Washington, Londres y Canberra cierran filas para hacer frente al expansionismo chino ante el enfado de París y las amenazas de Pekín

AUKUS, el acuerdo histórico para contrarrestar a China que perjudica a Francia

PHOTO/AFP - El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante una rueda de prensa conjunta con los primeros ministros británico y australiano

Tres décadas después de la caída del Telón de Acero, la divisoria ideológica y después física que enfrentó a las esferas de influencia soviética y occidental, los historiadores no coinciden acerca del acontecimiento concreto que marcó el comienzo de la Guerra Fría. Algunos consideran al “telegrama largo” de George F. Keenan como el difuso precursor de la contienda. Sin embargo, en caso de producirse una reedición de aquel embate, esta vez con China ejerciendo el papel de la Unión Soviética y Estados Unidos perpetrando su rol, nadie tendría dudas sobre qué suceso delimitó el inicio del conflicto: la firma del AUKUS.

Los líderes de Estados Unidos, Reino Unido y Australia anunciaron el jueves este acuerdo histórico en materia armamentística. En una rueda de prensa conjunta, ‘The Three Amigos’ hicieron pública una alianza a tres bandas que asesta un golpe de efecto al panorama geopolítico global. El presidente estadounidense, Joe Biden, el ‘premier’ británico, Boris Johnson, y su homólogo australiano, Scott Morrison, estamparon su rúbrica en un documento que compromete a Washington a proporcionar la tecnología necesaria para la fabricación de submarinos de propulsión nuclear a su principal aliado en aguas del Pacífico.

Se trata de la primera vez desde 1958 que Estados Unidos comparte tecnología para desarrollar este tipo de buque subacuático. En la última ocasión, Reino Unido actuó como beneficiario en el marco de la alianza angloamericana para combatir la “amenaza comunista” encarnada por la URSS. Tan solo Francia, China, Rusia e India –más allá de Estados Unidos y Reino Unido– cuentan con este tipo de submarino, cuyas características mejoran al convencional al ser capaz de operar durante períodos de tiempo prolongados sin necesidad de emerger con tanta frecuencia.

Submarino nuclear chino

En virtud del AUKUS, acrónimo de Australia, Reino Unido (UK, por sus siglas en inglés) y Estados Unidos (US, ídem), queda reforzada, además, la cooperación trilateral en tecnologías avanzadas de Defensa, especialmente en áreas como la inteligencia artificial (IA), los sistemas submarinos y la vigilancia de larga distancia. Asimismo, Washington estrenará una segunda base de operaciones en Perth, ciudad de la costa índica australiana, que viene a sumarse a la abierta bajo el mandato de Obama hace una década y que alberga a 2.500 militares estadounidenses.

“El esfuerzo que lanzamos hoy ayudará a mantener la paz y la estabilidad en la región Indo-Pacífica”, trasladó la Casa Blanca a través de una nota de prensa. “Hoy, nos unimos a nuestras naciones en un acuerdo para la próxima generación, construido sobre una base sólida de confianza probada”, declaró a su vez Morrison, quien agregó que Washington, Londres y Canberra “siempre han visto el mundo a través de una lente similar”. Aunque ni él ni sus socios mencionaron de forma explícita a Pekín, el acuerdo constituye una férrea alianza con un objetivo clave: contrarrestar el expansionismo chino en la región.

La política exterior de la Administración Biden parte de esta premisa. Washington ve amenazada su condición de potencia hegemónica y las ramificaciones de la influencia china a lo largo y ancho del globo ponen a Estados Unidos en una situación de debilidad por primera vez décadas. El eje de su acción exterior se ha trasladado hacia el este, motivo que explica la abrupta retirada de Afganistán y la planeada salida del resto de plazas en Oriente Medio, una región que no sólo no le ha reportado beneficios, sino que ha supuesto un quebradero de cabeza y ha dilapidado billones de dólares.

Biden y Johnson G7

Washington ya contaba con dos foros estratégicos que perseguían fines similares: el ‘Five Eyes’ y el QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral). El primero de ellos, compuesto por los tres firmantes más Canadá y Nueva Zelanda, consiste en un acuerdo multilateral en materia de inteligencia; el segundo, conformado a su vez por Australia y Estados Unidos con el apoyo de India y Japón, está destinado al intercambio de información y la ejecución de ejercicios militares. De hecho, se espera que Biden reciba la próxima semana a los primeros ministros que integran este último foro en la Casa Blanca.

Pekín contra todos

El acuerdo pone de relieve el grado de amenaza que China representa para Occidente y su reacción no ha dejado espacio a equívocos. El áspero portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Zhao Lijian, tildó el acuerdo de “irresponsable” y declaró que los socios del AUKUS deberían “abandonar su mentalidad de Guerra Fría y trabajar más por la paz y la estabilidad o acabarán perjudicándose a sí mismos”. El gigante asiático tiene numerosos frentes abiertos y una larga nómina de contendientes que tratan de apearle de la carrera por la hegemonía global. El primero y más importante de ellos es Estados Unidos, con el que comparte una atroz competencia a nivel político y económico.

Las reminiscencias de la guerra comercial, el enclave taiwanés, la brega por el ciberespacio y, en última instancia, el controvertido origen de la COVID-19 ponen a Washington y a Pekín frente a frente. La tensión alcanzó un punto en que el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark A. Milley, se vio obligado a intervenir durante la presidencia de Donald Trump. Milley llegó a mantener dos conversaciones telefónicas con el general Li Zuocheng, del Ejército Popular de Liberación, para tranquilizar a su interlocutor y trasladarle que, en caso de ataque estadounidense, avisaría con antelación, según adelantó The Washington Post.

Zhao Lijan portavoz chino

Las fricciones entre Canberra y Pekín comenzaron con la negativa australiana a implementar las redes 5G ofrecidas por Huawei, y se agravaron con su respaldo a Washington a la hora de presentar una petición a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para investigar el origen del coronavirus. En forma de represalia, China impuso un régimen de aranceles a productos procedentes del país aussie, poniendo fin al tratado de libre comercio de 2015. A pesar de la situación, el primer ministro australiano ha tendido la mano al presidente chino Xi Jinping, aunque la respuesta ha corrido a cargo del portavoz Lijian: “Australia tiene que pensar si quiere ver a China como un socio o como una amenaza”.

La última pata de esta mesa es Reino Unido. Una de las razones, quizá la principal, que separa las agendas de Londres y Pekín pasa por Hong Kong. La aprobación de la Ley de Seguridad Nacional, una legislación ambigua que otorga amplias prerrogativas a China para controlar el enclave y desguazar el compromiso de “un país, dos sistemas” con el recorte masivo de las libertades, supuso el incumplimiento frontal del tratado de transferencia de soberanía firmado por ambos en 1997.

Francia, el otro gran perjudicado

París había cerrado con Canberra la venta de 12 submarinos de propulsión por un valor de 50.000 millones de euros. Sin embargo, la firma del AUKUS echó por tierra un compromiso que privará a la compañía francesa Naval Group de los beneficios de la transacción. En su lugar, Lockheed Martin se encargará de fabricar y vender las naves. Un fiasco de proporciones mil millonarias interpretado como “una decisión unilateral, brutal, imprevisible, que se parece mucho a lo que hacía Trump” a ojos del ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian.

Emmanuel Macron

“Esto no se hace entre aliados. Es, para hablar claro, una puñalada por la espalda”, sentenció. El titular de política exterior galo aseguró que la acción tendría consecuencias. En principio, el AUKUS es una coalición hermética, no admite más socios, por lo que Biden tendrá que paliar el descontento del Elíseo con otros recursos. La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, anunció que el presidente mantendrá contactos de alto nivel con Francia para limar asperezas y retener un socio considerado cercano hasta la fecha.

El varapalo de Francia representa a su vez un golpe de autoridad para la Unión Europea, sumida en la más absoluta irrelevancia internacional. Los tres firmantes del AUKUS ni siquiera avisaron con antelación a Bruselas acerca de sus intenciones, como confirmó en rueda de prensa el alto representante para la Política Exterior, Josep Borrell. El próprio Borrell admitió que “no había estado al corriente”, aunque dijo suponer que “la naturaleza de ese acuerdo no se cocinó antes de ayer”.

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