Será reemplazado por Elliott Abrams, quien compaginará el cargo con el de representante especial para Venezuela

Brian Hook renuncia como enviado especial de Estados Unidos para Irán

photo_camera REUTERS/SIMON DAWSON - Brian Hook, exrepresentante especial de Estados Unidos para Irán

Brian Hook dimitió este jueves como enviado especial de Estados Unidos para Irán, según confirmó el Departamento de Estado norteamericano, que ha nombrado inmediatamente en el cargo a Elliott Abrams, actual representante especial para Venezuela.

“Brian Hook ha decidido dimitir de su cargo”, indicó el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien destacó los “resultados históricos” obtenidos por Hook a la hora de “hacer frente al régimen iraní” durante los dos años que ha sido representante especial para el país persa.

En este sentido, Pompeo destacó en comunicado oficial que “negoció con éxito con los iraníes la liberación de prisión de Michael White y Xiyue Wang”, y añadió que también jugó un importante papel como director de Planificación de Políticas, desde donde “puso en marcha una serie de estrategias que hicieron avanzar los intereses de seguridad de Estados Unidos y sus aliados”.

“Ha sido un asesor de confianza y un buen amigo mío, y le doy las gracias por sus servicios”, remarcó el secretario de Estado estadounidense, quien anunció que Abrams compaginará este nuevo cargo con el que asume como representante especial para Venezuela.

Brian Hook ya había indicado en declaraciones a The New York Times que iba a presentar su dimisión y argumentó que la política estadounidense contra Irán había provocado “el colapso de sus finanzas”; aunque añadiendo que Washington “querría lograr un nuevo acuerdo nuclear con el régimen”.

“Desde casi cualquier punto de vista, el régimen y sus aliados terroristas son más débiles que hace tres años y medio”, dijo Hook en referencia a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. “Con o sin acuerdo, hemos tenido mucho éxito”, aseveró.

La situación entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán se ha enconado mucho a raíz del abandono en 2018 por parte del Ejecutivo de Donald Trump del pacto nuclear (JCPOA, por sus siglas en inglés) sellado en 2015 con Irán y potencias como Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China por el cual se limitaba el programa atómico iraní, principalmente en materia armamentística. EEUU denunció incumplimientos de términos por parte persa e impuso al régimen de los ayatolás sanciones políticas y financieras, entre las que destacaban la prohibición de comerciar con petróleo, la principal fuente de financiación iraní. 

Esto provocó la reacción de Hasán Rohaní, presidente de Irán, quien amenazó con seguir comerciando con su crudo, con bloquear el estrecho de Ormuz (principal zona de paso del comercio petrolero mundial) y con incumplir cláusulas del JCPOA, sobre todo las relacionadas con el enriquecimiento de uranio y el tratamiento de agua pesada. 

En este escenario, se produjeron incidentes relacionados con cargueros en aguas del Golfo y ataques a infraestructuras petrolíferas y aeroportuarias de Arabia Saudí, gran rival de Irán en Oriente Medio y principal representante de la rama suní del islam, contrapuesta a la chií patrocinada por Teherán. 

La comunidad internacional y gran parte de los países árabes señalaron a Irán y a grupos chiíes afines, como los rebeldes hutíes de que actúan en la guerra de Yemen, por estar detrás de estos incidentes que ponían en peligro la seguridad regional y mundial. 

El golpe económico provocado por las sanciones norteamericanas afectó mucho a Irán, que buscó nuevos socios en el plano internacional, como Qatar y Turquía. Tanto la monarquía del Golfo como el país euroasiático son señalados también por desestabilizar la paz mundial. El Estado qatarí sufre un embargo desde 2017 implementado por el propio reino saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto, que acusan a la nación qatarí de sustentar el terrorismo transfronterizo. Mientras, el país turco presidido por Recep Tayyip Erdogan protagoniza una campaña beligerante en el Mediterráneo para mejorar su posición geoestratégica y para sacar mayor beneficio de las prospecciones de gas y petróleo en el arco mediterráneo; una actividad que se centra en la participación activa turca en las guerras de Libia y Siria, en las que actúa incluso en colaboración con mercenarios a sueldo ligados a grupos vinculados en el pasado con organizaciones terroristas como Daesh y Al-Qaeda, como han apuntado diversos medios. 

Ahora llega Elliott Abrams al puesto de enviado especial de EEUU para Irán, lo que significa la apuesta por una postura de línea dura de la Administración Trump contra el Estado persa, al que acusa de una actividad peligrosa en Oriente Medio. Abrams fue miembro distinguido del Instituto de Estudios del Medio Oriente en el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington; y también desempeñó la labor de asistente adjunto del presidente y asesor adjunto de Seguridad Nacional en el Gobierno del presidente George W. Bush, donde supervisó la política estadounidense en Oriente Medio.

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