Occidente está en retroceso y tendrá que reaccionar para seguir disfrutando de su libertad y bienestar.

¡Salvar al soldado West! El declive de Occidente

Occidente está en retroceso y tendrá que reaccionar para seguir disfrutando de su libertad y bienestar.

La excelente película de Steven Spielberg, Salvar al soldado Ryan, nos muestra en sus primeras imágenes cómo el general Georg Marshall, en medio de la vorágine de la conducción de las operaciones posteriores al desembarco de Normandía, recibe un expediente en el que se le informa de que tres de los cuatro hermanos que una familia norteamericana había enviado a combatir en la Segunda Guerra Mundial han muerto ya. Solo sobrevive uno de ellos. Marshall decide que el soldado Ryan, desplegado en suelo francés, ha de ser localizado y evacuado de la primera línea de combate. Para ello se ordena al capitán Miller que encabece la operación de rescate en el corazón de la Francia ocupada. Pocos años después, ya como secretario de Estado del presidente Truman, Marshall pilotaría el plan de reconstrucción que lleva su nombre para salvar, en esta ocasión, a la soldado Europa. Hoy, 75 años después, es otro «soldado» el que necesita ser rescatado; se llama West, Occidente. 

El declive de Occidente 

Decir que el mundo está sumido en un proceso de profunda reconfiguración es una obviedad. Lo sorprendente sería lo contrario, puesto que los pueblos y las sociedades, a lo largo de la historia, han estado siempre en continua evolución. En esta ocasión, ese proceso de cambio es de ámbito global, afecta a todo el mundo simultáneamente, a grandes y a pequeños actores sin distinción. Otro aspecto a considerar es que, además, esto se está produciendo a una velocidad vertiginosa, como nunca antes. Y ambas circunstancias son consecuencia, principalmente, de la aplicación de las nuevas tecnologías, especialmente de las tecnologías de la comunicación. El mundo se hace pequeño, las fronteras se difuminan, las noticias (y las no-noticias) se expanden por todo el globo en tiempo real sin que nadie pueda permanecer al margen. Se trata pues, de un orden internacional en rápido movimiento, sin expectativas de una cercana estabilidad, que responde fielmente al concepto acuñado por Heráclito del cambio constante1

La característica más significativa de esta dinámica global y vertiginosa es la de su incertidumbre. Sabemos que el orden de gobernanza mundial que hemos conocido durante décadas se tambalea, cuestionado desde dentro y desde fuera, sin que seamos todavía capaces de concretar cómo será el nuevo campo de juego que lo sustituya… aunque algo podemos atisbar. En este interregno, como señalaba Gramsci2, surgen los monstruos, las dudas, los recelos, las tensiones, los riesgos. Pero cuando hablamos tan reiteradamente de incertidumbre estamos cayendo, una vez más, en un exceso de eurocentrismo, extensible a lo que habitualmente conocemos por Occidente. Porque la incertidumbre, va por barrios. Somos los occidentales, acostumbrados a marcar la pauta, los que con más inquietud escudriñamos el futuro tratando de ver cómo se concreta el nuevo escenario internacional. Y no nos faltan motivos para la zozobra. 

¡Salvar al soldado West! El declive de Occidente 

Las intervenciones de los principales líderes mundiales en las últimas ediciones de la Conferencia de Seguridad de Múnich, que habitualmente se celebra a comienzos de año en la capital bávara, vienen 

poniendo de manifiesto múltiples y profundas discrepancias a la hora de valorar la situación mundial. Discrepancias no solo entre representantes occidentales y de otras potencias, lo cual no deja de ser comprensible, sino también entre dirigentes de ambas orillas del Atlántico. Esta tendencia se ha sustanciado en la edición de 2020, que ha sido convocada bajo el inquietante lema de Westlessness, desoccidentalización. En el correspondiente informe, elaborado por el embajador Ischinger, presidente de  la  Conferencia,  se  desmenuzan los factores y circunstancias que llevan a los organizadores a concluir con tan lacónico diagnóstico: el mundo es cada vez menos occidental3. Lo es, según el informe, por causas atribuibles a las propias sociedades occidentales, Westlessness in the West, de lo que puede servir de ejemplo la intervención del presidente Donald Trump ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 2019: «el futuro no es de quienes creen en la globalización, sino de los patriotas»4. Y también, cómo no, por causas externas, Westlessness in the World

No vamos a abrir en este breve análisis el debate, que viene de lejos, de qué es Occidente. Sería difícil acordar una definición incontrovertida y, en todo caso, la diatriba no ayudaría en nada a disipar la incertidumbre. Hay, como señala López-Aranda5, un occidentalismo militante, formado por los países que comparten un mismo sustrato cultural que hunde sus raíces en la vieja Europa, y un occidentalismo universalista que, más allá de un espacio cultural concreto como el mencionado, incorpora, eso sí, un sistema de valores y normas de convivencia comunes. Quedémonos, pues, con una genérica mención a las características que son aceptadas como propias del modelo occidental: libertad, compromiso con la democracia representativa, derechos humanos, imperio de la ley, libre mercado y sometimiento a normas y controles basados en el multilateralismo. No es pues, aunque el término lo sea, un concepto geográfico que abarca solamente a Europa y Norteamérica. Es una propuesta inclusiva que se aplica también a las democracias del resto de continentes, sea cual sea su marco cultural. 

La reciente campaña electoral en los Estados Unidos nos ha dejado imágenes preocupantes de una polarización social que será difícil de revertir por la siguiente Administración. Esta preocupación es compartida por el nuevo presidente, Joe Biden, que entre sus prioridades más inmediatas señala, precisamente, la de subsanar una radicalización que presenta un fuerte componente racial6. En Europa, sacudida por el shock que supone el Brexit, es misión casi imposible encontrar un tema de discusión que no suscite agrios enfrentamientos entre sus miembros: el suministro energético, la inmigración, la penetración china, las relaciones con Estados Unidos o con Rusia, la percepción de riesgos y amenazas... Incluso la propia definición de democracia es interpretada de forma diferente por algunos gobiernos de la Unión Europea. Estos problemas internos que se dan a uno y otro lado del Atlántico repercuten, inevitablemente, en el hasta hace poco incuestionado vínculo trasatlántico. A la vista de todo lo cual, parece que la mayor amenaza a la que se enfrenta el bloque occidental no proviene solo de elementos externos, sino que radica igualmente en su propia falta de cohesión interna. Westlessness in the West

La hiperglobalización ha dejado perdedores en el camino. También en Norteamérica y en Europa, cuyas clases trabajadoras han visto cómo sus puestos de trabajo se transferían a países asiáticos en los que los costes salariales eran mucho más reducidos. La crisis económica que se inició en 2008 golpeó a las economías occidentales con especial virulencia, dando alas a los movimientos populistas, entonces incipientes. El desasosiego que esto produce se materializa en el auge de posicionamientos identitarios radicales, nacionalistas y populistas, que objetan el modelo desde dentro. 

A esta pérdida de relevancia occidental ha contribuido, en buena medida, la decisión norteamericana de renunciar al liderazgo cuasi hegemónico que ejercía, y con mucho gusto, hace apenas un par de décadas. Las guerras sin fin, y sin resultados plausibles, han desmotivado a una sociedad estadounidense a la que no le faltan problemas de orden interno en los que volcar sus esfuerzos y recursos: el control de la pandemia y la recuperación económica serán algunas de sus prioridades en el futuro inmediato. 

En lo que se refiere a Europa, no se puede ocultar su ausencia clamorosa en la gestión de los muchos y graves conflictos que la rodean. La cuenca mediterránea, entendida en su sentido más amplio como prolongada hasta el Sahel por el Sur, o hasta el Cáucaso por el Este, pasando por toda la región de Oriente Medio, es un escenario en el que el guion lo dictan terceras potencias o, lo que es peor, en el que países miembros de la misma Alianza o de la misma Unión, defienden intereses encontrados. De esta situación se lamentaba el Alto Representante Josep Borrell cuando, siendo todavía candidato al puesto, afirmaba que nuestra credibilidad como europeos sería ínfima si no somos capaces de resolver los problemas de nuestra vecindad inmediata7

Las dos entidades más significativas, al menos por lo que a nosotros como españoles nos afecta, la Unión Europea y la OTAN, están pasando momentos difíciles. Afirmaciones por parte del entonces presidente electo norteamericano, Trump, como la de que la OTAN es obsoleta8, aunque posteriormente matizada9, poco ayudan al buen entendimiento entre los aliados. Más recientemente, las crecientes tensiones en el Mediterráneo entre Turquía y Grecia, esta última con el apoyo de Francia, abundan en esta percepción de enfrentamientos internos. En la Unión Europea conviven visiones estratégicas muy distintas (países del Este en relación a los del Sur) y se defienden intereses enfrentados en escenarios concretos, como la guerra de Libia. 

Ante este panorama de divergencias internas, de retraimiento y de falta de liderazgo, fácil lo tienen quienes desde fuera rechazan la propuesta occidental y propugnan sus propios principios y valores, que no necesariamente coinciden con los hasta ahora vigentes. La ausencia de europeos y americanos en regiones clave del globo y en la gestión de conflictos armados es rápidamente suplida por la llegada de Rusia, China, Turquía o Irán. Oriente Medio es un buen ejemplo de esto último. 

En el caso concreto de China, su evolución en las últimas décadas es, sencillamente, impresionante por desmesurada, tanto en lo social como, sobre todo, en lo económico. La crisis global iniciada en 2007 afectó mucho más a las economías occidentales, que hubieron de replegarse sobre sus propias necesidades, lo que permitió a China presentarse como un estado benefactor para terceros países débiles, gravemente afectados por la crisis, mediante créditos y ayudas al desarrollo. Un anticipo de lo que, unos años después y ya bajo la presidencia de Xi, se materializaría en la iniciativa One belt, one road. La informalmente conocida como Nueva Ruta de la Seda es la propuesta del gigante asiático de un multilateralismo «a lo chino», alternativo al occidental10. Un multilateralismo que incide en derribar barreras comerciales, pero que obvia todo lo relativo a sostenibilidad o a derechos de las personas. A esto habría que añadir su desafío tecnológico, geopolítico y diplomático. Tras muchas décadas de ausencia China está alcanzando un liderazgo del que estaba ausente en el ámbito de las agencias de Naciones Unidas, donde ya preside siete de dichas agencias11, ha lanzado iniciativas como la Organización de Cooperación de Shanghái o la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). 

Esta pujanza china viene suscitando, ya desde la Administración Obama, la máxima atención del Gobierno norteamericano, lo que explica el desplazamiento del centro de gravedad de la geopolítica mundial a la región de Asia-Pacífico, en detrimento de la centralidad que tuvo Europa en las largas décadas de la Guerra Fría. La Unión Europea, por su parte, ha experimentado también un giro significativo en su postura ante la penetración del gigante asiático. Si en el año 2013 la Agenda para 2020 de la Unión identificaba a China como socio estratégico para un orden internacional multilateral12, en 2019 se añadían, además, las categorías de competidor económico y de rival sistémico13. La luz de alarma se encendió en 2016 con la adquisición por parte de una empresa china de la tecnológica alemana Kuka14, y con iniciativas como la conocida como 17+1, en la que ciertos países del Este y del Sur de Europa, algunos de ellos Estados miembros de la Unión, han firmado diversos acuerdos de cooperación con China15

Rusia, al contrario que la gran potencia asiática, no está en condiciones de proponer, y menos de imponer, un modelo propio de gobernanza global. Pero sí que puede, de palabra y de obra, objetar la propuesta occidental. El presidente Putin fue muy claro al declarar obsoleta la idea liberal. Lo hizo en una entrevista concedida a Financial Times en junio de 2019, con motivo de la cumbre del G-20 en Osaka16. En su entorno más próximo, Rusia ha sido capaz de obtener el máximo rendimiento de sus crecientes capacidades militares, además de una inteligente política de apoyo a actores locales, para recuperar un papel preminente en el extenso arco geográfico que va desde el Cáucaso (recordemos que fue Rusia quien finalmente impuso un acuerdo de alto el fuego en Nagorno Karabaj), pasa por Oriente Medio y se adentra en el Mediterráneo hasta las costas de Libia. Presencia creciente a la que no es ajeno el resto del continente africano. 

Sin llegar a la relevancia de chinos y rusos, otros actores tienen también agenda propia al margen del esquema liberal. Turquía se siente llamada a recuperar la vieja presencia otomana en las lejanas tierras de Asia Central (con la excepción del Turquestán Oriental, hoy Sinkiang, para no molestar al dragón chino), región en la que se asientan pueblos de lengua y cultura túrquicas. Ha intervenido activamente en el Cáucaso, apoyando a Azerbaiyán; y en Siria, para contener a los peshmergas kurdos. En el Mediterráneo, después de la constatación de la existencia de considerables reservas de gas natural, mantiene serias fricciones con los países ribereños vecinos, y está también protagonizando la evolución de la guerra de Libia con su apoyo a una de las partes enfrentadas. Todo ello provoca recelos y tensiones entre aliados y vecinos. 

Por último, el terrorismo yihadista constituye una amenaza persistente, en plena reorganización y fortalecimiento tras los reveses sufridos en Oriente Medio, como nos recuerdan periódicamente los atentados en suelo europeo. Aunque justo es reconocer que estos son apenas una ínfima parte del total de ataques perpetrados por estos grupos terroristas en África, Oriente Medio o Afganistán. Otra propuesta, la de un Califato salafista, que choca frontalmente con los valores occidentales, y que se suma a las alternativas antes mencionadas. Westlessness in the World

El futuro… ¿no está escrito? 

La llegada de la nueva Administración estadounidense es vista por muchos como la anhelada oportunidad para imprimir un cambio de rumbo a la deriva del multilateralismo, para recuperar un cierto liderazgo norteamericano en el mundo y para propiciar un escenario de nuevas relaciones de colaboración comercial, tecnológica y de seguridad entre, al menos, las democracias liberales. Un entramado de acuerdos imprescindibles para afrontar, en las mejores condiciones posibles, el reto que plantean otras potencias, y que ha sido dañado por el unilateralismo norteamericano del cuatrienio Trump. Sin duda algo de eso habrá. Tanto cuando era solo candidato, como una vez confirmado nuevo presidente, Biden ha repetido en numerosas ocasiones que quiere transitar por la senda de un revivido multilateralismo, restañar las heridas abiertas con los aliados y volver a liderar, aunque de forma diferente, el mundo. Frente al America first!, el America’s back!17 Pero una cosa es decirlo y otra, muy diferente, ver hasta qué punto podrá llevar a cabo esa apuesta global. 

Restaurar la confianza perdida entre las democracias ha de evitar el efecto indeseable de reforzar la deriva hacia la multipolaridad, mucho menos hacia la bipolaridad. El mundo no puede permitirse volver a caer en una dinámica de bloques. La apuesta del anterior presidente norteamericano por el strategic decoupling no es viable en un planeta, les guste a unos más o a otros menos, profundamente globalizado e interconectado. No ha lugar a compartimentos estancos, a ecosistemas comerciales o tecnológicos encapsulados. El orden internacional tendrá un aspecto heterogéneo, no habrá un sistema de gobernanza monocolor. Van a convivir sistemas diferentes, lo que obligará a buscar la coexistencia. Incluso las grandes potencias deberán renunciar a imponer «su» modelo. Las relaciones internacionales han de ser muy fluidas; flexibles, en lugar de dogmáticas. Cooperar con regímenes ideológicamente opuestos es difícil, sin duda. La clave del éxito consistirá en identificar intereses comunes y construir sobre ellos oportunidades de colaboración. La pandemia pudo haber sido, y no lo fue, una buena ocasión para avanzar en esta línea. Será, pues, necesario pactar en aquellas materias en las que el acuerdo sea posible, y gestionar al mismo tiempo las discrepancias. Todo ello siendo fieles a los valores y principios irrenunciables. 

Hemos tenido recientemente un claro ejemplo de esta geometría variable, en este caso en el campo de las relaciones comerciales, con el acuerdo firmado en el marco de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) por China, por los diez países miembros de la ASEAN, y por Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda… sin los Estados Unidos18. Las democracias del Pacífico firmantes, indiscutiblemente alineadas con Norteamérica en tantos ámbitos y, también, indiscutiblemente enfrentadas a China en otros muchos, no por ello han dejado de adherirse a un acuerdo que les reportará grandes beneficios comerciales. 

La pandemia provocada por el virus SARS-Cov-2 ha afectado, por primera vez, a toda la humanidad de manera prácticamente simultánea, provocando una crisis sanitaria de carácter global y, consecuencia de esta, una crisis económica, también global, cuya verdadera dimensión estamos lejos de conocer. Al revés de lo que esta afectación mundial pudiera aconsejar, el reto no se enfrentó de manera coordinada y colaborativa por la comunidad internacional. Muy al contrario, las instituciones multilaterales tuvieron un papel muy mediocre en la gestión, y las grandes potencias se enzarzaron en un agrio intercambio de reproches y acusaciones sobre el origen del virus. Pero no solamente una pandemia requiere una aproximación multilateral. Riesgos como los derivados del calentamiento global, la revivida carrera armamentista y nuclear, los ciberataques, el crimen organizado, el terrorismo trasfronterizo o las migraciones masivas solo pueden ser eficazmente abordados desde la colaboración internacional. 

El reto al que se enfrenta la comunidad internacional no es otro que el de superar las posiciones de trinchera. 

¿Sobrevivirá el soldado West? 

Occidente está aturdido. El multilateralismo en el que se encontraba cómodo se desvanece. En su lugar ha surgido un orden multipolar, asimétrico debido a las diferentes capacidades de las potencias alrededor de las que se articula esta polaridad. Un orden que camina decididamente a una especie de G-2, con los Estados Unidos y China a la cabeza. Mala noticia, esta, de un mundo nuevamente bipolar. Peor, todavía, si se confirmara la predicción de Ian Bremmer en el sentido de que el orden internacional está evolucionando desde un formato G-8 (G-7 tras la no invitación a Rusia por la anexión de Crimea), a uno G-20, para llegar finalmente al modo G-Zero19. El caos consiguiente en las relaciones internacionales sería el peor escenario posible. 

Pero antes de buscar culpables fuera, las democracias liberales deberían solventar sus disputas internas y volver a construir sobre los principios y valores que las han traído hasta aquí. Sin renunciar a defender legítimos intereses particulares, pero poniendo el acento en que solo desde una visión común se pueden afrontar con ciertas garantías los enormes retos que el resto de actores globales plantean. Jim Mattis, en su carta de despedida tras ser cesado del cargo de secretario de Defensa norteamericano, señalaba que ninguna potencia, por supuesto tampoco los Estados Unidos, puede defender sus intereses si no es a través de acuerdos y alianzas fuertes con los socios naturales20. Una llamada a revisar los deteriorados lazos del entramado de Seguridad occidental, materia en la que Mattis es una voz más que autorizada, pero que se puede hacer también extensiva al resto de relaciones entre los estados democráticos. 

Solo una vez restañadas las heridas propias será el momento de confrontar las amenazas exteriores, sean estas de carácter comercial, tecnológico o militar. Con los pies en el suelo, conscientes de que ya es demasiado tarde para impedir la pujanza de China. El Imperio del Centro ya está de vuelta, y hay que convivir con esa realidad. Con determinación y sin derrotismo, porque el órdago chino tiene sus propias limitaciones. Las autoridades de Pekín no están obteniendo todas las ventajas que esperaban de su presencia en el mundo. La excesiva agresividad diplomática del «lobo guerrero»21 tiene por objeto contrarrestar las críticas por la oscura gestión de la pandemia en sus semanas iniciales y por la actitud en Hong Kong, en el estrecho de Taiwán, en Sinkiang, en el Himalaya o en los mares circundantes. Rusia, por su parte, persistirá en su asertividad en el entorno cercano… que es el nuestro también, como europeos. Y a esta lista hay que añadir, además, el yihadismo, Irán, Corea del Norte, la militarización del espacio exterior, del océano Polar Ártico, el ciberespacio… 

Muchas esperanzas, tal vez demasiadas, están puestas en el nuevo presidente norteamericano. El propio Biden no pierde ocasión de afirmar que su país tiene vocación de liderazgo: America is back, and  ready  to  lead  the  world,  not  retreat from it22. Unos Estados Unidos «de vuelta» son muy bienvenidos para diseñar, junto con los aliados, una renovada forma de liderazgo. Lejos del cowboy arrogante, un liderazgo compartido con los afines, que sea percibido como una responsabilidad por todos asumida, no como una imposición. Occidente tiene que hacerse oír con una voz fuerte, pero una sola voz, que proclame su firme voluntad de moderar, si no de revertir, la deriva hacia el orden multipolar. Se espera de Biden que, a la manera del cinematográfico capitán Miller de nuestra película de cabecera, se lance al rescate del apesadumbrado soldado West. Tarea excesiva de la que, precisamente por eso y en su propio interés, no pueden sustraerse el resto de actores occidentales. 

 En las escenas finales, un ya anciano soldado Ryan vuelve a los teatros europeos de la guerra de la que fue rescatado, reflexiona y se pregunta si tanto sacrificio para salvarle a él, había merecido la pena. Sí, probablemente Ryan fue el resto de su vida un buen hombre, digno del alto precio pagado. De lo que no cabe duda es de que, con todos sus problemas internos y a pesar de sus carencias, Occidente merece sobrevivir al asedio al que está siendo sometido. Desde fuera… y desde dentro. 

Francisco José Dacoba Cerviño* 

General de Brigada ET Director del IEEE 

REFERENCIAS Y NOTAS AL PIE DE PÁGINA 

1 PARDO DE SANTAYANA, José. La revolución de Heráclito, todo fluye y nada permanece en el orden mundial multipolar. Documento de Análisis IEEE 05/2020. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2020/DIEEEA05_2020JOSPAR_multipolar.pdf

2 Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. 

https://citas.in/frases/65675-antonio-gramsci-el-viejo-mundo-se-muere-el-nuevo-tarda-en-aparece/ 

 3 MSC. Munich Security Report 2020. Westlessness. https://securityconference.org/assets/user_upload/MunichSecurityReport2020.pdf 

4 Donald J. Trump, “Remarks to the 74th Session of the United Nations General Assembly,” 24 September 2019, 

https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/remarks-president-trump-74th-session-united-nations- general-assembly/ 

5 LÓPEZ-ARANDA JAGU, Ricardo. Panorama Estratégico 2020. Instituto Español de Estudios Estratégicos. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/panoramas/Panorama_Estrategico_2020.pdf 

6 Agencia EFE (08NOV20): Un día después de que se declarara su victoria, el equipo del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, reveló este domingo sus planes para la transición de poder, con la pandemia, la recuperación económica, la desigualdad racial y la crisis climática en lo más alto de sus prioridades. https://www.efe.com/efe/usa/america/biden-trabaja-desde-ya-en-la-transicion-con-pandemia- como-prioridad/50000103-4389188 

7 J. Borrell: “no seremos creíbles en nuestra ambición de ser un actor geopolítico, si no somos capaces de resolver los problemas de nuestra vecindad inmediata”. https://theobjective.com/borrell-fija-en-los-balcanes- y-rusia-sus-prioridades-como-jefe-de-la-diplomacia-europea/ 

8 BBC News (16ENE17): Trump worries Nato with 'obsolete' comment. https://www.bbc.com/news/world- us-canada-38635181 

9 BBC News (12ABR17): Trump says Nato 'no longer obsolete'. https://www.bbc.com/news/world-us- canada-39585029 

10 AMBRÓS, Isidre. El multilateralismo asiático, un orden internacional con características chinas. 

Documento de Opinión IEEE 150/2020. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2020/DIEEEO150_2020ISIAMB_multilateralismoAsia.p df 

11 GARCÍA MORITÁN, Roberto (14MAY20). https://www.infobae.com/america/opinion/2020/05/14/la-onu- con-impronta-china-y-la-universalidad/ 

12 Servicio Europeo de Acción Exterior. https://eeas.europa.eu/archives/docs/china/docs/eu- china_2020_strategic_agenda_en.pdf 

13 Comisión Europea (12MAR19). EU-China. A strategic outlook. https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-political/files/communication-eu-china-a-strategic-outlook.pdf 

14 El Economista (08AGO16): “La firma china Midea se hace con casi el 95% del fabricante de robots Kuka”. https://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/noticias/7754335/08/16/La-firma-china-Midea-se- hace-con-casi-el-95-del-fabricante-de-robots-Kuka.html 

15 PARRA PÉREZ, Águeda. La Ruta de la Seda Digital: la gran globalización china. Documento 

de Opinión IEEE 38/2020. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2020/DIEEEO38_2020AGUPAR_sedadigital.pdf 

16 Financial Times (28JUN19): Vladimir Putin says liberalism has ‘become obsolete’. https://www.ft.com/content/670039ec-98f3-11e9-9573-ee5cbb98ed36 

17 Sky News (25NOV20): US is back and ready to lead, says Joe Biden. https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/remarks-president-trump-74th-session-united-nations- general-assembly/ 

18 El País (15NOV20). China y otros 14 países firman el mayor acuerdo comercial del mundo. https://elpais.com/internacional/2020-11-15/china-y-otros-14-paises-firman-el-mayor-acuerdo-comercial- del-mundo.html 

19 BREMMER, Ian. From G8 to G20 to G-Zero: Why no one wants to take charge in the new global order. NewStatesman (11JUN13). https://www.newstatesman.com/politics/politics/2013/06/g8-g20-g-zero-why- no-one-wants-take-charge-new-global-order 

20 MATTIS, Jim. Farewell letter (31DIC18). https://eu.usatoday.com/story/news/politics/2018/12/31/jim- mattis-farewell-letter-hold-fast-he-urges-pentagon-employees/2450291002/ 

21 The Diplomat (15MAY20). Interpreting China’s ‘Wolf-Warrior Diplomacy‘. https://thediplomat.com/2020/05/interpreting-chinas-wolf-warrior-diplomacy/ 

22 BBC News (25NOV20): ‘America is back’, says Biden as he unveils team. https://www.bbc.com/news/election-us-2020-55057751 

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