Pekín sigue ganando influencia en Oriente Medio y sigue dando pasos en su Iniciativa de la Franja y la Ruta

Acuerdo Qatar-China: un control energético sin precedentes

photo_camera REUTERS/JASON LEE - El emir de Qatar, el Jeque Tamim bin Hamad Al Thani y el presidente de China, Xi Jinping, asisten a una ceremonia en el Gran Salón del Pueblo de Pekín el 31 de enero de 2019.

Hace diez días, Qatar anunciaba un acuerdo energético con China para los próximos 27 años, el más largo hasta la fecha. Doha, como el mayor exportador de gas licuado (GNL) del mundo, cerró un trato con Pekín valorado en más de 60 mil millones de dólares, gracias al que los chinos recibirán 4 millones de toneladas anuales de GNL a partir de 2026. Éste se enmarca en el ambicioso proyecto qatarí North Field que, a lo largo de varias fases, pretende aumentar la capacidad de producción de gas hasta los 126 millones de toneladas, lo que supondría casi doblar la capacidad actual.

Sinopec – China Petroleum and Chemical Corporation –, una de las principales compañías de petróleo del país asiático, ha acordado con Qatar Energy el suministro de GNL en una muestra de su “buena relación a largo plazo”, decía Saad bin Sherida Al-Kaabi, ministro de Asuntos Energéticos de Qatar y CEO de la compañía qatarí. Además, cree que este trato llevará las relaciones entre Pekín y Doha al siguiente nivel, al tratarse de un acuerdo histórico en términos de duración y uno de los más grandes en volumen para ambos países.

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Aparece entonces el ya mencionado North Field, dividido en el North Field East LNG y North Field South LNG. El primero, situado en Ras Laffan, al noroeste de Qatar, es el principal y el que espera duplicar su capacidad de producción en un plazo de cinco años. Actualmente, 14 trenes de GNL llevan 77 millones de toneladas al año. Para poder elevar esa cifra, primero hasta 110 millones en 2025 y, más tarde, a 126 en 2027, el proyecto prevé la construcción de cuatro megatrenes que cuenten con una capacidad cercana a los ocho millones de toneladas de gas licuado cada uno.

Pero todo ello forma parte de una idea mucho más grande, una que no pertenece a Doha. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative) – tras su cambio de nombre, antes conocido como One Belt, One Road – es el proyecto que se halla detrás de los movimientos estratégicos que está trazando China en los últimos años, que no son precisamente pocos. Y no hay que alejarse de este nuevo acuerdo para verlos. En marzo de 2021, Sinopec firmó ya un acuerdo con la misma compañía estatal de Qatar para el envío de dos millones de toneladas al año de GNL.

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Ese estará en vigor durante los próximos diez años, la misma duración que otro trato más entre chinos y qataríes firmado en diciembre del año pasado. Qatar Energy, de nuevo, aunque en esa ocasión con Guangdong Energy Group, firmó un acuerdo para la exportación de un millón más de gas licuado entre 2024 y 2034, con una cláusula para extenderlo. Todos estos muestran que la hoja de ruta china ha tenido claro el foco desde hace tiempo y que el último de los tratos no es una novedad, sino una forma de afianzar y avanzar en el proyecto en el que lleva años trabajando.

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El nuevo acuerdo otorga a China un control sin precedentes en materia energética. Y no por el propio trato, que es ya de por sí histórico, sino porque supone controlar la otra mitad del depósito de gas más grande del mundo. El del noroeste de Qatar es la mitad que le faltaba a Pekín, ya que el país liderado por Xi Jinping ya contaba con la mitad ubicada en el campo de Pars, en Irán. El global del espacio controlado ahora por China en esta región se extiende por 9.700 kilómetros cuadrados de campo de gas que alberga la escalofriante cantidad de 51 billones de metros cúbicos de gas natural no asociado y 50 mil millones de barriles de gas natural condensado.

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Estratégicamente, Qatar es un país muy atractivo para cualquier potencia, aunque su apretada situación entre Arabia Saudí e Irán obliga a Doha a practicar una especie de funambulismo diplomático que no le enfrente con ninguno de sus vecinos. Sin embargo, Riad no guarda buenas relaciones con los qataríes desde hace tiempo, debido en gran medida a los aliados de unos y otros – Estados Unidos en el caso de los saudíes, China en el de Doha –, y los enfrentamientos en territorios como Yemen, donde apoyan a bandos diferentes, posicionándose Qatar del lado rebelde, mientras que Arabia respalda al Consejo de Liderazgo Presidencial al que transfirió el poder el expresidente Abdo Rabu Mansur Hadi.

Precisamente por esa encrucijada geopolítica en la que se ve inmerso el país qatarí, ha preferido fortalecer sus lazos con el gigante asiático. Y es que China no podría ver con mejores ojos ganar influencia en una región como Oriente Medio, región clave para su iniciativa infraestructural. Buena muestra de ello son los acuerdos que ha ido firmando en los últimos tiempos con Irán, Sri Lanka o Djibouti, entre otros. Gracias a estos, Pekín ha ganado un importante control en los principales aeropuertos y puertos marítimos de Irán durante los próximos 25 años, o en el puerto ceilandés de Hambantota.

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