Adís Abeba y el TPLF insisten en la violencia a pesar de las denuncias de la comunidad internacional

«Todos son culpables»

photo_camera AFP/HUSSEIN ERY - El 46º aniversario del Frente de Liberación del Pueblo Tigray en el campo de refugiados de Um Raquba en Gedaref, al este de Sudán

Más de un año después de que comenzara el conflicto interno en la región etíope de Tigray, en el que han muerto miles de personas y que ha obligado a dos millones de ciudadanos a abandonar sus hogares, la ONU ha reaccionado. Su Consejo de Derechos Humanos ha ordenado una investigación internacional por los abusos, graves violaciones y posibles «crímenes de guerra» cometidos tanto por el Ejército federal como por los rebeldes del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés).

«Existe un riesgo para toda la región y todas las partes del conflicto deben retirarse», se declaró desde Ginebra en una sesión urgente solicitada por la Unión Europea, y después de confirmar que incluso hay empleados de la ONU entre los detenidos por fuerzas gubernamentales. Además, se apuntó que «entre el 31 de agosto y el 9 de septiembre pasados se produjeron 49 ejecuciones de civiles de etnia tigrina».

El conflicto de Tigray comenzó en noviembre de 2020 cuando el Gobierno etíope envió tropas como respuesta a la toma de una base militar por parte de miembros del TPLF. Desde entonces, el enfrentamiento ha ido creciendo, extendiéndose a regiones cercanas –como Afar y Amara– y amenazando a la propia capital. El bombardeo de ciudades, la muerte de civiles y la extendida violencia sexual no han frenado a los bandos, lo que ha provocado que Human Rights Watch y Amnistía Internacional hayan detallado en sendos informes –a pesar del limitado acceso al terreno al que están sometidas desde hace meses– las atrocidades cometidas, como detenciones masivas, torturas y desplazamientos forzados de gran parte de la población tigrina. Esta situación, prolongada durante meses, ha provocado que miles de personas se encuentren al borde de la inanición.

PHOTO/ Scanpix/Hakon Mosvold Larsen vía REUTERS-El primer ministro etíope Abiy Ahmed Ali posa con la medalla y el diploma tras recibir el Premio Nobel de la Paz durante la ceremonia en el Ayuntamiento de Oslo, Noruega 10 de diciembre de 2019

El Nobel de la Paz número 100, el primer ministro Abiy Ahmed Ali, en las últimas semanas se hizo fotografiar bien equipado y amenazante desde el campo de batalla, tras pedir a todos los etíopes que creen en su país que se unan a las tropas gubernamentales para combatir a los insurgentes. El primer ministro renovó la confianza de los etíopes en las recientes elecciones generales y, a pesar de los informes sobre la excesiva violencia ejercida en Tigray, se siente respaldado por la mayoría de la población, sin parecer importarle las críticas que no han dejado de llegar desde el exterior.

Al cierre de esta edición, el TPLF anunció su repliegue desde Amara y Afar, incluida la ciudad de Lalibela, hacia Tigray para facilitar la llegada de ayuda humanitaria a la región. Un gesto que podría abrir unas posibles negociaciones de paz si el Gobierno de Abiy Ahmed mantiene su palabra y comienza a dialogar.

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