Opinión

Xi Jinping, el nuevo único dios chino preparado para la guerra

photo_camera Xi Jinping

Liquidación total de toda disidencia o desviacionismo de la línea que marque el reconfirmado secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh), a la vez presidente del país y de la Comisión Militar Central, y en suma líder absoluto de una China dispuesta bajo su mando a asaltar los cielos del poder hegemónico del mundo.  

Las conclusiones, nombramientos y exclusiones personales, alguna con exhibición pública de una condena humillante, se resumen en un corolario final: Xi Jinping ha sido entronizado como el dirigente chino más poderoso de la historia, comparable a Mao Zedong, aunque con muchos más medios materiales a su disposición y una indiscutible proyección e influencia planetarias.  

El gran líder ha eliminado a todos los que pudieran hacerle sombra o incluso manifestaran algún recelo o pusieran algún pero al pensamiento del máximo jefe. La nueva composición de los 205 miembros del Comité Central del PCCh; los 24 notables del Politburó y, sobre todo, los “7 magníficos” del Comité Permanente, todos ellos varones, componen el cuadro final de la cadena de mando en China, en realidad ejecutores de las órdenes que imparta en exclusiva el único que no puede ser cuestionado ni discutido, Xi Jinping.  

Además de su propio antecesor, el expresidente Hu Jintao, purgado públicamente a través de la imagen en que dos bedeles le obligan a abandonar su asiento, hasta entonces a la izquierda de Xi, son apartados, so pretexto de estatutaria jubilación, el primer ministro Li Keqiang y el presidente del Consejo Político, Wang Yang, ambos considerados partidarios de un mayor aperturismo e integración en el capitalismo occidental. Ese pensamiento ya no rige en China, que en adelante habrá de reforzar sus convicciones marxistas-leninistas, pero con las matizaciones correspondientes, es decir xiístas.  

Todos varones e incondicionales 

Xi Jinping sentará a su exclusiva mesa de decisiones a sus incondicionales. Nombres que habrá que ir reteniendo porque serán los que dispongan del poder delegado del líder máximo: Li Qiang, jefe del partido en Shanghai, futuro primer ministro y considerado ya como la mano derecha de Xi. El número tres será Cai Qi, jefe del partido en Pekín, que será encargado de la agenda en los grandes asuntos del PCCh, y por tanto del Gobierno. Li Xi, procedente de la jefatura regional de Guangdong, que asume el mando de la Comisión Central de Inspección Disciplinaria, el órgano que ha investigado a casi cinco mil dirigentes del partido en el decenio que lleva Xi Jinping en el poder, y ha dictado condenas que van desde los dos años de cárcel a la pena de muerte. Esa misión la ha cumplido hasta ahora satisfactoriamente, pues, Zhao Leji, que se ve premiado con la presidencia de la Asamblea Popular Nacional.  

La cúpula se completa con el incombustible Wang Huning, director de la Central de Investigación Política, que para la mentalidad europea sería un híbrido entre Fouché y Suslov, capaz de haberse hecho imprescindible bajo los mandatos de Jiang Zemin y Hu Jintao, y ahora confirmado también por Xi Jinping. El último de los “7 magníficos” es Ding Xuexiang, que a sus 60 años es el benjamín del Politburó.  

Todos tienen por tanto menos de los 68 años, edad que Deng Xiaoping estableció como límite para la jubilación forzosa. Una regla que rompe ahora el propio líder, que ya ha cumplido los 69, igual que también ha roto la de los dos mandatos como máximo.  

Al margen de la natural tendencia a aferrarse al poder, atemperada solo por los contrapesos legales, en el caso de Xi Jinping parece claro que su erección como líder máximo y absoluto obedece a su propio proyecto de preparar a China para la guerra –son sus propias palabras–, lo que considera inevitable en su disputa por la hegemonía mundial y la destrucción del orden internacional actual y su sustitución por otro en el que prevalezca el modelo de sociedad chino.  

No se trata por lo tanto de una especulación teórica. Del análisis, tanto del discurso de apertura del ya concluido congreso, como de sus paulatinas, constantes y muy medidas declaraciones (nunca en entrevistas, que ha rechazado en los últimos diez años), se desprende su inequívoca voluntad de profundizar en el modelo totalitario de partido único, que justifica en su supuesta eficiencia para sacar de la pobreza a los 800 millones de chinos que aún malviven en ella, e impulsar un desarrollo industrial y tecnológico garantizado por una fuerza militar en cuya modernización se multiplicarán sus presupuestos y no se escatimarán esfuerzos.  

Cuenta atrás para una operación militar especial en Taiwán  

Xi Jinping está convencido de su destino mesiánico para conducir a China a la dominación del mundo, y todos los pasos que da no hacen sino confirmar que antes perecerá que cejar en tal empeño. Países cercanos y lejanos han de prepararse por consiguiente a una actuación cada vez más asertiva de China, empezando por “la isla rebelde”, Taiwán, que no ha de tardar mucho en convertirse en una nueva versión de “operación militar especial” a la ucraniana para ser conquistada.  

Es muy común en Occidente admitir que su mentalidad y cultura son diametralmente distintas de las de China, pero en el comportamiento práctico se tiende a olvidar esa evidencia. Mejor será empezar a tratar de pensar como lo haría Xi Jinping. Nos evitaríamos bastantes sorpresas.