Mosul y Palmira han sido dos grandes ciudades que han visto como su historia se destruía bajo el yugo del Daesh. Iniciativas locales e internacionales han conseguido volver a dar vida a su patrimonio cuando solo había olvido

De la destrucción perpetrada por el Daesh a la esperanza

photo_camera REUTERS/KHALID AL-MOUSILY - Los fieles asisten a la oración en la mezquita de Al-Nuri durante el primer día del Eid al-Adha en Mosul, Irak, el 9 de julio de 2022

Cinco años han pasado desde que el Daesh sufrió su derrota en Irak y en Siria. 

Y con ella, la consiguiente desaparición del califato islámico que el grupo yihadista trató de instaurar a través del terror y la barbarie, teniendo como estandarte una de las interpretaciones más extremistas de la Sharía.

Durante la ocupación de los yihadistas, tanto Siria como Irak vivieron un colapso a todos los niveles. El terror se había instalado en la política y en la sociedad. Los burkas comenzaron a ser la única vestimenta permitida a las mujeres y la represión se hizo el día a día de unos ciudadanos que vivieron bajo su yugo durante largos años. 

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Como parte de la estrategia del Daesh por implementar el terror y el caos y en ese intento de borrar cualquier rastro de la historia de otras culturas, el patrimonio cultural, artístico y arquitectónico de Irak y Siria sufrieron uno de sus episodios más dramáticos tras la destrucción consecutiva de un patrimonio artístico que pertenece a la humanidad en toda su totalidad.

Mosul fue uno de los ejemplos que vivieron este destrozo en el marco de la guerra. Entre otras muchas destrucciones destacan los ataques a la mezquita de Al-Nuri, conocida por tener su minarete inclinado, y de especial carga simbólica, lo que provocó la conmoción generalizada por parte de sus ciudadanos. 

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Además de la mezquita, decenas de esculturas pertenecientes a la civilización asiria, la antigua civilización que ocupó el norte de Mesopotamia entre los años 1813 a.C y el 609 a.C, fueron destruidas con mazos y taladros, al igual que varios colosos en la ciudad iraquí de Nínive. En un vídeo difundido por el grupo terrorista, un combatiente de la organización se dirigía a la umma tras afirmar “musulmanes, los objetos que están detrás de mí son ídolos de pueblos anteriores al nuestro. Los asirios tenían dioses para la guerra, la lluvia y se aproximaban a ellos a través de ofrendas. (...) El profeta nos ordenó deshacernos de las estatuas y las reliquias”.

El historiador de arte, Antonio López, señala para Atalayar que la destrucción de las obras en la guerra y en los conflictos tiene como objetivo “favorecer el desarraigo de la población dominada. No se busca solo cambiar el tiesto de la maceta, sino que se quiere cercenar la raíz de la planta. ¿Con qué intención?, muy sencillo. Lo que se pretende no es la muerte física del contrario, sino su liquidación espiritual”. 

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En el caso del Daesh, afirma, “no solo impusieron su cultura, su religión y sus tradiciones porque consideran que está legitimado por la victoria que le han dado las armas. Lo hacen porque piensan que étnicamente son superiores y que su acervo cultural es indiscutiblemente mejor que el de los derrotados. Consideran que su victoria es lógica e ineludible, pues la mente del vencido tiene necesariamente que ser débil”.

Así, “creen que están haciendo un beneficio a la Humanidad al liberarla de esas culturas supuestamente inferiores. Es una especie de desinfección cultural que suele preceder a los procesos de limpieza étnica”.

No solo las estatuas sufrieron graves daños. Las ruinas de la antigua ciudad de Nínive y de Hatra, la que fue capital de los partos y es Patrimonio de la Humanidad, incluida además en el 2010 en el listado de sitios culturales “en peligro de extinción” por el Fondo del Patrimonio Mundial, también se han visto gravemente afectadas tanto por el Daesh como por consecuencia de los múltiples saqueos. 

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Además de las estatuas asirias, los yihadistas derribaron mezquitas sunís y chiís, además de monolitos como los de Abu Taman, poeta árabe de época abasí, o el mausoleo de Ibn al Azir, filósofo árabe que formó parte de la corte del sultán Saladino.

El historiador y coordinador de la revista de divulgación FUA, Alejandro Salamanca, indica para Atalayar que “el Daesh se inserta en cierta tradición de los movimientos salafistas que consideran que la adoración de tumbas, santones o a cualquier otro tipo de monumento es idolatría” por este motivo “se destruyeron los budas de Bamiyán, en Afganistán”.

“En la mayoría de las guerras especialmente entre grupos que buscan la limpieza étnica o la desaparición de personas, eliminar la cultura y el arte es una de las formas de asegurar el dominio sobre el territorio. Lo estamos viendo ahora en Armenia, por ejemplo, cuando los soldados azeríes destruyen patrimonio histórico no lo están haciendo por ningún tipo de precepto religioso sino para eliminar la presencia armenia y hacer como si nunca hubiese existido”. 

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Para Salamanca, el objetivo es “que no quede memoria de que hubo una ocupación previa por otras personas. Es una de las tácticas de dominación del territorio”.

Señala que “cuando el Daesh destruyó Mosul, por un lado, pretendía eliminar los restos de una ciudad multicultural en la que han existido diferentes comunidades y por otro lado lo hicieron en cumplimiento de un precepto político-religioso que dicta que no se puede rendir culto a nada del pasado”. 

Añade que “esto ha pasado a lo largo de la historia y es una práctica común. Ya los romanos lo hacían con el Damnatio Memoriae, el condenar la memoria, que consiste en eliminar el paso de una persona por el registro patrimonial, destrozar cualquier rastro y que no quede huella de su paso por el mundo. Esto ha sucedido en el pasado, pero es algo lógico que se producen contra culturas que no han dejado nada escrito si no que su permanencia histórica ha sido oral y visual. Eliminar los restos del pasado es una forma de reescribir la historia”. 

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Otro de los blancos del grupo yihadista fue el legado cristiano de la urbe iraquí, tales como la catedral caldea y la ortodoxa siria de Mosul. Y es que para los yihadistas destruir “estos falsos ídolos” eran parte de su propaganda que animaba con acabar y arramplar contra todo aquello que no respetase su interpretación del islam. Por este motivo, la UNESCO, alarmada por la pérdida de patrimonio que esto suponía, no tardó en reaccionar. En ese momento, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, señaló que “las preocupaciones humanitarias y de seguridad son inseparables a las culturales. Proteger vidas humanas, su patrimonio cultural e identidad van de la mano”.

Revivir el espíritu de Mosul

Por ello y como un rayo de esperanza dentro de las tinieblas, en el año 2018 y tras la caída del Daesh, la directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Audrey Azoulay, anunció la puesta en marcha de la iniciativa más ambiciosa de la Organización. Bajo el nombre de “Revivir el espíritu de Mosul” esta iniciativa impulsada por la UNESCO y en asociación con Emiratos Árabes Unidos, país que por otra parte invirtió 50,4 millones de dólares, trata de reconstruir la ciudad, sus monumentos más emblemáticos y la vida de sus ciudadanos a través de tres ámbitos clave: el patrimonio monumental, la educación y la vida cultural, gracias a la contribución, el trabajo y la ayuda de sus propios habitantes. 

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En el año 2022, cinco años después de que la ciudad estuviese gravemente afectada, ya se han iniciado los trabajos destinados a rehabilitar la mezquita de Al-Nuri y su minarete, así como las iglesias de Al-Tahera y Al-Saa’a. En relación con la reconstrucción de la mezquita y el minarete, la UNESCO ya ha anunciado que se espera que las obras estén finalizadas para el año 2024. Asimismo, tanto la  UNESCO como Emiratos están reconstruyendo 124 casas residenciales históricas y la escuela Al Ekhlas, a través del trabajo de empleados y técnicos locales. 

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El renacimiento del patrimonio

Por otro lado, hace apenas unos días, las antiguas ruinas de la ciudad de Hatra, en el norte de Irak, volvieron a abrir sus puertas a decenas de visitantes que acudieron, por primera vez desde hace años, a admirar las ruinas históricas. El recorrido fue organizado por la Casa del Patrimonio de Mosul, un museo nuevo en la capital que fue inaugurado el pasado mes de junio.

Este recorrido es el primero que organiza el museo de Mosul, donde ofrece visitas por sus monumentos, datados de 2.000 años de antigüedad. Durante el imperio parto, Hatra fue un importante centro religioso y comercial que poseía imponentes fortificaciones y templos que mezclaban estilos arquitectónicos griegos y romanos, mezclados con elementos decorativos orientales.

Palmira trata de olvidar el terror

Palmira, ciudad ubicada en la provincia siria de Homs, ha sido una de las muchas ciudades que ha sufrido de primera mano la destrucción del Daesh. Sin embargo y a diferencia de los ataques a otras ciudades, Palmira cuenta con un imponente patrimonio cultural y arquitectónico que, hasta la llegada de los yihadistas, era un símbolo destacado para la humanidad y que poco a poco trata de recuperar

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Tras la pérdida del patrimonio que supuso el paso del Daesh por la ciudad, la directora general de la Unesco se pronunció al respecto para aclarar que la “destrucción” es un nuevo acto de guerra y “una pérdida inmensa para el pueblo sirio y la humanidad”.

Y es que Palmira fue una de las primeras ciudades de la antigüedad por las que pasaban la Ruta de la Seda. De esta época se conservaba el Templo del dios Bel, la gran columnata y lo que fue un Ágora. En sus alrededores, se descubrieron cientos de tumbas muy bien conservadas, además de otros templos funerarios y el campamento de Diocleciano, el que anteriormente fue el palacio de la reina Zenobia, gobernante del reino de Palmira tras el asesinato de su marido. 

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Todos estos descubrimientos hicieron que Palmira formase parte del Patrimonio de la Humanidad desde el año 1980. Hasta antes de la guerra esta ciudad era el sitio arqueológico más visitado, sin embargo, tras el estallido y el consiguiente avance del Daesh por el país, el grupo yihadista utilizó las ruinas arqueológicas para mostrar ejecuciones propagandísticas.

Además, el Templo de Bel, considerado como uno de los símbolos de la ciudad, fue destruido con un paquete de explosivos, acto que fue calificado por la UNESCO como un “crimen de guerra”. Sin embargo, esto no sirvió para frenar al grupo que protagonizó, además, la destrucción de tres tumbas torres, entre ellas la de Elahbel datada en el año 103 a.C, al igual que el emblemático Arco del Triunfo de Palmira construido en el siglo II a.C por el emperador romano Septimio Severo. 

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Estas deplorables acciones supusieron un golpe duro para la sociedad global, al ver como un patrimonio, que pertenece a todos por igual, era arrebatado sin piedad por los radicales.

Tras la caída del Daesh, diversas iniciativas locales, incluyendo la ayuda exterior que en su momento brindo el Gobierno de Vladimir Putin como aliado de su homólogo Bachar al-Asad, consiguieron llevar a cabo un proyecto “para restaurar todos los daños”. Poco a poco los especialistas han comenzado a reconstruir el antiguo Arco del Triunfo, que actualmente se encuentra en una etapa de enumeración y documentación de sus piedras principales que luego serán transportadas y ordenadas siguiendo diferentes pautas para asemejarse a sus antiguos planos. 

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Después de que finalicen la reconstrucción del arco, se comenzará la reconstrucción del Templo de Bel, el Templo de Baal Shamin, la fachada del anfiteatro de Palmira y el Tetrápilo, todos ellos dinamitados por el grupo terrorista pero que ahora esperan poder volver a erigirse para recordar al mundo lo que fue la humanidad, nuestros antepasados, hace más de 2.000 años en una región del mundo que también es considerada como una de las cunas de las civilizaciones.

El arte y el patrimonio cultural tienen la capacidad de unir al ser humano como a una misma unidad, olvidando así todo aquello que nos diferencia para reencontrarnos en un legado común que nos recuerda de dónde venimos y nos ayuda a dar respuestas a preguntas que, de no ser por los restos artísticos y arquitectónicos, no tendríamos un pasado al que hacer honor ni una historia que contar.  

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