El epidemiólogo considera que “no hay responsabilidad en el sitio en el que se origina la pandemia” y que “el presupuesto en sanidad no es un gasto, sino una inversión”

Daniel López Acuña: “Si no hay una seguridad sanitaria básica, no hay economía”

photo_camera PHOTO/DANIEL LÓPEZ ACUÑA - Daniel López Acuña, ex director de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS)

Daniel López Acuña, ex director de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), fue entrevistado en el décimo programa de Atalayar en Capital Radio, que se emitió este lunes de 22:05 a 23:00. El epidemiólogo, asesor independiente de salud y profesor asociado de la Escuela Andaluza de Salud Pública, abordó el escenario actual de la crisis del coronavirus y trató de responder a los interrogantes que se están planteando en la actualidad: ¿Habrá una segunda oleada? Y en caso afirmativo, ¿cómo será? ¿Cómo debería gestionarse? ¿Qué va a pasar con las vacunas? También analizó los rebrotes que se están produciendo en diferentes partes del mundo, temas todos ellos que marcan la agenda internacional en estos momentos.

Daniel López Acuña, ex director de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS)

La OMS ha alertado de que “lo peor todavía está por llegar”. ¿Esto obedece a la realidad?

Totalmente. Esto obedece a la realidad, y más que para asustarnos o tenernos en tensión, es para que estemos alerta y hacer que tomemos las precauciones necesarias y asumamos nuestra responsabilidad individual y como sociedad.

Siempre se ha hablado de que en otoño puede producirse un rebrote importante por la vuelta del frío, la coincidencia con la gripe… ¿La percepción de una segunda oleada tras el verano es real?

Es un escenario altamente posible, en la medida en la que el virus se comporte como se comportan otros virus semejantes, que tienen una variación estacional en la que se produce un aumento de la patogenicidad y de la virulencia en los ciclos de otoño e invierno. Pero el virus que estamos viendo ahora es inédito, que se comporta de una manera no habitual y que está teniendo expresiones infecciosas que caracterizan la pandemia en sitios con climas cálidos y temperaturas altas… Por lo que no tenemos una bola de cristal que nos diga que vamos a tener una segunda oleada en otoño/invierno, pero sí es altamente probable y por eso tenemos que estar preparados. 

Reapertura de los bares y pubs en el Soho de Londres, el 4 de julio de 2020

Ha sido noticia en los medios de comunicación una carta que 200 expertos han enviado a la OMS rebatiendo la idea de que el coronavirus en el aire deja de ser contagioso en pocos minutos. Estos científicos aseguran que puede permanecer en el aire incluso horas. ¿Con cuál de las dos tesis está de acuerdo?

La carta que ha sido enviada debe ser tomada muy en serio. Creo que más que contradecir a la OMS lo que plantean es que hay elementos para pensar que puede existir una forma de transmisión que no es solo la de las gotículas de la saliva, del estornudo o de la tos, sino que puede haber también una permanencia del virus en el aire, sobre todo, en espacios cerrados y poco ventilados. La implicación de esto es muy simple: hay que usar la mascarilla para protegerse en el transporte público, en los espacios públicos y en los espacios cerrados poco ventilados. Y creo que de esta manera estaremos en un territorio más seguro. 

Además, por supuesto que la OMS tiene que alentar más investigaciones al respecto y hay que revisar la evidencia. Hemos ido aprendiendo semana tras semana sobre este virus y hemos ido cambiando las perspectivas de cómo se transmite, qué tipo de inmunidad genera, cómo reacciona ante los tratamientos… Esta es la actitud que debemos de tener, muy abierta a entender que apenas estamos descifrando lo que el virus realmente significa.

¿Se subestimó de alguna manera el riesgo que entrañaba la pandemia, en su fase inicial sobre todo?

Creo que, en términos generales, ha existido, y todavía existe lamentablemente en algunos gobiernos, una infravaloración del potencial infeccioso de esta enfermedad y la velocidad a la que podía diseminarse la epidemia, en razón, sobre todo, del inmenso trasiego de personas, con viajes aéreos y otras vías. La infravaloración se dio no solamente hasta que la OMS decretó la emergencia de salud pública de trascendencia internacional por la entonces epidemia del coronavirus, que fue el 30 de enero, ni siquiera cuando se decretó como pandemia el 11 de marzo, sino también después. Parte del problema ha sido que muchas autoridades, muchos gobiernos y muchos ciudadanos han ido “a su aire” sin necesariamente seguir las recomendaciones de las alertas que establecía tanto la OMS como el Centro de Control de Enfermedades Infecciosas en Europa como la comunidad científica. De todo esto hemos aprendido a que había que haber tomado mucho más en serio al coronavirus, que ha adquirido una magnitud que era difícil de estimar.

Fábrica de carne de Tönnies que tuvo que ser cerrada debido a un brote de coronavirus, en Rheda-Wiedenbrueck, Alemania

¿Tener que priorizar la salud o la economía es un falso debate?

Sí, es un falso dilema, no se trata de decidir si o salud o economía. Hay que preservar la salud, prevenir muertes, evitar que esto tenga una magnitud mayor, evitar el colapso de la infraestructura sanitaria, y al mismo tiempo entender que hay que mitigar el impacto socioeconómico y que hay que tratar de reestablecer la economía y sus flujos naturales, pero siempre con una seguridad sanitaria básica. Si no hay una seguridad sanitaria básica, no hay economía, ni habrá producción ni consumo, porque sí habrá más muertes. Pero tampoco se trata de decir que es una cosa u otra. 

¿Echa de menos la falta de cooperación mundial para encontrar una vacuna?

Totalmente. Echo en falta más colaboración, más cooperación internacional, porque creo que la seguridad sanitaria mundial es un tema que tenemos que preservar todos como un bien público global. Y creo que conseguir el desarrollo de una vacuna que proteja a la mayor parte de la población no tiene que ser una carrera desenfrenada o un mercado salvaje o una selva donde los más grandes se coman a los más pequeños, sino que tiene que ser un esfuerzo colaborativo. 

El primer paciente inscrito en el ensayo clínico de la vacuna contra el coronavirus de Pfizer en la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland en Baltimore, EEUU, recibe una inyección

¿Es preciso un cambio de concepto, en el que no se considere el presupuesto para sanidad como un gasto sino como una inversión?

Absolutamente. La salud no es un gasto, es una inversión. No es un lujo, es una necesidad. Si queremos tener economías productivas y sociedades cohesionadas, tenemos que preocuparnos, ocuparnos e invertir en materia de salud. 

Hemos conocido la semana pasada que Estados Unidos ha comprado casi todas las existencias del Remdesivir, el único medicamento aprobado por Europa para tratar el coronavirus. ¿Es admisible desde un punto de vista de comunidad internacional?

En primer lugar, la aprobación del Remdesivir por la Agencia Europea del Medicamento es importante para poder contar con una herramienta terapéutica adicional, pero no cura la COVID-19, sino que ayuda a reducir los efectos más nocivos y alivia los cuadros más severos. En segundo lugar, sobre la actuación de EEUU, es un tema que nos debería preocupar a todos. Cuando EEUU dijo hace un par de meses que quería comprar en exclusiva la producción de una vacuna a un laboratorio alemán, los directivos de esa compañía dijeron que el capitalismo tenía sus límites, y fueron apoyados por el propio Gobierno alemán. Anunciaron que no iban a proceder así porque esa herramienta tenía que estar a disposición de todas las personas.

La actitud de EEUU es muy egoísta y va en sintonía con el retiro, injustificado desde mi punto de vista, del país de la OMS a petición de Donald Trump, aunque creo que cuando haya un cambio en la presidencia se revertirá de inmediato. 

Remdesivir, el medicamento para el tratamiento de la enfermedad de la COVID-19, en El Cairo, Egipto, el 25 de junio de 2020

¿Qué responsabilidad podría tener China, en el marco de un creciente debate sobre el origen del coronavirus?

Hay que analizar dos cosas por separado: por un lado, la especulación sobre las teorías conspiratorias de que el origen del coronavirus está en un laboratorio chino. En estos momentos, no hay ninguna evidencia a ese respecto y todo indica que esto fue fruto del salto de una especie animal a una especie humana, como se ha producido en otros dos coronavirus anteriores, el SARS y el MERS, en la pasada década. Por otro lado, evidentemente que la pandemia tuvo su origen en China, pero pudo haber ocurrido en cualquier otro sitio del mundo, y no por eso hay que pensar que hay una responsabilidad del lugar en el que se origina. Además, creo que China tomó medidas draconianas y rápidas en el caso del primer foco de Wuhan.

Lo que se nos olvida es que esta vez hemos sido víctimas de la globalización pronunciada en el movimiento de personas, en el tráfico aéreo… La facilidad y la rapidez en los desplazamientos han sembrado la COVID-19 en todo el mundo. 

Otro fenómeno que tenemos que observar en el caso de China es que todos los países hemos puesto demasiados “huevos en la canasta” de tener todo el suministro de insumos básicos procedentes de un mercado tercializado y abaratado como es el de China. Esto demuestra también que hay que pensar en la necesidad de tener reservas estratégicas en los diferentes bloques regionales, y no centrar toda la producción exclusivamente en un solo mercado, como es el chino.

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