El príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, toma distancia de Washington en la búsqueda de una nueva política exterior para el Reino

Arabia Saudí, en la órbita de China y Rusia: ¿hacia una nueva alianza estratégica?

photo_camera PHOTO/ARCHIVO - El príncipe heredero y primer ministro de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán

Mohamed bin Salmán tiene un plan. El príncipe heredero de Arabia Saudí busca dotar al Reino del desierto de una nueva política exterior que le permita reforzar su posición estratégica en un contexto internacional inestable, aún marcado por la invasión rusa de Ucrania. Las oportunidades son limitadas. Pero el hombre fuerte del país por delegación de su padre, el casi nonagenario rey Salmán bin Abdulaziz, calibra su nuevo enfoque diplomático con la mira puesta en tomar distancia del aliado tradicional de la casa de Saúd, Estados Unidos, y triangular sus relaciones con Rusia y China. “Está jugando una peligrosa partida de ajedrez geopolítico a tres bandas”, condensa el exdiplomático británico John Dobson en las páginas del Sunday Guardian. 

El inesperado acercamiento diplomático con Irán, suscrito en Pekín gracias a la mediación del jefe de la diplomacia china, Wang Yi, puso de relieve el renovado pragmatismo de Mohamed bin Salmán, un líder criticado en el pasado por tomar decisiones erráticas que han conducido al reino ultraconservador hacia una guerra interminable en Yemen, un agresivo bloqueo al vecino Qatar o una enconada rivalidad con Irán, su némesis regional. Con el acuerdo, el recién nombrado primer ministro saudí busca cerrar este último capítulo para rebajar las tensiones en el Golfo. Así, podría centrar toda su atención en el objetivo principal con el que tomó las riendas del país, esto es, diversificar su economía para reducir la dependencia de los ingresos del petróleo. 

Arabia Saudí China

Al mismo tiempo, y al permitir su intermediación en unas negociaciones que antes condujeron sin éxito iraquíes y omaníes, Arabia Saudí fortalece sus relaciones bilaterales con China, su principal socio comercial. Y todo ello sin soliviantar en exceso al que es todavía su aliado clave en materia de seguridad, Estados Unidos. La Administración Biden recibió de buen grado un acuerdo que puede calmar las aguas en Oriente Próximo. Sin embargo, el distanciamiento de las agendas de Washington y Riad es evidente.  

Los sucesivos ataques aéreos lanzados desde Yemen contra las instalaciones de la petrolera estatal Saudi Aramco por parte de los hutíes, que llegaron a paralizar varias veces la producción de crudo, convencieron a Mohamed bin Salmán de que no podría contar en adelante con la protección habitual de Estados Unidos. Tenía que buscar nuevos socios. Pero, ante la incapacidad de suplir el respaldo militar de Washington, Riad exploró la vía diplomática. “En lugar de comprar costosos sistemas de armamento defensivo estadounidense, los saudíes creen que la influencia de China y Rusia sobre Irán puede contribuir a reforzar su seguridad”, apunta Sarhang Hamasaeed, analista del Instituto para la Paz de Estados Unidos (USIP, por sus siglas en inglés). 

La reapertura de los canales diplomáticos con Irán, facilitada precisamente por China, y el compromiso de la República Islámica de persuadir a los hutíes para extender la tregua en Yemen, demostró que la estrategia puede ser acertada. Aunque algunos observadores sostienen que la estrenada proximidad de Riad con Pekín y Moscú tiene como verdadero objetivo garantizar —y reforzar, en última instancia— el apoyo militar de Washington. Cualquier escenario es válido para Mohamed bin Salmán, conocido como MBS, que pretende blindar sus ambiciosos planes económicos para el país. 

El rey saudí Salman bin Abdulaziz Al Saud (R) se reúne con el presidente ruso Vladimir Putin en el Palacio Real de Al Yamamah, el 14 de octubre de 2019 PHOTO/SAUDI PRESS
China, entre Irán y Arabia Saudí 

“China nunca se vio obligada a trazar líneas duras entre Arabia Saudí e Irán porque sus políticas en Oriente Próximo en 1979 eran relativamente contenidas, incluso en el contexto del enfoque limitado actual”, explica la analista Lucille Greer para el Wilson Center. “Además, la naturaleza de la rivalidad se prestaba bien a la aproximación china”. La posición de Pekín en el Golfo ha girado siempre en torno al comercio y las inversiones. “La credibilidad de China en la rivalidad saudí-iraní descansa en la percepción de que trata con cada nación de forma transaccional. Puede apoyarse en la mitologizada historia de las Rutas de la Seda para envolver retóricamente a ambas naciones en su alcance hacia Occidente”, sintetiza Greer sobre una estrategia que parece haber funcionado hasta la fecha. 

Pero el gigante asiático ha desnivelado la balanza en favor de Riad. “Las empresas chinas han avanzado más con sus homólogas saudíes que con las iraníes”, resume Greer en su informe. Aunque China concuerde más con Irán en términos políticos, especialmente a la hora de desafiar el orden internacional creado por Estados Unidos, en términos económicos prioriza sus relaciones con Arabia Saudí. “China pueda presumir de su mediación como un éxito diplomático, pero deben cumplir el acuerdo”, subraya Amr Hamzawy, investigador del Carnegie Endownment for International Peace. Será complicado dar el siguiente paso. De la distensión a la coexistencia pacífica dista un abismo, por no contemplar una eventual asociación estratégica. En las relaciones irano-saudíes han sido habituales los contactos diplomáticos. Y, aun así, las tensiones han persistido. 

Teherán, más cerca de Pekín y Moscú 

Es evidente que Irán va un paso por delante de Arabia Saudí en sus relaciones con Rusia y China. Las fuerzas navales iraníes, chinas y rusas realizaron a mediados de marzo maniobras conjuntas en el golfo de Omán. “Este ejercicio ayudará a profundizar la cooperación práctica entre las armadas de los países participantes e inyectará energía positiva a la paz y la estabilidad regionales”, rezaba el comunicado emitido por el Ministerio de Defensa chino. No era la primera vez que los tres coordinaban sus fuerzas, el problema era el contexto de “extrema tensión entre Rusia, Irán y China, por un lado, y Occidente, por otro”, señala el analista Suren Sargsyan en conversación con Atalayar. 

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“En este caso no estamos hablando de una alianza formal. Se trata de tres actores principales que tienen contradicciones, competencia y, en muchos casos, intereses distintos. No obstante, se han unido por los intereses comunes”, explica Sargsyan. “De forma simultánea, si Irán y Rusia están bajo presión económica, Occidente presiona contra el crecimiento de la influencia de China en el mundo. En otras palabras, será una lucha común contra la influencia global de Estados Unidos vista como un desafío común para tres países”. 

Irán y Rusia han llevado sus relaciones al siguiente nivel desde el inicio de la invasión de Ucrania. Unidos por las sanciones y el severo aislamiento internacional, sus relaciones comerciales alcanzaron niveles récord en 2022. Teherán llegó incluso a suministrar drones kamikaze Shahed al Ejército ruso para su campaña en Ucrania. Mientras, China sostiene sus economías. En este plano, Arabia Saudí tiene un difícil encaje. Por un lado, Riad no ha condenado explícitamente la agresión del Kremlin; por otro, ha ejercido como mediador para intercambios puntuales de prisioneros de guerra rusos y ucranianos y ha garantizado el envío de 400 millones de dólares en ayuda humanitaria con Kiev. 

Tiras y aflojas con el Kremlin 

En octubre, la Administración Biden creyó haber convencido a los saudíes para aumentar la producción de petróleo en el seno de la OPEP+ en mitad de un alza exponencial de los precios de la energía. En cambio, Arabia Saudí optó a última hora por defender un recorte de la producción hasta finales de año. La medida favorecía sus intereses, pero también los del Kremlin. Los precios escalaron aún más. Riad y Moscú cerraban filas, aunque los negociadores saudíes dirían después que se trataba de una decisión de carácter técnico, colegiada entre los miembros del cártel energético en función a las condiciones del mercado. 

Fotografia de archivo, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, junto al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, durante una reunión al margen de la cumbre del G20, en Osaka, Japón PHOTO/AP

Mohamed bin Salman estaba mandando un mensaje nítido a Estados Unidos. “Rusia es útil para Riad por una sola cosa: para mantener el precio del petróleo”, explica Dobson. “Los lazos entre los dos países se expandieron tras el lanzamiento del acuerdo de producción de petróleo de OPEP+ en 2016 y la histórica primera visita del rey Salmán bin Abdulaziz a Moscú en octubre de 2017”. Los intereses compartidos son sólidos, pero ambos compiten por el mismo mercado. Les distancia lo mismo que les une. 

China es el mayor importador de petróleo del mundo y su demanda de energía viene aumentando de forma exponencial tras el levantamiento de las restricciones sanitarias impuestas en el marco de su agresiva política de Covid cero. Eso significa que Rusia y Arabia Saudí están en liza por incrementar sus exportaciones al gigante asiático. Riad ha ido por delante en los últimos meses, pero Moscú le ha arrebatado la primera plaza de proveedor de petróleo de China, según las cifras oficiales. 

¿Qué busca China en Arabia Saudí? 

El presidente chino Xi Jinping visitó Riad en diciembre para reunirse con Mohamed bin Salmán. Pero los planes de Pekín para la región no solo incluyen al reino wahabí. China quiere reforzar su presencia en la península arábiga a través de su actor hegemónico. Por eso, Xi también participó en la primera Cumbre China-Estados Árabes y después en un encuentro con los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG, por sus siglas). Pekín quiere convertirse en un actor de primer orden en el Golfo y ocupar el vacío de poder que ha dejado Washington.

Xi Jinping Mohamed bin Salman

“El príncipe heredero saudí debe tener cuidado”, advierte Dobson. “La Administración Biden tiene límites”. La analista Kristin Diwan escribe en el Instituto de los Estados Árabes del Golfo que existen “contradicciones” en la nueva diplomacia de Mohamed bin Salmán: “Lo más evidente es la continua dependencia saudí de Estados Unidos para su seguridad. Recomendaría más paciencia estratégica y coordinación en toda la asociación de seguridad energética, pero es difícil de manejar con un liderazgo saudí ambicioso e impaciente y un sentido de antigüedad de Washington de larga data con expectativas de cumplimiento”. 

Coordinador de América: José Antonio Sierra. 

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