El interior de Normandía es un terreno complejo. Los paracaidistas estadounidenses tuvieron ocasión de comprobarlo

Así en el cielo como en la tierra

PABLO RUBIO - El Cotentin, una región sumamente apacible, fue campo de batalla durante el Día D. Alrededores de Fresville

Fresville (Francia)

La península de Cotentin se localiza en el sector más occidental de Normandía. Su perfil, de forma más o menos romboidal, no es, por lo general, demasiado abrupto. La costa adopta formas suaves y cuenta con un núcleo reconocible en el norte: Cherburgo y su gran puerto. El litoral, además, está salpicado de pequeños pueblos de pescadores, como Saint Vaast-La Hougue y Barfleur, que figuran en las listas de los lugares más encantadores del país. Exageraciones aparte, tienen su encanto. El interior, no menos bucólico, ofrece un curioso paisaje. La tierra cultivable o de pasto para las vacas, que aparecen tras cada giro de carretera, está dividida en minifundios separados por altos setos o por verjas de alambre. A esta división en pequeñas parcelas se la denomina ‘bocage’. En los terrenos donde no rumian las vacas, se ve bastante maíz. Los huertecitos de manzanos son también corrientes; la sidra es un producto típico. En la parte más meridional del Cotentin, la que conecta la península con el resto de Francia, el ‘bocage’ se entremezcla con zonas de marismas. Es común que los coches compartan vía con patos y alguna oca.

De las playas del desembarco, solamente una, separada de las demás por el estuario de Carentan, forma parte de esta agradable península: Utah Beach. En su sección situada más al sur, un museo explica los pormenores de la operación Neptune -la toma de las playas- en este lugar. A media mañana, cuatro autobuses repletos de turistas estadounidenses invaden -nunca mejor dicho- el centro de interpretación. Cada visitante lleva, colgada del cuello, una identificación con su nombre y apellido. Los autocares en los que viajan también se distinguen de los demás. El eslogan de la empresa touroperadora puede leerse en letras oscuras sobre sus respectivas carrocerías: ‘Bringing history to life’ (algo así como ‘Dando vida a la historia'). A modo de subtítulo, los autobuses llevan escrito lo siguiente: ‘Beyond Band of Brothers’.

La playa Utah es tan ancha que sirve como escenario de carreras de caballos. Alrededores de Sainte Marie du Mont

Esta segunda frase se refiere, por supuesto, a la exitosa obra histórica de Stephen E. Ambrose que Tom Hanks y Steven Spielberg llevaron a la pequeña pantalla en 2001. En España, su título se tradujo como ‘Hermanos de sangre'. La miniserie, que consta de diez capítulos, cuenta la historia verdadera de una compañía de paracaidistas del Ejército de Estados Unidos, desde su entrenamiento hasta, prácticamente, la caída del Tercer Reich. La compañía Easy, así se llamaba, estaba integrada en la 101º división aerotransportada. Saltó sobre Normandía, participó en la fallida operación Market Garden en Holanda, defendió la línea de frente en el bosque de las Ardenas y fue de las primeras en penetrar en territorio alemán por el oeste. Una hoja de servicios rutilante y conocida a escala internacional, a causa de su repercusión en la industria del entretenimiento. 

No obstante, como reza sabiamente lo escrito en el lateral de los autobuses, el papel de los paracaidistas estadounidenses en las primeras horas de la batalla de Normandía es bastante más amplio que lo que se cuenta en ‘Hermanos de sangre'. En la noche del Día D, horas antes del desembarco, 13.000 miembros de la infantería paracaidista, un nuevo cuerpo diseñado específicamente para hacer frente a la Alemania nazi, se montan en aviones C-47 Dakota. Estos soldados pertenecen a dos divisiones: la ya mencionada 101° y la 82°. Su destino es, precisamente, la península de Cotentin; es decir, aterrizarán, se supone, en la retaguardia de las defensas alemanas de Utah. Una vez en tierra, habrán de crear un segundo frente a los alemanes, destruir algunas baterías de defensa, volar ciertos puentes, tomar otros, conquistar pueblos clave… De su éxito dependerá, en buena medida, que la invasión a través de Utah prospere. La maniobra es audaz, pero entraña muchos riesgos. Muchas cosas pueden salir -y, de hecho, saldrán- mal. No en vano, se atribuye a Eisenhower la máxima de que los planes no sirven de nada, pero la planificación es indispensable. Los informes que maneja el mando aliado contemplan que la mitad de los paracaidistas pueden morir antes de tocar suelo. ‘Ike' duda, pero, finalmente, da el visto bueno. “OK, let's go”.

Los C-47 Dakota llevaron a los paracaidistas desde Inglaterra a Normandía. Algunos de los pilotos realizaron su bautismo de vuelo el Día D. Airborne Museum, Sainte Mère-Église

Los saltos se efectúan alrededor de la una y media, dos de la madrugada. Los paracaidistas serán los primeros en pisar Normandía. La operación, no obstante, comienza a torcerse pronto. Las malas condiciones meteorológicas provocan que los aviones se desvíen de las zonas marcadas. Muchos soldados, incluso, mueren a bordo, sin haber podido saltar; sus aviones han sido alcanzados por el fuego antiaéreo alemán. De los que logran dejar a tiempo los Dakota, pocos son los que aterrizan en las áreas correspondientes, alrededor de los pueblos de Sainte Mère-Èglise -para la 82°- y Sainte Marie du Mont -para la 101°. La mayoría de los soldados están dispersados. En una oscuridad casi total, los alemanes han inundado deliberadamente la zona de marismas. El Día D, el Cotentin se asemeja a una inmensa ciénaga. Hay paracaidistas que caen directamente al agua y se ahogan.

Quienes pueden seguir adelante, en su mayoría, están solos. Con armas o sin ellas, tratan de avanzar sin ver a dos metros de distancia. Percibir una silueta a lo lejos puede ser la salvación, pero también el fin. ¿Es de los míos o me va a pegar un tiro? Una pregunta que ronda por la cabeza de muchos esa noche. Para identificarse unos a otros en las tinieblas, los paracaidistas disponen de unos aparatos que emiten un sonido similar al de un parche al percutirlo; un ‘clic’, pero amplificado. Si al emitir un ‘clic’ el soldado obtiene dos en respuesta, ha encontrado a alguien de su bando. Si no, mal asunto. El sargento Roy Nickrent, de la división 101°, relatará más adelante: “Vi a tres hombres y pulse mi aparato. Después de lo que me pareció una eternidad, oí el ‘clic, clic’ de respuesta. En unos pocos segundos, me convertí en el hombre más feliz de la tierra". 

A medida que van integrándose en grupos, los soldados intentan avanzar, pero su empresa es difícil. Sigue siendo de noche, hay grandes extensiones de terreno anegadas y, para colmo, el ‘bocage’ normando es ideal para las emboscadas alemanas y una guerra de guerrillas. Cada bala de paja ofrece resguardo al enemigo; cada seto es como una trinchera. Hay que conquistar el campo metro a metro. A lo largo de la noche, los combates estallan de improviso. Las escaramuzas suelen ser breves y violentas.

Campiña Normanda

Mientras los paracaidistas penan en el interior, el amanecer deja ver las embarcaciones que se aproximan a la playa. Han conseguido eludir los radares y los alemanes no se percatan de su presencia hasta que tienen toda la flota encima. El desembarco tiene lugar hacia las 6. A pesar de que la corriente ha desviado las embarcaciones unos dos kilómetros hacia el sur, los Aliados deciden seguir con el plan y poner pie en tierra. La decisión la toma el general Theodore Roosevelt Jr., hijo del primer presidente Roosevelt. “Díganle al mando que empezaremos esta guerra aquí", sentencia por radio. La toma de Utah es más sencilla que la de Omaha. El apoyo naval de los destructores, en especial el proporcionado por el USS Nevada, es certero e inutiliza posiciones alemanas importantes, como la batería de Saint Martin de Varreville. Al cabo de una hora, sobre las 7, la infantería estadounidense, ayudada por los blindados Sherman, toma el búnker WN-5. La playa Utah, a pesar de que seguirá siendo blanco de las baterías alemanas durante tres días, se encuentra bajo un relativo control. El reto, ahora, es salir de esa precaria franja de tierra y contactar con los paracaidistas, desperdigados tierra adentro.

Estos, por su parte, ya han empezado a hacer progresos. En las primeras horas del 6 de junio, caen las pequeñas baterías de Brécourt y Holdy, cuyos cañones apuntaban hacia Utah. La toma de Brécourt, llevada a cabo por los hombres de la Easy, se incorporará, más adelante, a los manuales de West Point como ejemplo modélico de asalto a una posición fija. La maniobra la dirige el teniente Richard ‘Dick’ Winters. Más de medio siglo después, se meterá en su piel Damian Lewis, por aquel entonces, un perfecto desconocido para el gran público.

Sainte Marie du Mont

A lo largo del Día D, los primeros pueblos de Francia son liberados. El honor recae sobre las localidades de Sainte Mère-Église y Sainte Marie du Mont. En adelante, los dos nombres estarán cargados de un aura especial para quienes pasan por ellos los días posteriores al 6 de junio del 44. Los paracaidistas, no sin cuantiosas pérdidas, han conseguido conectar con los que llegaron por mar. El Ejército estadounidense ya forma una pequeña unidad en el Cotentin. 

Una tras otra, las posiciones alemanas son destruidas o pasan a manos aliadas. La Wehrmacht, a pesar de las proféticas advertencias de Rommel, está dividida entre frentes y mal equipada. El personal que conforma la segunda línea de defensa del Muro Atlántico es, en general, tropa reclutada a la fuerza; georgianos, ucranianos y checos que, a menudo, tienen racionada la munición. Los cañones que integran las baterías han visto mejores años. Algunos, requisados en el frente oriental, prestaron servicio en la guerra ruso-japonesa. La Resistencia, además, se ha coordinado, a una señal de los Aliados emitida por la BBC, para cortar vías de comunicación y aprovisionamiento desde el sur. Los soldados alemanes están prácticamente aislados y, en las playas, no paran de desembarcar blindados y tropas. En vista de su apurada situación, algunos oficiales deciden rendir los búnkeres para evitar baños de sangre. El 9 de junio, los Rangers estadounidenses aseguran, después de escalar los acantilados, el control de La Pointe du Hoc; Azeville y Crisbecq, plazas equipadas con cañones de 155 y hasta 210 milímetros, caen en esa misma fecha.

La Pointe du Hoc

El desembarco en Utah ha sido un éxito. La vecina Omaha, sin embargo, es harina de otro costal. Los Aliados deben, ahora, afrontar otro reto mayúsculo: conectar el territorio ganado a partir de la playa de Utah con los pequeños reductos de Omaha. Ambas playas están separadas por el estuario de Carentan. En su orilla, se encuentra el pueblo del mismo nombre, donde los alemanes se han hecho fuertes. ¿A quién recurrir para tomar la plaza? Momento, de nuevo, para traer ‘Hermanos de sangre' a colación. Los paracaidistas de la Easy son los que se encuentran en mejor posición para iniciar la batalla. El llamado ‘Grand Chemin’ (‘Gran Camino') les lleva hasta el pueblo. Pronto, se hace patente que es necesario despejar las calles: los cañones anticarro y los francotiradores tienen cubierta la mayor parte del espacio. 

El combate es casa por casa: granada por la ventana, patada en la puerta y a registrar. A veces, se dispara; otras no. En medio del metal y la pólvora, civiles franceses. La resistencia de los alemanes es fiera. Berlín sabe que, si se pierde esa batalla, toda la península del Cotentin estará amenazada. Eso incluye a Cherburgo, el gran puerto que ansían los Aliados para aprovisionarse desde Reino Unido. La lucha se prolonga durante cuatro días. Manzanas enteras quedan reducidas a escombros. Finalmente, Carentan cae en manos de Estados Unidos. Omaha está definitivamente asegurada. 

Carentan

Al otro lado del Cotentin, se ha tomado también Barneville-Carteret. La línea de frente se extiende, ahora, a lo largo de todo el istmo. Los alemanes que defienden la península están irremisiblemente atrapados. El avance aliado hacia el norte es imparable. Día a día, se aproximan a Cherburgo, una fortaleza de cara al mar, pero más vulnerable a una ofensiva terrestre - ¿quién querría atacar Cherburgo desde tierra? -. Después de una feroz resistencia que se ha traducido en miles de bajas, el general von Schlieben rinde la ciudad el día 26. Los alemanes han procurado destruir todo a su paso. No obstante, los ingenieros estadounidenses reconstruyen el puerto en un mes. Para finales de julio, las obras han acabado. El 26 de agosto, La Marsellesa volverá a sonar en París.

Más allá de la épica y del fenómeno fan que rodea a ‘Hermanos de sangre', el trabajo de los paracaidistas de la 82° y la 101° fue básico para el éxito de la operación Overlord. Hoy, la Airborne, como se denomina en inglés a las tropas aerotransportadas, tiene un museo propio, financiado por la Reagan Foundation, en Sainte-Mère-Église. En la aguja de la iglesia de este pueblo, se quedó enganchado el paracaídas del soldado John Steele. Su historia, como la de otros compañeros, fue reflejada en ‘El día más largo', film de 1962 con un elenco estelar: John Wayne, Henry Fonda, Robert Mitchum… Pero esta es otra película.

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