Un estudio elaborado por el Middle East Institute analiza los principales éxitos y fracasos de ambos movimientos

¿Cómo puede el Hirak argelino influir en el movimiento de protesta de Líbano?

AFP/ RYAD KRAMDI - Manifestación antigubernamental en la capital Argel, el 18 de febrero de 2020

La ausencia de derechos, tanto civiles como políticos, así como económicos sociales y culturales han dado origen a diversos movimientos de protestas a lo largo de la historia; movimientos que han sido importantes motores de cambio. Desde Hong Kong hasta Argelia, pasando por Líbano, Francia o Bolivia, el año 2019 se vio sacudido por una explosión de protestas alrededor del planeta. La protesta social es un elemento indispensable para la existencia y consolidación de las sociedades democráticas. Argelia y Líbano son dos países muy diferentes pero que, sin embargo, tienen algo en común y es la frustración que caracteriza a los miles de personas, principalmente jóvenes, que en los últimos meses han tomado las calles para reclamar los que consideran que son sus derechos. La corrupción y el desempleo generalizado en ambos países han creado el escenario perfecto para la aparición de este tipo de movimientos.

Un manifestante antigubernamental sostiene una pancarta durante una protesta contra el liderazgo político al que culpan por la crisis económica y financiera, frente a la casa de gobierno en el centro de Beirut, Líbano, el jueves 11 de junio de 2020

La historia de Argelia dio un giro de 180 grados el 10 de febrero de 2019. Aquel día, el por aquel entonces mandatario del país, Abdelaziz Bouteflika, de 82 años de edad, confirmó que optaría a la reelección por quinta vez consecutiva, pese a su grave estado de salud. Este anuncio fue la chispa que encendió la mecha de lo que, meses después, se conocería como el Hirak argelino. Millones de personas salieron a las calles para exigir a Bouteflika que renunciase a su quinto mandato, algo que finalmente acabo sucediendo. El pasado 12 de diciembre, fue elegido presidente Abdelmajid Tebboune, quien prometió a los manifestantes cambiar la Constitución, una promesa que no ha servido para apaciguar las protestas en el país. 

El presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune

Mientras tanto, en octubre de 2019 una gran revolución social se estaba gestando en Líbano.  El colapso de la moneda, el aumento de la inflación y la profunda crisis financiera que atraviesa este pequeño país desde el pasado mes de octubre han creado el contexto perfecto para que las protestas que asolaban el país resurjan con más fuerza que nunca, tras un paréntesis por el coronavirus, al mismo tiempo que han aumentado las tensiones entre los partidarios y opositores del grupo chiíta Hezbolá, respaldado por Irán. Líbano -un país con unos cinco millones de habitantes y que alberga a más de un millón y medio de refugiados- es una de las naciones más endeudas del mundo. Por esta razón, alrededor de un millón de manifestantes en Líbano –es decir, una cuarta parte de la población del país—han salido a las calles para manifestarse contra el Gobierno. 

La libra libanesa se hundió a un mínimo histórico en el mercado negro el 11 de junio a pesar de los intentos de las autoridades de detener el desplome de la moneda del país afectado por la crisis

El detonante de estas protestas, a diferencia de Argelia, fue un anuncio del Ejecutivo en el que informaba de su intención introducir un impuesto a las llamadas telefónicas hechas a través de WhatsApp y otras aplicaciones (llamadas VoIP). El descontento popular provocado por la crisis económica en la que está sumido el país provocó la dimisión del primer ministro Saad Hariri. A pesar de ello, la sociedad libanesa exige un cambio político integral para hacer frente a la complicada situación económica que vive el país. Líbano anunció en plena pandemia del coronavirus el primer impago en su historia de deuda externa, una de las más altas del mundo en relación con el PIB del país.

Las estructuras de gobernanza subyacentes de Argelia y Líbano han permanecido intactas, al mismo tiempo que la posibilidad de alcanzar una reforma democrática –tal y como piden los manifestantes- sigue pareciendo un espejismo. Las elecciones presidenciales celebradas en el país norteafricano en diciembre de 2019 dieron como resultado la victoria de Abdelmadjid Tebboune, un veterano miembro del régimen que anteriormente había sido primer ministro bajo el mandato de Bouteflika. Miles de personas salieron a la calle durante las siguientes semanas para protestar contra los resultados de estos comicios y reclamar una verdadera transición en el país. 

Las fuerzas de seguridad argelinas rodean una manifestación antigubernamental de estudiantes argelinos y otros manifestantes en la capital Argel, el 18 de febrero de 2020

Tebboune inició un proceso de excarcelación de los detenidos durante las protestas y además creó un comité de expertos encargado de presentar propuesta para una revisión de la Constitución. Sin embargo, con la llegada del coronavirus, este proceso ha quedado relegado a un segundo plano. De manera similar, en Líbano, uno de los primeros retos a los que ha tenido que hacer frente el nuevo Gabinete es reducir al máximo el impacto de la COVID-19 en la región. Un estudio elaborado por el Middle East Institute considera que los manifestantes libaneses pueden buscar inspiración en los éxitos de las protestas argelinas. 

Así, en primer lugar, este think tank destaca el carácter no partidista y no identitario del Hirak. En una primera instancia, el movimiento unió a ciudadanos de una amplia gama de grupos generacionales, económicos, demográficos, políticos y étnicos para exigir colectivamente un cambio democrático. “Aunque el régimen intentó fomentar las fisuras basadas en la identidad dentro del movimiento -incluso arrestando a los manifestantes por sostener la bandera amazigh bajo cargos de “socavar la unidad nacional”-, estas tácticas no lograron acabar con la cohesión del movimiento, ya que los manifestantes siguieron haciendo hincapié en su solidaridad”, han señalado los autores de esta investigación. Este énfasis en la inclusión de todos los grupos de identidad ha sido un sello distintivo del Hirak, una característica que ha fortalecido la legitimidad de este movimiento. 

Marcha antigubernamental en la ciudad argelina de Bordj Bou Arreridj, el 14 de febrero de 2020

Por otro lado, este estudio considera que el espíritu pacífico que caracteriza al Hirak ha jugado un rol fundamental. Con las heridas sin cicatrizar de la reciente guerra civil argelina, conocida también como el decenio negro, los manifestantes del Hirak han hecho un gran esfuerzo para evitar la violencia y conseguir sus objetivos a través de métodos pacíficos. El documento elaborado por Middle East Institute ha aplaudido las iniciativas positivas para evitar el aumento de tensiones como, por ejemplo, cuando los ciudadanos presentes en las protestas entregaron flores a la Policía. Este tipo de medidas también aumentan la legitimidad del movimiento; una legitimidad que, en caso de usar violencia, “podría haber puesto en peligro la estabilidad del país”, han manifestado. 

Sin embargo, la naturaleza sin liderazgo que define al Hirak puede poner en peligro el futuro de este movimiento. Las protestas se suelen organizar colectivamente a través de redes sociales como Facebook, un lugar de encuentro en el cual los activistas definen cómo van a ser estas protestas e incluso los lemas que serán la banda sonora de cada una de las manifestaciones. “Sin un conjunto de líderes que puedan negociar compromisos entre grupos diferentes y establecer una plataforma unificadora para el movimiento, Hirak corre el riesgo de fragmentarse aún más y, en última instancia, de perder el apoyo de la corriente principal”, han advertido los autores de la investigación elaborado por el MEI. 

La importancia de contar con una hoja de ruta 

En esta foto de archivo tomada el 27 de septiembre de 2019, un manifestante argelino marcha con un cartel que pide la liberación del político Karim Tabbou durante una manifestación contra la clase dirigente en la capital Argel

En esta misma línea han puesto en evidencia el peligro que supone no tener una hoja de ruta definida para el futuro del Hirak. La ausencia de una visión estratégica para el futuro de Argelia podría fragmentar aún más el movimiento, ya dividido desde las elecciones celebradas el pasado mes de diciembre. “La falta de una visión compartida pragmática o de un plan maestro por parte del movimiento ha permitido que el limitado programa de cambio del régimen absorba todo el oxígeno político y se convierta lentamente en la única opción realista para la reforma, sin ninguna aportación significativa del Hirak”, han afirmado. 

El futuro de Líbano depende, en parte, de las protestas que durante los últimos meses se han convertido en las protagonistas de la actualidad del país. A diferencia de sus compañeros argelinos, las manifestaciones que comenzaron en octubre para poner fin a la corrupción generalizada y a la mala gestión de los recursos se han convertido ahora en protestas violentas por una crisis económica que ha llevado a Líbano al borde del abismo, en parte exacerbada, por las medidas impuestas para detener la propagación del coronavirus. Aunque la COVID-19 haya obligado a la sociedad libanesa a detener estas manifestaciones, estas han adquirido nuevas dimensiones después de que un joven de 26 años perdiese la vida durante los enfrentamientos entre los manifestantes y el Ejército libanés. 

 Manifestación contra las terribles condiciones económicas en la capital libanesa, el suburbio del sur de Beirut, a finales del 11 de junio de 2020

El MEI considera que el movimiento que se está gestando en Líbano tiene que apostar por protestas pacíficas, como las de Argelia, y por la “permanencia por encima de la contienda partidista y sectaria” para poder construir de esta manera la legitimidad de su movimiento.  Asimismo, los manifestantes libaneses deberían establecer objetivos y estrategias para evitar que sus peticiones se conviertan en papel mojado, una vez que se calmen las protestas. “Los activistas libaneses deben trabajar para esbozar hojas de ruta coherentes, detalladas y realistas para llevar a cabo su reforma”, han señalado en esta institución, incidiendo en la importancia de crear una estructura de liderazgo. “Para desalojar a una élite gobernante firmemente arraigada y obligar al gobierno a ir más allá, los activistas tienen que seleccionar a un grupo de representantes que puedan mantener la disciplina del movimiento y unificar a los ciudadanos bajo un programa de cambio claro y realista; de lo contrario, corren el riesgo de perder relevancia e impulso, a medida que el régimen afianza aún más su statu quo”, han concluido.

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