El Estado de Darfur Occidental es escenario de los episodios más sangrientos tras el golpe de Estado del 25 de octubre

Darfur y el desvanecimiento de una transición política

photo_camera PHOTO/AFP - Manifestantes sudaneses se reúnen en el este de Jartum el 25 de noviembre de 2021. - Miles de manifestantes sudaneses se concentraron hoy contra la toma de poder por parte de los militares el mes pasado, rechazando un acuerdo alcanzado entre el alto general que vio al primer ministro reinstalado, dijeron testigos

La escalada de la violencia en Sudán continúa dejando decenas de muertos y miles de desplazados. 

25 de octubre de 2021. Apenas mes y medio ha pasado desde una fecha que los sudaneses tardarán en olvidar, si es que algún día lo hacen. Aquel día, Jartum vio como un golpe de Estado ponía fin a dos años de esfuerzos democráticos que comenzaron en agosto de 2019 con la formación de un Gobierno interino. El primer ministro Abdalá Hamdok fue secuestrado, a pesar de que hace pocos días anunció un nuevo pacto con los propios militares responsables del golpe con el fin de garantizar “el bienestar de los sudaneses”. No obstante, más de dos semanas después de la comparecencia de Hamdok, la tensión en todo el país sigue aumentando. 

El general de alto rango de Sudán, Abdel Fattah Al-Burhan, centro izquierda, y el primer ministro Abdalla Hamdok sostienen documentos durante una ceremonia para restituir a Hamdok, quien fue depuesto en un golpe de estado el mes pasado, en Jartum, Sudán, el domingo 21 de noviembre de 2021

Abdel Fattah al-Burhan es el nombre del teniente general que estuvo a la cabeza de la asonada que ha visto en las calles de Sudán la más férrea oposición. Los sudaneses creen firmemente en el proceso democrático que comenzó tras la expulsión del dictador Omar al-Bashir y lo han demostrado con numerosas manifestaciones en contra del golpe militar. Es una minoría la que clamaba por un Gobierno compuesto exclusivamente por los militares, que ya intentaron acabar con el Ejecutivo a finales del mes de septiembre sin éxito. 

“Los miembros civiles del Consejo Soberano de transición y varios ministros del Gobierno de transición han sido detenidos por fuerzas militares conjuntas”. Esta frase publicada por el Ministerio de Información a través de su cuenta de Facebook era la confirmación de que el golpe de Estado sí había echado por tierra dos años de trabajo en pro de la democracia. Esta vez sí había caído el Gobierno y con él, las esperanzas de unas elecciones con las que Sudán había soñado durante más de 30 años. Hamdok y su Gobierno no pudieron resistir y, como acostumbra a suceder en estas situaciones, se ha abierto la veda de la violencia en todo el país. 

El general de alto rango de Sudán, Abdel Fattah al-Burhan, saluda a los soldados mientras asiste a la conclusión de un ejercicio militar en la zona de Maaqil, en el norte del Estado del Río Nilo, el 8 de diciembre de 2021
Darfur, el hilo a punto de ceder 

El Estado Occidental de Darfur atraviesa sus días más oscuros. La violencia se ha convertido en una constante para la región limítrofe con Chad que ha sido golpeada por los continuos ataques y enfrentamientos entre tribus. Alrededor de 68.000 personas viven en este estado que ya a mediados del mes de noviembre vio cómo 50 de ellos perdían la vida como consecuencia de los choques entre la tribu Misseriya Jebel y nómadas árabes en Jebel Moon. Precisamente esta localidad, junto con Kerenik, están entre las 15 que han sido “quemadas hasta los cimientos”, según la ONG Norwegian Refugee Council (NRC). 

Mohammed Issa Alieu, gobernador en funciones de Darfur, informó el pasado lunes del fallecimiento de otras 48 personas tras el ataque de la milicia yanyauid, apoyada por el ala militar. La propia NRC ha expresado una “profunda preocupación” acerca de estos incidentes ya que, según los datos que maneja la organización, estamos ante “el número más alto de civiles que huyen de la violencia desde el punto más álgido del conflicto de Darfur hace diez años”. Las cifras son terroríficas. Cerca de medio millón de personas se han visto obligadas a abandonar sus casas por miedo a la violencia que inunda la que es en este momento la región más peligrosa de Sudán. 

Niños refugiados sudaneses en el campamento de Treguine, en Hadjer Hadid, en la región de Ouaddaa, en el este de Chad

10.000 personas han puesto rumbo a Chad en los últimos días para huir del polvorín en el que se ha convertido Darfur. Toby Harward, coordinador especial del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), asegura que la evolución de los acontecimientos amenaza seriamente la seguridad de aquellos que intentan abandonar el país – en su mayoría mujeres y niños –, y también para su vecino chadiano que ya da cobijo a 520.000 refugiados, de los cuales el 70% son de origen sudanés. Una situación no muy diferente dentro del propio Sudán, donde el número de desplazados internos supera los tres millones de personas, siendo el 80% originarios de Darfur. 

El Estado Occidental de Darfur está dividido en cinco estados desde que lo decidiese así Omar al-Bashir hace 10 años. A Darfur Norte, Sur y Oeste se unían Centro y Este, con el objetivo de tener un Gobierno regional más próximo a la población, según aseguró en su día Rabie Abdelati, integrante del partido del dictador. Estas cinco zonas han registrado más de 200 incidentes violentos tan sólo este año. Los últimos movimientos demuestran que “la tensión sigue siendo alta”, decía Harward, quien añadía que “se están recibiendo informaciones alarmantes de otras partes de Darfur sobre la destrucción de pueblos, violencia sexual y robo de ganado”. 

Todos estos alicientes empujan a Darfur a una situación que, cada día que pasa, se vuelve más compleja. El acuerdo alcanzado entre Hamdok y el ala militar buscaba, según el propio primer ministro, “una coordinación de estos en todos los asuntos, para que cada uno realice sus tareas” ya que considera que “debe haber amplias reconciliaciones entre todos los componentes de la sociedad sudanesa”, justificando su acuerdo con los liderados por Abdel Fattah al-Burhan. Sin embargo, semanas después, no cambiado nada en lo que al aumento de violencia se refiere y este nuevo pacto, para la desgracia de la población darfurí, parece haber caído en saco roto. 

Mapa de localización de Darfur Occidental
La milicia yanyauid y el apoyo militar 

Cuando se habla de contextos como el que vive ahora la sociedad de Sudán nunca hay un único responsable. Si bien es cierto que fue el ala militar quien acabó con años de construcción democrática, no actuaban solos, ni la violencia corre a cargo exclusivamente de los de Al-Burhan. Los enfrentamientos entre tribus constituyen uno de los problemas que más han agitado la región de Darfur, pero si hay un actor al que otorgar gran parte de la responsabilidad del sufrimiento de esta región es a la milicia yanyauid, apoyada, como no podía ser de otra manera, por las fuerzas militares. 

Para entender los vínculos que unen a los yanyauid con el ala militar nos tenemos que remontar al año 2003. La milicia, de etnia árabe, lleva enfrentada con las tribus africanas desde que dieron comienzo los enfrentamientos en Darfur hace casi 20 años. Esta región fue testigo, según la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) de crímenes de guerra y lesa humanidad entre 2003 y 2004: “Las milicias “yanyauid” emplearon la violación como un arma para aterrorizar y humillar a mujeres y niñas”, aseguraba Fatou Bensouda, fiscal jefa de la CPI en lo que fue le primera vez que un tribunal internacional daba voz a las víctimas de una región que dos décadas después vuelve a sufrir los golpes propinados por la inestabilidad. 

Los problemas entre esta milicia y los grupos tribales es una de las mayores amenazas para Darfur. El ataque de los yanyauid del domingo 5 de diciembre podría tener su motivación en un enfrentamiento que tuvo lugar el día anterior en Murnei entre las tribus rizeigat y masalit. El coordinador especial Toby Harward señalaba este hecho como un posible aliciente para la ofensiva de la milicia ya que, dice, el ataque se produjo “tras los asesinatos y los ataques por venganza en Murnei”. De esta forma, la amenaza en lo que respecta a los yanyauid es doble, teniendo, por un lado, el respaldo del ala militar, y por otro, el conflicto tribal. 

Miembros de los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF)
El legado de Omar al-Bashir 

Como se ha mencionado anteriormente, la presencia de los yanyauid en Darfur no es una novedad, más bien es el enésimo capítulo de la historia de terror que quiere imponer la milicia en la región occidental de Sudán. Y gran culpable de ello es el dictador Omar al-Bashir. Durante los 30 años que ejerció el poder de forma autoritaria, los yanyauid tuvieron en Al-Bashir a uno de sus mayores valedores. El dictador echaba mano de ellos cuando se presentaban situaciones que, por la naturaleza de su Gobierno, debía frenar por lo civil o lo militar, siendo una de ellas el levantamiento de Darfur. 

El trato discriminatorio de Al-Bashir hacia el Estado Occidental de Darfur alcanzó su clímax en febrero de 2003 cuando dio comienzo el conflicto de Darfur con el levantamiento de las etnias africanas minoritarias contra la dictadura de Omar al-Bashir. La respuesta, como cabía esperar por parte del Gobierno autoritario, fue muy dura. El dictador envió a la milicia yanyauid que cometió innumerables delitos y atentados contra los derechos humanos que tuvieron como consecuencia las acusaciones de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional de crímenes de guerra y lesa humanidad. Saqueos, violaciones y asesinatos fueron algunas de las atrocidades que pusieron el grito en el cielo de la comunidad internacional. 

A pesar de ello, sus acciones en Darfur dieron pie a su adhesión a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) lideradas por Mohamed Hamdan Daglo. Desde aquel momento, la subcontrata de milicias por parte de Al-Bashir fue una de sus obsesiones teniendo como objetivo evitar una insurrección, precisamente como la que le acabó echando del poder en 2019. Fue el propio Hemedti – apodo de Mohamed Hamdan Daglo – quien se benefició del derrocamiento del dictador ganando importancia dentro de las RSF e impulsándole hasta al segundo escalafón del Consejo Soberano de Transición liderado por Abdel Fattah al-Burhan. 

En esta foto de archivo tomada el 8 de marzo de 2009, el presidente sudanés Omar al-Beshir (coche-C) saluda a sus partidarios durante su visita a El-Fasher, capital del estado de Darfur del Norte
El fracaso de los esfuerzos democráticos 

El golpe de Estado contra el Gobierno interino de Sudán fue el principio del fin de la democracia sudanesa, si es que se puede considerar que llegó a existir, que, a juzgar por los avances en estos últimos dos años, cuesta atisbar. La realidad era muy diferente al deseo con el que nació el derrocamiento del dictador Omar al-Bashir. Dos años dan para mucho más de lo que se ha hecho desde aquel 11 de abril de 2019 en el que el dictador fue expulsado del Gobierno. Las elecciones previstas inicialmente para 2023 son un imposible y las sanciones estadounidenses – retiradas tras el golpe contra Al-Bashir – están cada vez más cerca de regresar. 

En ningún caso se podría justificar echar por tierra los esfuerzos del Gobierno interino. Poco o mucho, el trabajo conjunto de políticos y militares constituía la única alternativa democrática para una sociedad que vuelve a verse sumida en el caos. El descontrol, la incertidumbre y la violencia han dejado de ser pesadillas del pasado para convertirse de nuevo en una amenaza real que pone en jaque la estabilidad sudanesa, que nunca había visto tan cerca su objetivo como con el Ejecutivo derrocado el 25 de octubre. La escalada de la tensión y los continuos ataques por parte de las fuerzas armadas, tribus y milicias, acaban con todo lo construido y, peor aún, devuelven el miedo a la sociedad de Sudán. 

Antiguo emplazamiento de la Misión de las Naciones Unidas y la Unión Africana en Darfur (UNAMID), vandalizado y destruido durante la retirada pasada de la región sudanesa de Darfur, lo que subraya la frágil situación de seguridad en una región de frecuentes enfrentamientos intertribales, el 22 de junio de 2021

 

Más en Reportajes