El rechazo a Occidente ha llevado a muchos países africanos a apoyar decisivamente a Rusia y a justificar la invasión de Ucrania

África: un apoyo estratégico para Rusia

AFP/CAROL VALADE - Un hombre sostiene una pancarta pro rusa en la que se lee "Rusia salvará a Donbass de la guerra" en Bangui el 23 de febrero de 2022 durante una manifestación pro rusa

Ayuda militar privada y acuerdos comerciales: la moneda de cambio de Rusia en África.

Pocos días después de que se iniciara la invasión de las tropas rusas en Ucrania, el mundo comenzaba a posicionarse sobre un conflicto que todavía no ha visto su fin. Ciudades como Bruselas, París, Madrid o Roma se postularon, sin dudarlo, en contra de la invasión, y en la Unión Europea se comenzaba a impulsar sanciones contra Rusia.

Esto es lo que ocurría en Europa, pero la realidad en África ha sido otra muy distinta: manifestaciones en Adís Abeba apoyando a Rusia en su Embajada en Etiopía, concentraciones con el mismo propósito en Bangui, capital de la República Centroafricana, y lo más importante, en la votación de la ONU condenando a Rusia por la invasión, 17 países africanos se abstuvieron, 8 no votaron, y Eritrea votó directamente en contra. La influencia de Rusia en el continente africano quedó reflejada. 

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Sin embargo, el hecho de afirmar que África es un nuevo apoyo estratégico para Rusia es traicionar la misma Historia, porque ni el continente es nuevo, ni son novedosas las estrategias del Kremlin para conseguir nuevos socios. La Unión Soviética, por aquél entonces, ya apoyó de manera decisiva, con ayuda militar y financiera, a los países que estaban en proceso de descolonización e independencia. Más recientemente, después de que Rusia se anexionara Crimea en 2014 y llegaran las primeras sanciones internacionales, Moscú volvió a expandir esa red de influencias en África. Pero es cierto que el conflicto en Ucrania e incluso la retirada de Francia del Sahel ha motivado a muchos países africanos a encontrar en Rusia el mayor apoyo exterior, alejando la influencia de Occidente de muchos países africanos.

Rusia, a cambio de brindar ayuda militar privada y suculentos negocios, obtiene las oportunidades para liderar proyectos mineros, energéticos, financieros y estratégicos. “En los últimos años, Rusia ha perseguido agresivamente sus objetivos estratégicos en África: asegurar una atalaya en el Mediterráneo oriental y un acceso portuario en el mar Rojo, incrementar las oportunidades para la extracción de recursos naturales, desplazar la influencia occidental y promover alternativas a la democracia”, afirma Joseph Siegle, director de Investigación del Centro Africano de Estudios Estratégicos. 

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La Junta Militar que gobierna Sudán tras el golpe de Estado de octubre ha buscado ese acercamiento a Moscú para mantenerse en el poder en medio de la crisis económica y las protestas. Hemedti, comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido y subjefe del Consejo Soberano de Sudán, sostuvo conversaciones en Moscú con el ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov.

La República Centroafricana, uno de los más firmes aliados de Putin, mostró igualmente su apoyo a Rusia frente al conflicto en Ucrania. El pasado 5 de marzo más de cien personas se manifestaron en Bangui alrededor de una estatua en la que soldados rusos protegían a mujeres y niños centroafricanos. Lo mismo ha pasado en Eritrea. 

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No obstante, la invasión de Ucrania por Rusia no es lo que ha desatado en África la simpatía por Rusia. El Sahel ya había establecido estrechos vínculos con Moscú, especialmente con mercenarios como el Grupo Wagner que operan en Mali, Níger y Burkina Faso, los más afectados por el yihadismo. Pero lo que realmente hizo aumentar el agrado por estos grupos mercenarios fue el anuncio de la retirada de las tropas francesas de Mali. En la Plaza de la Independencia de Bamako cientos de personas celebraron la retirada de la Operación Barkhane como una expulsión. La quema de banderas de la Unión Europea y los gritos de agradecimiento a las fuerzas rusas que ahora operan allí manifestaron bien la nueva posición que juega Rusia en el tablero del Sahel.

En todo caso, y volviendo a la situación del continente, los intercambios comerciales y la exportación de armas mantienen a varios de los países en el lado ruso de la balanza: Argelia, Mali, Senegal, Burkina Faso, Sudán, República Centroafricana, Angola, Mozambique, Madagascar, Etiopía y Eritrea. Pero esta relación entre Rusia y el continente negro no se queda sólo en beneficios económicos.  

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El panafricanismo, el baluarte ruso 

Rusia siempre ha mirado con atención todo lo que pasa en África, especialmente en sus relaciones con Occidente. Una pieza clave que iba a provechar Moscú fue el africanismo, esa fiebre nacionalista que surgió en el continente durante la descolonización y las independencias en plena Guerra Fría, y que todavía perdura en África. Su objetivo, antes y ahora, es prácticamente el mismo, expulsar cualquier resquicio occidental, tanto europeo como estadounidense, y buscar un nuevo pivote sobre el que apoyarse: el Kremlin.

Y así está sucediendo. Mientras que la imagen de Rusia está siendo destrozada por el conflicto en Ucrania, líderes africanos, figuras de oposición y personas influyentes muestra el pleno apoyo a Moscú. “Putin quiere recuperar su país”, declaró el panafricanista franco-beninés, Kemi Seba, la figura más relevante del panafricanismo. “Él no tiene la sangre de la esclavitud y la colonización en sus manos”, argumentaba. Lo mismo justificaba el hijo del líder ugandés Yoweri Museveni, el teniente general Muhoozi Kainerugaba: “¡Putin tiene toda la razón! La mayoría de la humanidad (que no son blancos) apoya la posición de Rusia en Ucrania” publicó en su cuenta de Twitter a finales de febrero. 

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Julius Malema, líder radical sudafricano, con motivo del aniversario de la Masacre de Sharpeville declaró en su discurso: “Estamos aquí para decirle a la OTAN y a Estados Unidos que estamos con Rusia. Hoy queremos decirle a Rusia gracias por estar allí y no dudes de nuestro apoyo. Enséñales una lección, necesitamos un nuevo orden mundial, estamos cansados de ser dictado por Estados Unidos”.

Por su parte, Rusia no iba a desaprovechar este argumento. Ahora la invasión de Ucrania tiene la misma motivación que tuvo la ayuda de la URSS en la descolonización en África: liberar un territorio de la influencia occidental. Este argumento utilizó también Kemi Seba en una entrevista a la Agencia Federal de Noticias de Rusia. “La operación especial de Rusia en Ucrania ha puesto al descubierto todas las consecuencias de la influencia occidental sobre las autoridades de Kiev. A instancias de Washington, el otrora Estado fraternal se ha convertido en un baluarte del neonazismo y la rusofobia, algo que no es propio de ninguna nación eslava. La liberación de Ucrania de la hegemonía occidental se ha comparado con el proceso de descolonización en África porque los Estados del continente negro han vivido también bajo la opresión de los imperialistas”. 

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Un continente dividido por el conflicto ucraniano

África está dividida. La votación de la ONU para condenar a Rusia por la invasión dejaba otro escenario muy distinto al de estos países prorrusos. En la primera votación de la Asamblea General, votaron “sí” Kenia, Ghana, Gabón, Ruanda, Yibuti, Congo, Somalia y República Democrática del Congo.

Pero para Kenia votar a favor de condenar a Rusia no fue suficiente. El embajador de este país en la ONU, Martin Kimani, no desaprovechó la oportunidad de soltar uno de los discursos más singulares sobre la posición de África sobre el conflicto en Ucrania: “Señor presidente, esta situación hace eco de nuestra historia. Kenia y casi todos los países africanos nacieron del final de un imperio. Nuestras fronteras no las dibujamos nosotros, sino que fueron dibujadas en las lejanas metrópolis coloniales de Londres, París y Lisboa sin tener en cuenta las antiguas naciones que dividieron. Si hubiéramos optado por crear Estados sobre la base de la homogeneidad étnica, racial o religiosa, todavía estaríamos librando guerras sangrientas”, defendía el keniata en relación con el reconocimiento ruso de las repúblicas sublevadas de Donetsk y Lugansk. 

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Junto a ello, Kimani también condenó “la tendencia de las últimas décadas a que Estados poderosos, incluidos algunos miembros de este Consejo de Seguridad, violen el derecho internacional sin miramientos”. 

La reacción de Occidente

Que gran parte de los países de África no condene la invasión de Rusia en Ucrania ha resultado un problema con el que este último país no contaba. Ucrania cuenta con la ayuda de Occidente, pero su presidente, Volodímir Zelenski, necesita mucho más que eso. Ucrania necesita el apoyo de muchas más naciones y, en especial, sobre aquellas que deterioren la influencia rusa. 

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La solución para Zelesnki parece ser clara: hablar ante la Asamblea de la Unión Africana. Así lo pidió el mandatario ucraniano en la última llamada con Macky Sall, el actual presidente de la Unión Africana, y el primer presidente africano con el que ha hablado Zelenski desde el inicio de la invasión. 

Se espera que, en este discurso, atendiendo a los otros realizados en varios parlamentos, haga una referencia al colonialismo y a la compartida lucha por la independencia del poder imperialista invasor. No obstante, los lazos de varios países africanos con Rusia harán de este discurso uno de los más difíciles para Zelenski, pero hay un elemento clave que sí puede mover las desavenencias africanas.

Hambre e inflación

El trigo está en el centro de la geopolítica y la falta de alimento es la mayor preocupación para África. Esta es la nueva realidad que deja el conflicto en Ucrania que amenaza con dejar sin cereal a muchos países del continente negro que dependen casi al 100% del trigo de Rusia y Ucrania. Eritrea es uno de ellos, al igual que Ruanda, Sudán, Somalia y Uganda, que compran en esos dos países más de su 90% de su trigo importado. 

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Sin embargo, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) considera que Sudán, Kenia y Etiopía pueden ser los países más afectados por la falta de alimento. “Se ha creado un círculo de fuego en el que confluyen los conflictos bélicos, la crisis climática y la COVID. Se está creando una ola de hambre que se extiende por todo el mundo”, explica el jefe del Laboratorio Global de Alianzas del PMA.

La misma valoración hace la directoria ejecutiva del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva: “La guerra en Ucrania significa hambre en África. El continente es especialmente vulnerable por cuatro razones: el encarecimiento de alimentos y combustibles, la reducción de ingresos por turismo, y las dificultades para acceder a los mercados de capital internacionales”. 

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Esta falta de suministro de cereales, semillas y fertilizantes, junto con la subida de los carburantes y las posibles sequías, podrían afectar gravemente la inflación en muchos países africanos, y esta realidad, según los expertos, es la única que puede cambiar la posición de África.
 

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