Las protestas que se viven en Nigeria señalan un mal endémico en las fuerzas de seguridad africanas

Cuando las fuerzas de seguridad son también el enemigo

photo_camera AP/SUNDAY ALAMBA - La policía detiene a un manifestante en el peaje de Lekki en Lagos, Nigeria, el miércoles 21 de octubre de 2020.

Cuando se mira hacia África, en especial a regiones como la del Sahel, o países como República Centroafricana, República Democrática del Congo o Mozambique, el ámbito de la seguridad o la falta de él, suele acaparar el protagonismo. Se entiende que, hasta cierto punto, sin seguridad, no hay desarrollo posible. Sin embargo, en numerosas ocasiones se ha demostrado que han sido precisamente aquellos actores encargados de la seguridad de un país, los que han avivado la inseguridad de sus sociedades. Los factores que alimentan esta actitud contraria a la que se les presupone, son variados.

La corrupción, que se extiende como un veneno por todos los estamentos de muchos países africanos, provoca que en muchas ocasiones las inversiones realizadas en la mejora de las capacidades y en la compra de material para las fuerzas de seguridad o Fuerzas Armadas no lleguen a término, o se vean deterioradas por las sucesivas mordidas a las que son sometidas estas partidas. A su vez, el clientelismo derivado de la corrupción es lo que define en ocasiones las actuaciones policiales, y no la lucha contra el crimen y las injusticias que atenazan sociedades poco desarrolladas y con escasa presencia del Estado en parte de su territorio.

Otros factores podrían ser la militarización de las fuerzas de seguridad, o el uso directo de Fuerzas Armadas para lidiar con la delincuencia común lo que conlleva la comisión de excesos y usos desmedidos de la fuerza y la existencia en ocasiones de inseguridad jurídica para los delincuentes que ven como sus actos son castigados directamente por las propias fuerzas de seguridad, llegando incluso al extremo de las ejecuciones.

Policía Nigeria

Hay países en los que algunos factores se encuentran con más asiduidad que otros, pero suelen ser elementos transversales en las problemáticas que sufre el sector de la seguridad para consolidarse en muchos países del continente. El caso de Nigeria es, posiblemente, uno de los más evidentes. Pese a ser una de las potencias africanas en varios aspectos, sufre en la región nordeste de su territorio la lacra del terrorismo yihadista, una amenaza que le está resultando difícil mitigar.

No obstante, al contar con una situación, gubernamental, económica y militar superior que la de sus vecinos del Sahel, le permite, relativamente, contener la expansión territorial de esta amenaza por sus propios medios. Una de las causas que acentúan el ‘statu quo’ en la resolución de esta situación es, sin lugar a dudas, la corrupción existente en el sector de la seguridad. Durante los últimos años las denuncias e investigaciones en este ámbito han sido muy diversas: extorsión en puestos de control, blanqueo de capitales, cobro de comisiones y un largo etcétera. 

En el caso nigeriano, las problemáticas también se extienden al ámbito policial. El país sufre una delincuencia que hunde sus raíces, entre otros factores, en un paro que ha pasado de un 12% a un 27% en apenas cuatro años, y que se eleva hasta el 41% en los menores de 24 años. Esta situación de inseguridad se manifiesta por escrito en los diferentes informes que se elaboran desde las oficinas diplomáticas al valorar la situación de Nigeria como destino. Y a esta situación de inseguridad contribuye, también, una ineficiente y en ocasiones nefasta labor policial encabezada por la unidad policial de la lucha antirrobo (SARS por sus siglas en inglés).

Nigeria Apo Policía Manifestación

Desde su creación a finales del siglo pasado para luchar contra el crimen violento que se extendía por Nigeria, el SARS ha estado salpicado de casos de brutalidad policial, violaciones, tortura y ejecuciones extrajudiciales. La sensación de impunidad para quien ha combatido el crimen con más crimen se ha ido acrecentando en los últimos años, hasta que las protestas de las últimas semanas han desembocado en la disolución de la unidad. 

La campaña #EndSARS, empezada en 2017, ha lanzado a las calles de Abuja, Lagos y otras ciudades del mundo a una sociedad joven hastiada de la impunidad de la que ha gozado históricamente el SARS, pese que en 2018 el Gobierno nigeriano intentó aplacar el descontento con una reorganización de la unidad policial que, claramente, no ha resultado efectiva. En un informe de Amnistía Internacional presentado a finales del pasado junio, se documentan 82 casos de excesos policiales cometidos por miembros del SARS entre enero de 2017 y marzo de este mismo año, evidenciando que la reforma de hace dos años ha resultado infructuosa y que la disolución de la unidad, amén de la investigación de los crímenes que ha cometido, era imprescindible.

A pesar de que la disolución fue comunicada el 11 de octubre por las mismas redes sociales por las que se ha extendido la campaña contra la unidad, las protestas sociales han seguido. La letra pequeña que esconde la disolución es la integración de sus miembros en otras unidades policiales, lo que no erradica el problema, sino que lo esconde. A esto se debe añadir que la forma en la que las fuerzas de seguridad están tratando de contener las protestas está dejando un reguero de muertos y heridos que está alentando aún más el déficit que arrastran las fuerzas de seguridad, no sólo de Nigeria, sino de muchos otros países africanos. Esta actuación policial para hacer frente a las protestas ha llamado la atención de la Unión Africana, que ha condenado las acciones represivas y ha llamado al Gobierno nigeriano a desescalar la situación, un guante que el presidente del país, Muhammadu Buhari, ha recogido convocando al Consejo de Seguridad Nacional. 

END SARS Nigeria Manifestación

Las ejecuciones extrajudiciales además de los abusos, por parte de las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas es algo que ha sido denunciado de forma recurrente en el continente africano, con ejemplos documentados en múltiples países por diferentes organizaciones.

Este hecho dificulta la consolidación de las fuerzas de seguridad como un actor que garantiza y protege los derechos de las sociedades africanas y alimenta en muchos casos el mensaje de grupos terroristas y milicias, actores que pescan en el mar de inseguridad que cubre muchas áreas del continente. Por eso el esfuerzo de todos los actores implicados, no solo nacionales sino regionales e internacionales, debe ir más allá de la dotación de medios materiales y capacidades a las fuerzas de seguridad, sino que debe comprender también aspectos como la transparencia, la depuración de responsabilidades y la formación en materia de derechos humanos.  
 

Más en Sociedad