China aumenta su presencia en África a través del suministro de vacunas contra la COVID-19

El amigo invisible

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Impar y menor que tres. Es, dicen, el número de auténticas amistades que una persona puede labrarse a lo largo de su vida, por muy larga que esta sea. Aunque discutible en su formulación o en su resultado, lo que sí parece claro es que China pretende ser ese amigo fiel y vitalicio que el continente africano no consigue encontrar. Ahora, la excusa para el escarceo viene de la mano de las vacunas contra el coronavirus.

Porque desde Pekín, además de financiar infraestructuras, comprar deuda, regalar sedes para organismos continentales –léase Unión Africana– o fomentar acuerdos bilaterales, ahora se han arremangado –en este caso a través de Sinopharm– para entrar en un mercado al que otras grandes farmacéuticas ponen más reparos. De momento, Zimbabue ya ha anunciado que recibirá 200.000 dosis gratuitas del gigante asiático, algo que ha merecido el elogio del presidente zimbabuense, Emmerson Mnangagwa: “Este gesto certifica que China es un verdadero amigo de Zimbabue”.

Más allá de los intereses implícitos y explícitos de estos vínculos, lo que sí ha logrado un país africano, Marruecos, es avanzar de forma significativa en la vacunación. Ha administrado un millón de dosis en un tiempo récord. Era la cifra que anunciaba el diario Le Desk el pasado 12 de febrero, por lo que el número se ha quedado ya muy por debajo. Eso sí, con Mohamed VI a la cabeza, sin discusión. Para conseguirlo, en el país norteafricano también están tirando del amigo chino. Sinopharm ha enviado a Rabat 500.000 dosis, una cantidad que queda, no obstante, muy por debajo de la de otra de las estrellas de este baile farmacéutico, AstraZeneca, que ha enviado dos millones. 

El objetivo, como en cualquier parte del mundo, pasa por frenar el avance de una pandemia cuya segunda ola en África está siendo mucho más virulenta que la primera. Aunque los casos apenas suponen un porcentaje muy pequeño de los fallecidos y contagiados globales, en estas últimas semanas se ha superado una barrera psicológica, la de los 100.000 muertos. Por aterrizar este dato, y volviendo a Zimbabue, más del 70% de los infectados en el país se han registrado en este período.

En el inestable equilibrio entre el cuidado de la salud y la atención a la economía ha entrado la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala, que se ha convertido en la primera africana en presidir la Organización Mundial del Comercio. En su toma de posesión ya señaló que una de sus prioridades será trabajar para minimizar los devastadores efectos de la pandemia. Okonjo-Iweala tiene cierto bagaje en este campo, ya que el pasado mes de julio fue nombrada enviada especial de la Unión Africana en la lucha contra el coronavirus en el continente.

Y, para cerrar, cómo no hablar de Jasiri, Shujaa y Tumaini. Fabricados en China, pero donados por Japón, estos tres robots -desinfectan y monitorizan el aeropuerto internacional de Nairobi (Kenia) y a los pasajeros que se encuentran en tránsito. Quién sabe si seguirán siendo solo un instrumento para frenar la pandemia o se convertirán en los mejores amigos del hombre. De momento, su DNI ya deja claro dónde “nacieron”.

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