Las manifestaciones que enfrentan a los simpatizantes y detractores de Jair Bolsonaro han vuelto a ser las protagonistas del país por tercer domingo consecutivo

Brasil, una nación quebrada por tres crisis

photo_camera REUTERS/AMANDA PEROBELLI - La gente asiste a una protesta contra el racismo y el fascismo en Sao Paulo, Brasil, el 14 de junio de 2020

La pandemia del coronavirus y la gestión de la misma por parte del presidente Jair Bolsonaro han transformado por completo el escenario político brasileño. El virus de las protestas se ha expandido igual o más rápido de lo que lo ha hecho el patógeno que ha acabado con la vida de más de 44.000 personas en el país. Las manifestaciones que enfrentan a los simpatizantes y detractores del ultraderechista Jair Bolsonaro han conquistado gran parte de la nación, mientras comienza la reapertura en algunos de los principales estados brasileños como Sao Paulo, Ceará, Amazonas y Pará, cuatro de los más azotados por esta crisis sanitaria.  

Manifestantes contra el gobierno del presidente brasileño Jair Bolsonaro, protestan durante una marcha antifascista llamada "Amazonas por la Democracia" en Manaus, Brasil, el 2 de junio de 2020

El presidente del país más golpeado por esta enfermedad en América Latina  ha estado rodeado en los últimos meses de distintas polémicas y acusaciones. Los cambios constantes en la distribución de datos y la ausencia de transparencia han llevado al mandatario brasileño a crear el Ministerio de Comunicación, una entidad propia para difundir información gubernamental.  El líder brasileño se posicionó desde el principio en contra de las medidas de aislamiento social, bajo la teoría de que la “histeria” perjudicaba a la economía. 

El presidente brasileño Jair Bolsonaro

En Brasil, al igual que en otras naciones como Estados Unidos, la pandemia ha adquirido una dimensión política. El escepticismo que ha caracterizado a Bolsonaro – criticado por comparar esta enfermedad con un “simple resfriado” – han creado el escenario perfecto para la aparición de protestas a lo largo y ancho del país; manifestaciones que, en algunas ocasiones, se han acabado convirtiendo en violentos disturbios. Los incidentes más graves han ocurrido en el corazón de Sao Paulo, donde a principios del mes de junio miles de ciudadanos pidieron el cierre del Parlamento y la Corte Suprema. 

Una partidaria del presidente brasileño Jair Bolsonaro habla con un soldado mientras participa en una protesta frente al cuartel general del ejército

La nación latinoamericana se saltó la cuarentena impuesta por la actual crisis sanitaria y salió a la calle a manifestarse, incumpliendo en gran medida las directrices de seguridad establecidas por las autoridades sanitarias nacionales e internacionales. El mandatario brasileño fue uno de los primeros en incumplir estas restricciones al ignorar la gravedad de la COVID-19 y asistir a una manifestación montado a caballo ante miles de personas  y sin llevar mascarilla. 

Los pacientes de COVID-19 están acostados en las camas de un hospital de campaña construido dentro de un gimnasio en Santo Andre, en las afueras de Sao Paulo, Brasil, el martes 9 de junio de 2020

Brasil es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el nuevo foco de la pandemia en Latinoamérica. El sector sanitario ha sido uno de los más castigados por esta crisis sanitaria en la nación sudamericana, tal y como lo demuestra una investigación solicitada por el fiscal general de este país, Augusto Aras, sobre las incursiones violentas en los hospitales, así como sobre las agresiones contra los profesionales sanitarios.  Esta investigación se ha iniciado después de que Bolsonaro instase a la población a entrar en el hospital y grabar imágenes para demostrar si las camas están siendo utilizadas o no. Aras considera que estas conductas “ponen en peligro” la integridad física de los profesionales que luchan por revertir esta crisis sanitaria . Brasil sufre en estos momentos una crisis de legitimidad, exacerbada por la crisis económica, así como por una pandemia que ha infectado a más de 868.00 personas y ha provocado la muerte de al menos otras 44.000. 

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