Después de diez meses de elevada tensión política, la crisis en Irak ha estallado. Tras la dimisión del clérigo chií, Muqtada al-Sadr, y la consiguiente toma del Palacio Presidencial y del Gobierno, los enfrentamientos entre los propios grupos chiís, en su mayoría respaldados por Irán, así como la violencia de las fuerzas de seguridad, han dejado, al menos, una treintena de fallecidos.
De acuerdo con los funcionarios de seguridad, los enfrentamientos se habrían producido entre combatientes de las Brigadas de Paz de al-Sadr (la milicia Saraya al-Salam) y los miembros de las fuerzas de seguridad de Irak, encargados de proteger la Zona Verde, donde se encuentran ubicadas la mayoría de los edificios gubernamentales y delegaciones diplomáticas.

Los leales a Sadr, que ya habían estado ocupando el edificio del Parlamento durante semanas, irrumpieron también en una sede gubernamental que fue durante algún tiempo el Palacio del exdictador derrocado, Sadam Hussein. Este asalto ha derivado en violentos enfrentamientos entre los jóvenes fieles a Sadr y los seguidores de las milicias chiís proiranís, dejando cientos de heridos y decenas de fallecidos.
Como consecuencia de esta situación y condenando la violencia entre los civiles, el clérigo chií ha iniciado una huelga de hambre “hasta que cese la violencia” en el país, de acuerdo con uno de sus portavoces. Además, ha instado a los manifestantes seguidores del clérigo que se alejen de la Zona Verde en menos de una hora, según ha comunicado a través de las televisiones estatales, pidiendo “perdón” a los ciudadanos.

En un breve comunicado, uno de los líderes sadristas, Hasan al Azari, informó que “su eminencia” había decretado “una huelga de hambre hasta que cese la violencia y el uso de las armas porque echar a los corruptos no da a nadie, sea quien sea, una justificación para el uso de la violencia”. Sin embargo, las manifestaciones siguen de manera continuada, a pesar del toque de queda decretado, intensificando, todavía más, una crisis que por el momento no ha encontrado ninguna solución.
Al-Sadr proclamó su victoria hace casi un año, en las pasadas elecciones de octubre, tras conseguir un total de 73 escaños. Su victoria dio pie a una nueva situación política que parecía querer alejarse de las influencias iranís, acercándose así a la diplomacia estadounidense. El Gobierno de al-Sadr se mostró firme para conseguir erradicar la corrupción política que había asolado al país, al igual que otros partidos de Irak sunís y kurdos, con los que podría haber conseguido formar una coalición gubernamental que no llegó a ejecutarse.

Y es que las fuerzas proiranís, que en la actualidad tienen bajo su control el poder judicial - el cual sufre una alta corrupción - en un intento de frenar la influencia de la política de al-Sadr, decretaron que para formar un nuevo gobierno se debía alcanzar una mayoría de dos tercios en el Parlamento, una situación que los miembros de al-Sadr no consiguieron alcanzar.
El conglomerado de diferentes partidos políticos, tanto religiosos como étnicos, dificultó el camino para conseguir un consenso político. Así, los votantes de otras formaciones políticas, incluso los propios seguidores del clérigo chií, descontentos con su ineficacia ante una situación compleja, se manifestaron durante semanas llegando a realizar sentadas en las inmediaciones de la Zona Verde, en Bagdad.

Este último episodio de violencia no es, ni mucho menos, el primero que se produce en la Zona Verde desde la victoria de Al-Sadr. La parálisis política provocó que cientos de manifestantes saliesen a las calles, demandando el adelanto de las elecciones, y protagonizando episodios violentos que atacaban directamente a las instalaciones de la Zona.

La misión de las Naciones Unidas en Irak, la UNAMI ((Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Irak), ha pedido a todos los ciudadanos mantener la calma y cooperar con todas las fuerzas de seguridad con el fin de evitar una situación que han tildado de “imparable” en un momento en el que “la supervivencia del Estado está en juego”.
En la nota de prensa, la Organización también hace un llamamiento a los políticos para conseguir “trabajar a favor de rebajar la tensión y restablecer el diálogo como único medio para resolver las diferencias” ante un clima de inestabilidad política y social que amenaza, de nuevo, con la llegada del caos al país.