversos altos cargos rusos, incluyendo al propio presidente Putin1, justificando su postura y construyendo un relato que soporte su postura y razone cualquier acción que se lleve a cabo. A estas declaraciones ha de añadirse la colaboración de medios afines y la difusión de noticias como la presencia de elementos de PMCs (Compañías Militares Privadas) extranjeras pertrechadas con sustancias químicas sin determinar, todas ellas dirigidas claramente hacía su propia audiencia como consumo interno. Se trata de un claro intento de posicionar a su propia población del lado de una intervención armada.

El tercero ha sido la rápida y contundente intervención en Kazajistán. Que, si bien ha sido a petición del presidente Tokayev, ha servido para dos fines muy concretos: por un lado, ha contribuido providencialmente a “limpiar” el panorama político de la antigua república soviética de opositores, ha afianzado el control ruso de un país fundamental dentro de su órbita y ha demostrado las capacidades reales de reacción y despliegue de las Fuerzas Armadas rusas. 

Y el cuarto es el claro posicionamiento de desprecio hacia la Unión Europea, que, en caso de enfrentamiento, sufrirá directamente las consecuencias de este, si no, y esto es muy significativo, hacia el Gobierno del otro actor principal, Ucrania. Esto es algo realmente sorprendente, pero tampoco debería sonar como algo nuevo, pues recientemente los propios Estados Unidos negociaron en Doha un acuerdo de paz con los talibanes en unas conversaciones bilaterales en las que le Gobierno legítimo de Afganistán no estuvo presente. Esta es una analogía que tal vez por incomoda nadie quiere recordar.

Ambos hechos tienen una clara intencionalidad. En lo que se refiere a la UE es una forma se sacar de la ecuación a un actor al que considera irrelevante al mismo tiempo que crea disensiones no sólo internas, sino con EEUU, pues para este último será mucho más fácil tomar una postura propia que consensuada con la UE. Es el “divide y vencerás” elevado a su máxima expresión. Por lo que atañe a Ucrania demuestra desprecio hacia su Gobierno y hacia un país que considera artificial y parte de Rusia a pesar de su estatus actual.

Pero bajemos al fondo de las posiciones de partida. Rusia ha planteado unas exigencias que pueden considerarse como imposibles o al menos fuera de toda lógica, y en parte así es. Ello a pesar de que el particular prisma bajo el que Rusia ve el mundo, que no es el mismo que Occidente y que es algo que no debe dejarse de lado, su visión histórica y su idiosincrasia, estas peticiones tienen todo el sentido. Pero aun así son conscientes de que nunca serán aceptadas. Lo cual no debe confundirse con una excusa para recurrir a la fuerza militar.

A pesar de todo lo anterior, las peticiones no deben entenderse como un pretexto. Es una norma básica ante cualquier negociación. Los negociadores saben, o deben saber, cuál es su objetivo. Esto que parece obvio, en estas circunstancias no parece serlo para uno de los contendientes, porque Rusia ha presentado, aceptables o no, una serie de peticiones concretas, algo que no hemos encontrado en la otra parte. Una vez establecido el objetivo, se marcan líneas, líneas a las cuales replegarse durante la negociación, situando estas los más próximo posible a ese objetivo definido y alcanzable. Y al tiempo se establece otra más: la línea del mínimo aceptable. Aquella que bajo ningún concepto se traspasará porque entonces lo logrado no satisface ese mínimo marcado anteriormente. A partir de ahí, siempre se pone el punto de partida en las aspiraciones máximas, aun a sabiendas de que difícilmente serán satisfechas.

Resulta pues llamativo que sorprendan las peticiones de Rusia. Simplemente han establecido el punto de partida. Del mismo modo que es lógico en estas lides reforzar las posiciones propias con hechos tangibles. Y aquí el hecho tangible es el despliegue de fuerzas. Con este, Rusia simplemente está lanzando el mensaje de que va en serio, que quiere negociar un nuevo estado de las cosas y que está dispuesto a lograr su objetivo. Se puede entender como una amenaza, evidentemente en cierto modo lo es. Pero es parte del “juego”. Con ese movimiento hace que su oponente se plantee si es cierta o no la disposición a usar la fuerza y hasta que punto. Eso crea no sólo incertidumbre y debilita su posición negociadora, sino que socava la ya de por si debilitada posición de unión de todos los socios de la Alianza y de la Unión Europea.

Muchos medios parecen empeñados en propagar la idea de que Rusia está amenazando a Europa y a la OTAN. Y esto, al menos por el momento, no es cierto. Hay que dejar algo claro para evitar suspicacias, el recurso al uso de la fuerza para obtener lo que sea nunca es aceptable. Pero dicho esto, pretender que la OTAN se involucre en el conflicto de Ucrania es algo fuera de lugar. Rusia conoce muy bien el terreno que pisa, y no busca un enfrentamiento militar ni con la Alianza ni con EEUU. Y, además, sabe perfectamente que llegado el caso no sólo no habría unanimidad entre los países miembros, sino que un espectáculo público de tal desunión probablemente la dejaría herida de muerte, y mucho más después del espectáculo de Afganistán. Por ello será la propia Alianza la que no se pondrá en esa situación. Sus ojos están puestos en Ucrania, y más concretamente en la zona que queda delimitada por el rio Dniéper al oeste y la actual frontera al este. Esa franja de terreno es la que le proporcionaría la ansiada zona de colchón que le separe de las fronteras de la Alianza, al tiempo que le permitiría disponer de un corredor terrestre con Crimea y probablemente con Transnistria, unificando así toda la zona de marcada influencia rusa.

Los recientes movimientos e incidentes más al norte (Suecia y Noruega)2, deben interpretarse como una forma de alejar el foco de su principal objetivo y de crear una sensación de alarma o temor generalizado. Una acción de tales dimensiones sólo se podría dar en el caso de que Suecia solicitara su ingreso en la OTAN. Si eso sucediera, o, mejor dicho, si Rusia tiene la confirmación de que eso va a suceder, entonces sí, entonces se daría el paso, pero por los mismos motivos expresados anteriormente. Si Rusia ocupara la isla de Gotland, ¿se arriesgaría la OTAN a admitir a un país cuya entrada en la Alianza significaría de facto la entrada en un conflicto bélico con Rusia? ¿Habría unanimidad entre los actuales miembros?

Por ello debemos concluir que por ahora estamos asistiendo a un proceso de negociación de libro donde uno de los contendientes parece disponer de una mano ganadora, pero no se debe olvidar que este tipo de “juegos” son muy peligrosos y que siempre se sabe cómo empiezan per nunca cómo acaban.

Referencias:

1 - https://www.linkedin.com/posts/activity-6885673998114459648-R-4a

2 -   Sobrevuelo de dos centrales nucleares suecas por drones no identificados, movimiento de buques de asalto anfibio rusos y el corte de un cable de telecomunicaciones submarinas noruego

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