A pesar de la grave situación en el país norteafricano, apenas se escuchan voces críticas contra el régimen de Tebboune desde Europa, un continente que trata de buscar nuevos socios energéticos

Argelia se enfrenta a una nueva ola represiva 4 años después del Hirak

AFP/ RYAD KRAMDI - Una mujer argelina durante una manifestación en Argel durante el segundo aniversario del Hirak

Argel utiliza problemas externos, como su enemistad con Marruecos, para perseguir a los disidentes

En febrero de 2019 comenzaba en Argelia una histórica ola de protestas populares que forzó la caída del expresidente Abdelaziz Buteflika tras 20 años en el poder. El conocido como Hirak argelino tenía como objetivo impedir un quinto mandato de Buteflika, pero también buscaba más democracia y reformas políticas. Este febrero, 4 años después del inicio de las masivas manifestaciones, los argelinos recuerdan el Hirak en medio de una fuerte ola represiva impulsada por el actual Gobierno de Abdelmadjid Tebboune, exministro y exprimer ministro bajo el régimen de Buteflika.

Tebboune, que ganó las elecciones de 2019 con una baja participación y con un fuerte boicot por parte del Hirak, ha mantenido características del régimen anterior. Las autoridades militares continúan teniendo un papel clave y las voces críticas son silenciadas a través de la censura, presiones o intimidación. “El gobierno ‘ilegal’ actual no ha cambiado nada del régimen de Buterflika. Es un quinto mandato sin Buteflika, pero con su programa político”, señala a ATALAYAR un activista argelino que prefiere no desvelar su identidad.

En esto coincide Yasmine Hasnaoui, profesora de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad Internacional Americana de Kuwait, quien recalca que el régimen argelino “no ha cambiado su naturaleza represiva y que está haciendo todo lo posible por extinguir el Hirak por medios represivos”. “Cuando Tebboune llegó al poder describió el Hirak como un ‘movimiento bendito’ que ‘salvó a Argelia’, pero hemos sido testigos de que su Gobierno intensificó la represión contra él, atacando a periodistas independientes, abogados, activistas de la sociedad civil y partidos políticos que se oponen al régimen”, afirma a ATALAYAR.

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Con la llegada de Tebboune a El Mouradia las protestas no finalizaron. Es más, bajo la “nueva Argelia” anunciada por Tebboune el Hirak continuó exigiendo una transición democrática, reformas y el fin de la influencia del Ejército en todos los ámbitos. En este sentido, fuentes argelinas destacan que el actual Ejecutivo ha recolocado en puestos claves a “personas que estaban en la época del terrorismo como cargos militares que tienen experiencia en la represión”.

La pandemia del coronavirus supuso un punto de inflexión para el movimiento, que no pudo continuar con sus protestas debido a las restricciones sanitarias. Además de no poder salir a las calles, durante la crisis sanitaria se llevó a cabo la tercera fase de la represión contra el Hirak por parte de las autoridades argelinas. Tal y como escribe Louisa Dris-Aït Hamadouche, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas de Argel, en el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed), la primera fase comenzó después de que el entonces jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah, decidiese en uno de sus discursos quincenales criminalizar el uso del emblema amazigh. A través de esta decisión, “tomada sin base legal, de forma unilateral y dirigida contra una práctica generalizada en el Hirak, se justificaron centenares de arrestos”, señala. La segunda ola represiva se produjo después de que se anunciasen elecciones presidenciales.

“El blanco de las detenciones fue figuras emblemáticas del levantamiento popular como Karim Tabbu, Fodhil Bumala, Abdelwahab Fersaui, Samir Belarbi y muchos otros”, indica Dris-Aït Hamadouche, quien considera que el modus operandi de estos arrestos tenía más características de “de secuestro que de detención en regla”. El fin de estos arrestos “era sembrar el terror entre los militantes, privar al levantamiento popular de posibles líderes y desmovilizar al Hirak mientras se preparaban las elecciones presidenciales del 12 de diciembre de 2019”, explica la profesora argelina.

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Durante la pandemia continuó la persecución contra los miembros del Hirak o personas vinculadas al movimiento, como el periodista de Radio M y el corresponsal de Reporteros sin Fronteras, Jaled Drareni -liberado el 19 de febrero de 2021-; Abdelwahab Fersaui, presidente de la asociación Agrupación Acción Juvenil -puesto en libertad el 17 de mayo-; o Walid Kachida, fundador de la página de Facebook “Hiramemes”.

Para finales de 2020, el año de la pandemia, organizaciones de derechos humanos denunciaron que había casi 100 presos de conciencia en las cárceles argelinas. “La situación se agravó considerablemente cuando detenidos y abogados comenzaron a denunciar las condiciones de encarcelamiento de los presos: desde la privación de contacto con el exterior, el aislamiento y la alimentación insuficiente, a la negación de cuidados por enfermedades graves y torturas”, añade Dris-Aït Hamadouche.

No obstante, la fuerte represión llevada a cabo durante la pandemia no impidió que el Hirak se reorganizase de nuevo. El 22 de febrero de 2021 argelinos de todas partes del país volvieron a salir a las calles con motivo del segundo aniversario del Hirak. Asimismo, los manifestantes gritaron consignas contra el “Estado militar” y el Gobierno de Tebboune, un ejecutivo al que consideraban similar al de Buterflika. “Esos miles de argelinos querían dejar claro que el movimiento no estaba muerto, y que el combate por una Argelia mejor seguía vigente”, subraya Ahmed Ghanem en Orient XXI.

Recientemente, Argelia ha vivido una serie de acontecimientos que ponen de manifiesto la grave situación en la que se encuentran los derechos humanos en el país en la actualidad. 4 años después del comienzo del Hirak, Argelia atraviesa una nueva oleada de represión que afecta, sobre todo, a periodistas independientes, activistas y figuras cercanas al Hirak.

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Actualmente, el movimiento está viviendo una opresión muy intensa por parte de las autoridades argelinas. “Cada día va a peor: detenciones, abuso policial y jurídico contra activistas, discriminación social y laboral… Una catástrofe en todos los sentidos”, comenta un activista argelino.

El año anterior finalizó con la detención del periodista Ihsane el Kadi, mientras que el 2023 comenzó con la disolución de La Liga Argelia de Defensa de los Derechos Humanos (LADDH) tras 38 años de actividad. Posteriormente, Argelia volvía a estar en el centro de atención tras la huida del país de la activista y periodista franco-argelina Amira Bouraoui -caso que ha provocado una ola de arrestos en Argelia-, poniendo de relieve la grave situación de los activistas.

Para Laurence Thieux, investigadora y profesora de Relaciones Internacional, esta represión no es nueva, “lo que ocurre es que antes era más selectiva”. “Argelia se siente más cortejada a nivel internacional por el conflicto entre Rusia y Ucrania, lo que provoca que haya menos presión en cuestiones relacionadas con los derechos humanos porque los gobiernos europeos están mirando hacia otro lado”, explica a ATALAYAR.

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Con el silencio de la comunidad internacional, Argel continúa arrestando a periodistas independientes, como es el caso de El Kadi, en prisión desde finales de diciembre de 2022. El fundador de Radio M y Maghreb Emergent ha sido acusado de cargos relacionados con la seguridad del Estado, financiación ilícita y difusión de propaganda. No obstante, la defensa del periodista asegura que El Kadi ha sido objeto de acoso judicial durante mas de dos años por sus ideas políticas y su opinión sobre el Hirak. Por ello, tachan su detención de “ajuste de cuentas políticas”. Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras (RSF) han instado a Argel a poner en libertad a El Kadi. Igualmente, RSF ha denunciado ante Naciones Unidas este caso, recalcando que esta situación “es una prueba más del encarnizamiento de las autoridades argelinas, que no vacilan en pisotear los derechos de los periodistas”.

Recientemente, también se ha conocido el arresto del periodista Mustafa Bendjama, director del diario Le Provencial. Bendjama está siendo procesado por “asociación delictiva en inmigración ilegal”, según informa InterLignes. El portal argelino también recoge que el periodista recibió una llamada de la policía en la que le pidieron información “sobre la salida de Amira Bouraoui del territorio nacional”.

El caso de Bouraoui ha provocado una serie de detenciones de personas cercanas a la activista, ahora en territorio francés. Tras su huida, las autoridades han arrestado a su hermana, su primo y su madre de 74 años con problemas cardiacos. Asimismo, han detenido al experto en geopolítica Raouf Farah, a su padre, al taxista que supuestamente llevó a Bouraoui a Túnez y a un agente de la policía de fronteras. La activista Sofiane Berkane también fue puesta bajo vigilancia judicial, según el Comité Nacional para Liberación de los Presos (CNLD).

El Kadi y Bendjama son solo dos ejemplos de la brutal persecución que sufren los periodistas argelinos y reflejan las duras condiciones a las que se enfrentan los medios de comunicación independientes. El año pasado, el diario Liberté cerró definitivamente el mes de abril “por motivos financieros” después de años sufriendo presiones. Los empleados de El Watan -periódico que ha sido cerrado en varias ocasiones-, por su parte, organizaron huelgas para denunciar las malas condiciones a las que se enfrentaban.

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Nueva ley de prensa: más presión, control y censura

En medio de este panorama, el Gobierno argelino ha anunciado una nueva ley de prensa que pretende aprobar próximamente con el objetivo, según Argel, de “ayudar a los periodistas a alcanzar la máxima profesionalidad”. Lo cierto es que, esta nueva ley pondrá aún más contra las cuerdas a la prensa libre argelina, que serán objeto de más presión y control por parte del régimen.

“La nueva ley de prensa abrirá una nueva etapa de restricciones a la prensa independiente y podría provocar nuevas detenciones y encarcelamientos”, declara a ATALAYAR Manseri Ahmed, jefe de la sección de la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos en Tiaret y sindicalista independiente.

Este proyecto de ley no ha sido consultado con Consejo Nacional de Periodistas. Algo similar ocurrió con la nueva polémica ley laboral, que finalmente ha sido pospuesta por las numerosas críticas que recibió ya que el Gobierno no contó con la opinión de los sindicatos durante su elaboración.

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Thieux, por su parte, apunta que esta nueva ley incidirá sobre la financiación de los medios, que serán acusados de recibir fondos extranjeros, algo que ya hicieron con el Hirak. Dentro de la prensa argelina, la investigadora pone de manifiesto la situación de la prensa francófona, que, de acuerdo con ella, “está en pleno retroceso”.

Asimismo, de acuerdo con la investigadora, esta nueva ola represiva es un “síntoma de debilidad interna”. En este punto, Thieux recuerda focos de protestas al margen del Hirak, como los sucesos en Mila, localidad afectada por un terremoto en 2020 donde muchos edificios todavía no han sido reconstruidos por las autoridades, lo que ha provocado manifestaciones que han terminado con importantes despliegues policiales y violencia. “El Gobierno no tiene legitimidad, no convence”, subraya.

Lo cierto es que, además de los problemas internos que enfrenta Argelia -como la situación económica-, el Gobierno de Tebboune tiene que lidiar con una situación complicada fuera de sus fronteras. La política exterior de Argel ha llevado al país al aislamiento regional. Dentro de sus desafíos externos destaca su enemistad con Marruecos, asunto que Argelia utiliza para perseguir a la oposición.

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Para desacreditar a las voces críticas, Argel suele aludir a la “manipulación exterior” o a la “interferencia externa”. De hecho, el Gobierno acusó a los miembros del LADDH de ser “agentes sionistas y marroquíes”, algo que desde la asociación niegan rotundamente. Manseri Ahmed tacha de “falsa e infundadas” las acusaciones, señalando que Argelia usa el conflicto con Marruecos “con fines políticos”. Algo en lo que coincide Thieux, quien recalca que el régimen utiliza problemas externos como este enfrentamiento para desacreditar a los disidentes.

“Las cartas de ‘la mano extranjera’, ‘el ataque a la soberanía nacional’ y ‘la traición’ siempre han sido los leitmotivs del poder para demonizar a sus opositores”, indica Said Salhi, vicepresidente de La Liga Argelia de Defensa de los Derechos Humanos (LADDH). Al igual que ha hecho con la LADDH, el régimen también trató de deslegitimar al Hirak, acusando al movimiento de albergar organizaciones “extremistas y terroristas”. “Esta es la acusación que ha servido de coartada para prohibir las marchas pacíficas desde marzo de 2021 hasta la fecha”, añade Salhi.

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Gas a cambio de silencio

Sin embargo, a pesar de la grave situación en el país norteafricano, apenas se escuchan voces críticas contra el régimen de Tebboune desde Europa, un continente que trata de reducir la dependencia al gas ruso buscando nuevos aliados energéticos como, por ejemplo, Argelia.

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Los países europeos se mantienen al margen con la mirada puesta en los acuerdos gasísticos, aunque, es muy probable que Argelia siga los pasos de Rusia y utilice el gas como arma política. Asimismo, a pesar del acercamiento que están impulsando varias naciones europeas con Argelia, Argel continúa siendo un aliado clave de Rusia en la región, aunque el régimen argelino trate de aparentar un distanciamiento con Moscú.

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“La Unión Europea debería despertarse y considerar que es clave para su identidad y su influencia mantener en el centro estas posiciones de principios basados en la democracia y en los derechos humanos”, reflexiona Thieux.

Manseri Ahmed, por su parte, considera que Argelia “no puede ser un socio económico en el futuro”. Para el miembro de LADDH, el país magrebí “es una alternativa circunstancial a lo que está viviendo el continente europeo”. Ahmed también hace referencia al acercamiento entre Argelia y Francia, advirtiendo que puede “repercutir negativamente” en los activistas en territorio galo, al igual que ocurrió con Muhammad Abdullah y Muhammad bin Halima, entregados por España a Argelia. “Hay muchos que piensan que España ha sido cómplice en esa represión por no proteger refugiados y devolverlos al régimen argelino”.

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El vicepresidente de la LADDH alude al potencial energético argelino, acusando al régimen de “chantajear” a los países europeos. “Muchas naciones prefieren hacer la vista gorda ante la represión por miedo”, asegura. No obstante, Salhi advierte que este “trato de gas por silencio” es un error. “Las relaciones internacionales no pueden basarse exclusivamente en intereses económicos, Europa debe defender sus valores”, explica. Salhi también avisa a los países del Viejo Continente de que serán los primeros en sufrir las consecuencias en caso de inestabilidad en Argelia.

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4 años después, el Hirak sigue en el punto de mira del régimen

4 años han pasado desde que el pueblo argelino se levantó contra un régimen dictatorial, militar y represivo. A pesar de haber cambiado de presidente, el país continúa sufriendo los mismos problemas de antes. Actualmente, una veintena de periodistas están cumpliendo condena o siguen procesados, cerca de 260 presos de conciencia están encarcelados, mientras que miles han sido detenidos desde junio de 2019.

En el 4º aniversario del Hirak los argelinos recuerdan el movimiento pacífico que llenó de esperanzas de cambio al país. “Hoy, después de cuatro años, siguen los ataques del poder contra todas las voces críticas, la represión, la resistencia pacífica, la resiliencia y la solidaridad internacional, especialmente a través de nuestra diáspora aún activa en varias capitales del mundo”, concluye Salhi, exiliado en Bélgica.

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