Venezuela: cuando la COVID-19 es el mal menor

Crisis en Venezuela

La pandemia hace mella en Latinoamérica. Hace pocos días, América superaba a Europa en número de contagios, aunque en índice de mortalidad aún no se produzca ese sorpasso. La incidencia va por barrios, como ocurre también en Europa, por la diferencia y los plazos con que se han aplicado las medidas para evitar propagar el coronavirus: España tiene casi 30.000 muertos reconocidos y Portugal apenas 1.200. Todos los gobiernos están implicados en la derrota de la amenaza, y en las decisiones necesarias para frenarlo. 

Si hay un país en el continente al que la incidencia del virus le preocupa relativamente ese es Venezuela. En la situación que se encuentra la sociedad venezolana, con dificultades de la población para encontrar alimentos, para acceder al agua potable, para disponer de energía eléctrica, medicamentos y suministro de combustibles, los hospitales tampoco tienen los elementos esenciales para prestar una atención sanitaria mínimamente aceptable. Hay temor al contagio, como en todo el mundo, especialmente para los mayores que son los más vulnerables. Pero viendo los riesgos que corren los venezolanos estos días, la amenaza de la COVID-19 es muy relativa. 

Acudir a los supermercados y tiendas de comestibles ha dejado de ser una opción ante la carestía de productos en sus estanterías. Lograr alimentos en los distintos programas humanitarios es más difícil aún. Los turnos pueden durar días hasta que se llega a los repartidores que administran bienes de primera necesidad. ¿Alguien se cuestiona si en las colas del hambre de Caracas, Maracaibo o Barquisimeto es necesario guardar la distancia social de dos metros, cuando de lo que se trata es de conseguir una ración para seguir sobreviviendo? 

En relación a los combustibles, los testimonios de quienes intentan repostar su vehículo de trabajo o particular son demoledores: hasta tres días es necesario esperar para adquirir entre 20 y 30 litros de gasolina, ¡en el undécimo país productor de petróleo del planeta! Venezuela es el país del mundo con mayores reservas petrolíferas, 303 millones de barriles anuales. Y para comprar seis galones y medio de carburante hay que esperar tres días haciendo cola en las estaciones de servicio. 

Las Misiones Salesianas han documentado a través de sus misioneros toda esta situación de emergencia social que coloca al coronavirus como un problema menor de entre los que tienen los venezolanos en esta etapa terrible que les ha tocado vivir como consecuencia de la dictadura impuesta por el chavismo. Los salesianos son una plataforma más de apoyo a una población que no tiene ya soluciones que no pasen por la ayuda humanitaria llegada del exterior, y prestan su apoyo especialmente al segmento de población más vulnerable ante esta tragedia, la infantil. Ofrecen más de setecientas comidas diarias que palían en una pequeña medida el riesgo de desnutrición de niños y niñas. A ello hay que añadir las consecuencias de la carestía en la higiene y en la salubridad en las calles de las ciudades. Un panorama dramático que aboca a Venezuela a una nueva oleada masiva de emigrantes hacia países vecinos que se producirá cuando les restricciones derivadas del virus vayan levantándose poco a poco. 

Las cacerolas se han dejado escuchar en la noche de la capital venezolana, pero como señal de protesta. Las sanciones de Estados Unidos perjudican a la población y le privan de servicios importantes prestados por empresas norteamericanas. Hay un toque de queda decretado por Maduro en las zonas limítrofes con Colombia y Brasil. Muchos venezolanos que habían salido del país, se han visto obligados a volver desde Brasil, Perú y Colombia, al no tener posibilidades de acceder a atención sanitaria. Un tristísimo regreso a su patria. Todo se vuelve en contra de ese país hermano y al que tantos lazos unen a los españoles. 

Y la oposición al régimen dictatorial sigue sin dar con el camino adecuado para desalojar del poder a quien lo usurpa. La preocupación de los venezolanos no es tampoco seguir los acontecimientos palaciegos, como la operación Gedeón contra Maduro incluyendo el desembarco de hombres armados en La Guaira, organizados de aquella manera por militares opositores y un par de antiguos boinas verdes. Teniendo que guardar colas de varios días para conseguir un kilo de harina o unas latas de conserva, eso y el coronavirus son para ellos preocupaciones secundarias.
 

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