El tiroteo contra una sinagoga en la tarde del viernes y otro en la mañana del sábado dejan al menos siete muertos y dos heridos en una nueva espiral de violencia en Jerusalén Este

Dos atentados palestinos en menos de 24 horas sacuden Israel

photo_camera AP/MAYA ALLERUZZO - Un oficial de policía israelí en la escena de un ataque de apuñalamiento en la ciudad de Elad, Israel, el jueves 5 de mayo de 2022

Tenía 13 años. El joven palestino abatido en la mañana del sábado por la Policía había disparado minutos antes a un oficial fuera de servicio de las Fuerzas de Defensa Israelíes, de 22 años, y a su padre, de 47. Cruzaban el asentamiento de colonos Ciudad de David en el que residían, situado en el interior del barrio palestino de Silwan, cuando el atacante abrió fuego. El hijo ha sido conectado a un respirador artificial; el padre está estable. El adolescente palestino, por su parte, se encuentra en estado grave, indica la radio del Ejército israelí. 

“Estamos en un verdadero estado de intifada armada, y esto es lo que se necesita para acabar con la ocupación”, expresó Tariq Ezz El Din, portavoz de la Yihad Islámica, la milicia terrorista asentada en la Franja de Gaza, tras conocer los hechos. “Sangre por sangre. Las armas son el único lenguaje compartido entre nosotros y la ocupación”, apuntilló Atta Abu Ramila, secretario general de Fatah en Yenín, la máxima autoridad palestina en Cisjordania. El dividido movimiento palestino parece haber encontrado la unidad momentánea en la violencia

Es el segundo atentado que sacude Jerusalén Este en menos de 24 horas. En la noche del viernes se produjo el ataque más sangriento registrado en la Ciudad Santa en los últimos 15 años. Un joven palestino de 21 años llegó en coche a una sinagoga edificada en el asentamiento de Neve Yaakov poco antes de las 20.15 horas. Esperó en las inmediaciones del templo hasta que los fieles abandonaran el recinto. Abrió fuego. Siete personas murieron y otras tres resultaron heridas. 

El autor de la masacre, Alkam Khairi, se dio a la fuga. Intentó huir en su vehículo, pero fue interceptado por la Policía cinco minutos después. Los agentes consiguieron abatirle tras un breve intercambio de disparos, de acuerdo con la versión de las autoridades. De la misma forma que el joven de 13 años, no tenía antecedentes. Pero formaba parte de las Brigadas de los Mártires de Aqsa de Al Fatah, una milicia vinculada al brazo armado de Fatah. Un día antes, la Policía había detenido a su padre. En 1998, su abuelo murió tras ser apuñalado por un colono israelí, quiso cobrarse la venganza. 

“Nuestros corazones están con las familias de los asesinados y, por supuesto, con los heridos, deseamos su total recuperación”, dijo Benjamín Netanyahu. Desde el lugar de los hechos, el primer ministro reconoció que el atentado es “uno de los peores que hemos visto en los últimos años”. El último ataque de esa magnitud sucedió en 2008, cuando un grupo armado decidió cruzar la península egipcia del Sinaí, llegar a Israel y matar a ocho personas. 

El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, no se mostró tan conciliador y propuso “armar a más y más ciudadanos”. “Espero que pronto cambie la política de armas. Cada vez más civiles necesitan tener armas. El Gobierno tiene que responder. Con la ayuda de Dios, espero que así sea”, declaró desde las inmediaciones de Neve Yaakov. Recibió los aplausos de un público enfervorecido que le exigía “muerte a los terroristas” y “muerte a los árabes”. 

Mansour Abbas quiso rebajar la tensión. El presidente de la Lista Árabe Unida, la formación islamista árabe-israelí con representación en la Knesset, que formó parte del Ejecutivo por primera vez en su historia en la pasada legislatura, durante el fallido tándem Bennett-Lapid, condenó cualquier atentado terrorista en el que “se asesine a civiles e inocentes” e hizo un llamamiento “a todos para que actúen con moderación y cooperen para encontrar una forma de calmar la situación y salvar la vida de muchas personas”. 

Escalada preocupante 

Israel ha vuelto a sumirse en una grave espiral de violencia en las últimas semanas, aunque la situación empeoró significativamente a mediados del año pasado con una oleada de ataques contra ciudadanos israelíes perpetrados por palestinos que actuaban en solitario. Los acontecimientos dispararon los índices de inseguridad e hicieron reaccionar con dureza a las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI). El Ejército hebreo intensificó sus incursiones en las zonas palestinas de Cisjordania, provocando la muerte de más de 170 palestinos en 2022. Era la cifra más elevada en 15 años. 

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El pasado jueves, las FDI llevaron a cabo una redada en el campo de refugiados de Yenín. Nueve palestinos murieron en la incursión, considerada por los observadores como la más sangrienta de este tipo en años. En respuesta, el autodenominado Movimiento de Resistencia Islámica, Hamás, que controla con mano de hierro la Franja de Gaza, lanzó un fallido ataque aéreo sobre territorio israelí. La Cúpula de Hierro interceptó los cohetes, pero el sistema de defensa aérea tendrá más trabajo en los próximos días u horas. 

La controvertida vuelta al poder de Netanyahu tras su victoria electoral en noviembre ha inflamado de nuevo la causa palestina. No precisamente por Bibi, un habitual en estas lides, sino por sus nuevos socios de viaje. El experimentado primer ministro domina en la Knesset gracias a su alianza imperturbable con los partidos ultraortodoxos, pero un nuevo actor viene ganando fuerza: Sionismo Religioso. La coalición ultranacionalista de corte supremacista judío promete ejercer presión sobre los palestinos. Itamar Ben Gvir, el número dos de la lista, así lo quiere. 

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