Zocos semivacíos en los que prácticamente sólo se escucha hablar en árabe, restaurantes donde los famosos espectáculos de la danza del vientre brillan por su ausencia y hoteles con porcentajes ínfimos sufren la crisis

Ómicron pone en jaque al malherido sector turístico marroquí

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El aumento de casos de COVID-19 en Europa y la nueva variante Ómicron vuelven a poner en jaque al sector turístico marroquí, que no se ha recuperado todavía de los dolorosos efectos de los cierres anteriores, provocando que se tambalee de nuevo el sustento de vida de millones de personas que viven directa o indirectamente del turismo extranjero.

Tras la decisión de Marruecos de cerrar sus fronteras al mundo durante al menos dos semanas para protegerse de la nueva variante del virus, este nuevo cambio de reglas ha dejado en shock al malherido turismo marroquí. Marruecos sigue así la estela de países como Israel, Arabia Saudí, Omán, Tailandia, Filipinas, Sri Lanka o Japón que han decidido blindarse y suspender directamente todos los vuelos internacionales.

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El cierre, que podría alargarse en función de la evolución de la pandemia y de la nueva variante Ómicron, coincide con la temporada prenavideña y navideña que –en condiciones normales- suele registrar cerca del 100% de ocupación. 

Esta nueva cepa que hace temblar de nuevo el mundo pone en riesgo a multitud de negocios marroquíes que por fin estaban empezando a levantar cabeza. Fátima trabaja en una agencia de viajes local y nos cuenta que, apenas 24 horas después del anuncio del cierre de fronteras, los clientes ya habían anulado decenas de reservas para finales de año y principios de 2022. "Estamos en shock porque sólo hemos trabajado tres meses este año y ahora nos mandan de nuevo a nuestra casa a esperar. Así es muy complicado mirar al futuro con esperanza”, afirma con gesto serio esta mujer de Tetuán. 

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El turismo intenta recuperarse de los datos catastróficos de 2020

La actividad turística empezó a mejorar a partir de mediados de junio de 2021, que fue cuando el país magrebí puso en marcha la llamada Operación Marhaba (bienvenida) que permitía a sus residentes en el extranjero volver para pasar las vacaciones. La llegada de turistas extranjeros empezó a ser una realidad en los meses posteriores (especialmente en septiembre, octubre y noviembre de este año), gracias al buen desarrollo de la campaña de vacunación masiva en Marruecos con más del 60% de la población con dos dosis.

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Según los últimos datos de la Dirección de Estudios y de Previsiones Financieras del Ministerio de Economía y Finanzas marroquí, en el tercer trimestre de 2021 el turismo ha registrado unos ingresos de 15.900 millones de dirhams (unos 1.500 millones de euros). Una cifra que es una importante mejora (cerca del triple) respecto a 2020, aunque supone un descenso de más del 40% si lo comparamos con el mismo período de 2019, antes de que estallara la pandemia de COVID-19.  Por eso se teme que la actividad turística cierre este año con resultados que pueden ser catastróficos, similares a 2020 con una caída del 79% respecto al año anterior.

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 “Es una ruina, esperemos que Dios nos ayude”

El famoso restaurante Palace Bouhlal de la Medina de Tetuán ha sufrido en este año y medio el golpe más duro de su historia. Charlamos con su gerente, Mohamed, que nos cuenta que antes de la pandemia tenía más de una veintena de empleados y que ahora tiene tres (dos cocineras y un camarero). Y si antes daba de comer a unas 200 personas cada día, un domingo cualquiera actualmente no hay más de 6 comensales. Además, tenía previsto viajar próximamente a Barcelona para cerrar un tour con clientes españoles. Ya no podrá ir. “Alá no va a permitir que nos hundamos”, afirma Mohamed. “Inshallah” (si Dios quiere), añade mientras nos enseña el restaurante vacío. 

Para Hossan, dueño de un pequeño Riad de Chefchaouen, el blindaje de Marruecos ha supuesto un revés que no se esperaba. En las últimas semanas había conseguido cerrar una veintena de reservas para finales de año que ya han sido canceladas. Describe los peores meses de la pandemia como un vacío enorme en su vida y en su profesión. Echó el cierre durante un año y medio, se gastó todos sus ahorros y tuvo que despedir al 90% del personal. Ahora sólo queda él y una mujer que se encarga de la limpieza de las habitaciones y la cocina. “Es una ruina, esperemos que Dios nos ayude”, se lamenta cuando le preguntamos por su futuro. Reconoce que los vecinos de esta ciudad rifeña -conocida como la perla azul- viven momentos de incertidumbre con tiendas de souvenirs vacías, restaurantes a medio gas y hoteles de capa caída. “No vivimos nuestro mejor momento, pero vendrán tiempos mejores”, vaticina Hossan cuando conversamos con él en la terraza del céntrico Hotel Aymane.

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Negocios funcionando a medio gas y aviones que no llegan

No es muy diferente a la situación en la que se encuentra Mustafá. Hablamos con un marroquí que nació en la ciudad de Nador, que tiene 7 hijos y 10 nietos y que vende alfombras, colchas y tapices en el zoco de la Medina de Tetuán desde hace décadas. En los tiempos de bonanza, recuerda Mustafá, pasaban por su tienda medio centenar de turistas cada día que llegaban en su mayoría gracias a los viajes organizados. “Los tours ya no operan aquí y los turistas que llegan por su cuenta prefieren no entrar a la tienda para evitar contagios. Muchos ni siquiera aceptan el té de bienvenida por miedo. Y eso es un problema”, nos cuenta Mustafá en un español perfecto aprendido en Melilla. “Si no vendo alfombras no comen ni mis hijos ni mis nietos. No podemos mantenernos sólo con clientes locales”, lamenta mientras paseamos por la Medina de Tetuán (Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO).

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En Tánger, la fotografía es parecida. Nos acercamos a un “gorrilla” que por el día hace de guía y por la noche de aparcacoches. Anas lleva al menos 15 años realizando ambos trabajos y la ausencia de turistas está suponiendo la ruina para él y su familia. “Antes de la pandemia se podría decir que yo casi era rico, o al menos vivía muy bien, pero la vida se me ha torcido y llevo muchos meses sin llegar a fin de mes”, lamenta. “Las visitas turísticas a la medina era lo único que verdaderamente sostenía a mi familia y ahora llegan visitantes con cuentagotas. Es como si la ciudad tuviera otro color”, concluye este joven de origen bereber.

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Detrás de cada cifra se esconde un nombre

Fátima, Anas, Mohamed, Mustafá o Hossan son sólo cinco ejemplos entre miles. Según datos de Office des Changes, en condiciones normales el impacto directo del turismo en el producto interior bruto (PIB) de Marruecos ronda el 11% y genera más de 540.000 empleos directos: el 5% del total. Pero lamentablemente muchos de ellos ya se han perdido y otros tantos se tambalean por culpa de la nueva variante Ómicron. 
 

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