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Créditos de carbono azul: ¿el futuro de la financiación centrada en la sostenibilidad?

Las Bahamas ha anunciado planes para vender $ 300 millones en créditos de carbono azul en 2022
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Las Bahamas se ha convertido en el último mercado emergente en buscar aprovechar su entorno natural para financiar proyectos para proteger su medio ambiente, anunciando planes para vender créditos de carbono azul antes de fin de año.

A fines de abril, el Gobierno dio a conocer planes que darían a las empresas la oportunidad de comprar créditos para compensar sus propias emisiones de carbono.
El acuerdo propuesto se basa en los 4.270 kilómetros cuadrados estimados de bosques de manglares, lechos de pastos marinos y otros ecosistemas de las Bahamas que absorben y almacenan cantidades significativas de carbono.

Al anunciar la iniciativa, el primer ministro Philip Davis dijo que Bahamas tenía como objetivo recaudar 300 millones de dólares para invertir en esfuerzos para mantener el medio ambiente marino del país, así como otros proyectos verdes y de energía renovable.

La nación se comprometió a generar al menos el 30% de su energía a partir de fuentes renovables para 2030 y se está asociando con instituciones internacionales como la UE y el Banco Interamericano de Desarrollo para implementar proyectos de energía solar.

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La importancia del carbono azul

La importancia del carbono azul

Si bien los proyectos de créditos de carbono verde que involucran bosques y pastizales están bien establecidos en los mercados financieros mundiales, la venta de créditos de carbono azul aún se encuentra en una etapa temprana. Sin embargo, hay algunas señales de que esto puede estar comenzando a cambiar.
Este cambio se produce a medida que los gobiernos y las empresas se vuelven más conscientes del potencial ambiental de los ecosistemas marítimos para combatir el cambio climático.

Los ecosistemas costeros como los manglares, las marismas y las praderas de pastos marinos tienen un importante potencial de almacenamiento de carbono: no solo pueden almacenar hasta 10 veces más carbono que los bosques terrestres, sino que también pueden retener carbono durante 10 veces más que los bosques tropicales.
Otra iniciativa basada en créditos de carbono azul es el proyecto de conservación Cispatá, ubicado en la costa caribeña de Colombia.

Una colaboración entre el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras de Colombia, Conservación Internacional y Apple, el proyecto tiene como objetivo conservar y restaurar 11.000 hectáreas de bosque de manglares. Los involucrados dicen que el proyecto eliminará aproximadamente 1 millón de toneladas de CO2 de la atmósfera a lo largo de su vida útil.

Se espera que las ventas de créditos de carbono azul ayuden a cubrir la mitad de los 600.000 dólares en costos operativos del proyecto.

Mientras tanto, en Japón, la compañía eléctrica Electric Power Development, más conocida como J-POWER, comenzó a generar sus propios créditos de carbono azul cultivando algas y un lecho de pastos marinos cerca de su planta de Kitakyushu.

La compañía no planea vender los créditos, sino usarlos para compensar las emisiones de carbono de sus centrales eléctricas. Al establecer lechos de pastos marinos en todo el país, J-POWER espera absorber 100 toneladas de carbono por año.

Hay una serie de otros proyectos de conservación de carbono azul que se están llevando a cabo en mercados emergentes de todo el mundo, incluidos Kenia, Senegal, Madagascar, India y Pakistán, el último de los cuales alberga el proyecto de restauración de manglares más grande del mundo, que abarca aproximadamente 350 000 hectáreas.

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Financiamiento vinculado al medio ambiente en mercados emergentes

La expansión de proyectos de crédito y conservación de carbono azul es otro ejemplo de cómo los mercados emergentes buscan cada vez más formas innovadoras de financiar proyectos ambientales.

Por ejemplo, en septiembre del año pasado, el Gobierno de Belice lanzó un canje de deuda por naturaleza para reestructurar su único bono soberano. Según los términos del acuerdo, Belice recompró su deuda con un descuento significativo (0,55 centavos de dólar por cada dólar) a cambio de aumentar los esfuerzos para proteger su entorno marino.

Mientras tanto, a principios de este año, el Banco Mundial emitió el primer bono de conservación de la vida silvestre del mundo, recaudando dinero para proteger las poblaciones de rinocerontes negros en peligro de extinción en Sudáfrica.

El "bono de rinoceronte" de 150 millones de dólares a cinco años es un instrumento financiero basado en resultados vinculado a la tasa de crecimiento de la población de rinocerontes negros en el Parque Nacional Addo Elephant y la Reserva Natural Great Fish River de Sudáfrica, lo que significa que los inversionistas recibirán un "éxito pago” si la población aumenta.

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De manera similar, Chile se convirtió en el primer país en emitir bonos vinculados específicamente a objetivos de sustentabilidad cuando vendió 2.000 millones de dólares en bonos vinculados a la sustentabilidad (SLB, por sus siglas en inglés) denominados en dólares estadounidenses en marzo.

A diferencia de otros tipos de bonos verdes que recaudan dinero para financiar desarrollos amigables con el medio ambiente, como proyectos de energía solar y eólica, los SLB incentivan soluciones positivas para el clima mediante la incorporación de objetivos ambientales, junto con una serie de sanciones para los emisores si no cumplen sus objetivos.

En el caso de Chile, el bono establece que el país no podrá emitir más de 95 toneladas de CO2 y equivalente al 2030, y que el 60% de su producción eléctrica deberá provenir de fuentes renovables para el año 2032.

Dado el creciente enfoque en las métricas ambientales, sociales y de gobernanza tanto en el sector público como en el privado, el desarrollo de iniciativas de financiación basadas en el medio ambiente podría sentar un precedente para los mercados emergentes que buscan recaudar fondos en el futuro.