Por la Estación Espacial Internacional han pasado 240 astronautas que han contemplado la Tierra desde 418 kilómetros de altura

El apartamento con mejores vistas del mundo cumple sus primeros 20 años

photo_camera PHOTO/NASA - La Estación Espacial Internacional cuenta con una cúpula panorámica de 360º que permite la contemplación de la tierra y la vigilancia de las estructuras del complejo orbital. En la imagen, la astronauta italiana Samantha Cristoforetti.

Tiene las mejores vistas panorámicas que se puedan imaginar. Lo pueden confirmar un total de 240 hombres y mujeres de 19 nacionalidades distintas, que se han alternado en su ocupación por periodos de tres a seis meses. Todos ellos han tenido que ampliar las instalaciones que les han dado refugio y mantenerlas en condiciones de uso. A cambio, han gozado del privilegio de contemplar el Planeta Azul a una velocidad superior a los 27.000 kilómetros por hora y ver salir y ponerse el Sol cada 90 minutos, nada menos que 16 veces cada 24 horas.

Es la Estación Espacial Internacional o ISS ‒acrónimo de International Space Station‒, el mayor puzle de todos los tiempos construido en el espacio y habitado desde que sus tres primeros moradores arribaron el 2 de noviembre de 2000. Proyecto de cooperación intergubernamental entre las agencias espaciales de Estados Unidos (NASA), Rusia (Roscosmos), Japón (JAXA), Canadá (CSA) y la Agencia Espacial Europea (ESA), de la que forma parte España, tiene el mérito político de no haberse visto nunca empañada por las crisis y enfrentamientos entre Washington y Moscú.

Sus inquilinos llegan sin ningún contrato de alquiler en la mano, pero disponen de documentos oficiales que les autorizan para vivir, comer, dormir y, sobre todo, trabajar a bordo en experimentos. Una de sus labores más incomodas, pero imprescindibles, son los paseos espaciales. Oficialmente denominados actividades extravehiculares o EVA, en su mayoría son para efectuar tareas de sostenimiento del complejo orbital o funciones de ampliación de su complicada estructura. Ya se han realizado cerca de 250 EVA, en su mayor parte a cargo de norteamericanos y rusos. Christina Koch y Jessica Meir fueron las dos primeras mujeres en salir al exterior, en octubre de 2019.

Las actividades extravehiculares son necesarias para añadir nuevas estructuras o cambiarlas de posición. Ya se han realizado cerca de 250 EVA, en su mayor parte por astronautas norteamericanos y rusos

La última en alcanzar la ISS ha sido la Expedición 64, integrada por los rusos Serguei Ryzhikov y Serguei Kud-Sverchkov y la norteamericana Kathleen Rubins, que están a bordo desde el 14 de octubre pasado para una estancia de 6 meses. Junto a los tres compañeros que les esperaban, se alojan en un recinto modular interconectado de unos 110 metros de largo y 50 de anchura cuya parte habitables principal son ocho cilindros presurizados. Para que funcionen todos los equipos a bordo cuenta con numerosos paneles solares que proporcionan alrededor de 240 kilowatios de electricidad. Cuatro de ellos de una longitud equivalente a la de un gran avión de pasajeros Airbus A-380.

De los 240 inquilinos que han pasado por allí, 151 han sido norteamericanos ‒entre ellos, 28 mujeres‒, por algo la NASA es el mayor contribuyente del proyecto. Le siguen en importancia los rusos ‒47 varones y una mujer‒, japoneses ‒8 hombres y una mujer‒ y canadienses, con 7 varones y una mujer.

Los europeos suman 18 personas, menos de la mitad que los rusos. La mayoría son italianos ‒4 hombres y una mujer‒, franceses ‒3 hombres y una mujer‒ y alemanes, con 3 varones. Bélgica, Dinamarca, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y España han enviado un astronauta cada uno, que en el caso español fue Pedro Duque, actual ministro de Ciencia e Innovación, que en octubre de 2003 pasó 10 días a bordo en la misión Cervantes.

Repletos de equipos y ordenadores, las tripulaciones permanentes de seis astronautas ejercen su actividad diaria en los laboratorios. En ellos se ensaya con experimentos y materiales para comprobar su capacidad de supervivencia o resistencia bajo condiciones de microgravedad
Un empeño del presidente Ronald Reagan

Otras naciones también han querido que uno de sus connacionales viera el mundo desde muy arriba, como Brasil, Emiratos, Kazajistán, Malasia y Sudáfrica. En resumen, 206 hombres y 34 mujeres que allí arriba tienen que practicar un mínimo de dos horas diarias de ejercicios físicos para compensar la pérdida de masa ósea y muscular que sufren en órbita. La NASA cuantifica que su construcción y funcionamiento exige una inversión total superior a los 100.000 millones de euros, pero que ya se estima que alcanzará los 150.000 millones. La contribución europea está valorada por el momento en unos 8.000 millones.

Los diferentes módulos que constituyen la ISS sirven de refugio a los astronautas que la habitan y a sus compañeros cosmonautas, la designación que emplean los rusos para denominar a sus viajeros por el cosmos. En tripulaciones permanentes de seis personas, ‒que en situaciones críticas se reducen a tres‒, desarrollan su actividad en los laboratorios en donde ensayan con ellos mismos, otros seres vivos y materiales para comprobar su capacidad de supervivencia o resistencia bajo la práctica ausencia de gravedad, lo que se conoce como micro gravedad.

La mayor estructura fabricada por los seres humanos y emplazada en la órbita de la Tierra a unos 418 kilómetros de altura, la misma distancia por autovía entre Madrid y Badajoz o Castellón de la Plana, la ISS está conformada por ocho módulos cilíndricos presurizados y habitables

Por ejemplo, se investiga la forma de atenuar el comportamiento de las plantas y los fluidos en microgravedad, al igual que el de los objetos que arden y producen llamas en forma de burbuja. También se ha logrado reciclar el 93% del agua que se utiliza en la ISS y así reducir la dependencia de su transporte desde tierra. En total, más de 4.000 investigadores de un centenar de países han realizado más de 3.000 experimentos, un tercio de los cuales han regresado a tierra para que sus promotores puedan verificar los resultados.

La ISS fue fruto de la imaginación de la Administración Reagan. El actor de Hollywood llegado a presidente en enero de 1981 anunció en 1984 su deseo de construir una gran estación espacial a la que denominó Freedom. Estados Unidos buscó y obtuvo la cooperación internacional de sus incondicionales y tras diversos reconfiguraciones de la idea inicial y de cambiar de nombre, la Rusia de Boris Yeltsin aceptó formar parte del proyecto a pesar de su hundimiento económico.

El astronauta belga Frank de Winne en una de sus sesiones diarias de dos horas para mantener sanos sus huesos y músculos, al igual que deben practicar todos los astronautas de la ISS

El acuerdo se firmó en enero de 1998, lo que permitió al Kremlin aportar su amplia experiencia en las estaciones espaciales Salyut y Mir, esta última desorbitada y destruida en marzo de 2001. La construcción de la ISS se inició en noviembre de 1998, cuando la primera pieza del puzle espacial, el módulo de control ruso Zarya ‒amanecer en español‒, fue enviado a la órbita por un lanzador ruso Protón. 

Paso a paso se han ido acoplando las diferentes piezas e interconexiones del armazón que sujeta los módulos de trabajo de los astronautas, que según la NASA pesan en total unas 420 toneladas: el laboratorio norteamericano Destiny (2001) y el esférico expandible Bigelow (2016); los rusos Zvezda (2000), Poisk (2009) y Rassvet (2010); el japonés Kibo (2008); el brazo robótico canadiense Canadarm2; el europeo Columbus (2008), la ventana panorámica de 360º Cupola (2010) y el italiano Leonardo (2011). Ocho puntos de amarre permiten el atraque de otras tantas capsulas espaciales de Rusia, Japón, Europa y de Estados Unidos, de las que varias tripuladas permanecen fijadas a la ISS para evacuar a los inquilinos en caso de emergencias.

El hoy ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, permaneció días en la ISS a finales de 2003. Antes había viajado al espacio durante nueve días de octubre de 1998 en el transbordador espacial norteamericano Discovery
Hasta 2024 o más allá

La ISS está situada en la denominada órbita baja de la Tierra, a unos 418 kilómetros de altura, aproximadamente la misma distancia por autovía que separa a Madrid de Badajoz o Castellón de la Plana. La odisea comenzó cuando la cápsula espacial rusa Soyuz TM-31 que transportaba a los cosmonautas Yuri Gidzenko y Sergei Krikalev y al astronauta norteamericano Bill Shepherd se acopló al módulo ruso Zvezda, una de los tres estructuras que el 2 de noviembre de 2000 formaban la incipiente ISS. 

Desde esa fecha, el complejo orbital ha estado habitado de forma continua, lo que es toda una proeza en un proyecto que tardó muchos años en salir de los tableros de dibujo de la NASA hasta comenzar a hacerse realidad. Superados los primeros 20 años de ocupación, todavía es una incógnita cuánto tiempo permanecerá en órbita con astronautas en su interior. El Congreso de Estados Unidos ha dado su visto bueno para que seguir financiando el proyecto y enviando astronautas hasta el año 2024, pero resulta muy dudoso que autorice a la NASA para que la ISS continúe habitada otras dos décadas, hasta 2040.

Un astronauta se acerca a uno de los grandes paneles solares generadores de energía para solventar un desgarro en sus delicadas y finas láminas que impide su normal funcionamiento

La poderosa Agencia que desde abril de 2018 pilota Jim Bridenstine, de 45 años, pretende pasar de forma gradual de contar con un único complejo intergubernamental como es la ISS a apoyar la construcción de estaciones espaciales financiadas por la iniciativa privada, con la NASA como uno de sus clientes. Pero ese objetivo no es tarea nada fácil.

A pesar de que la Agencia ha estado animando con ayudas a los proyectos presentados por empresas y particulares durante los últimos años, la demanda de instalaciones comerciales emplazadas en órbita terrestre baja como la ISS presenta enormes dificultades. Y todavía no atrae a los grandes y pequeños inversores a que arriesguen su capital en construir y explotar complejos orbitales. 

Los astronautas a bordo deben someterse de forma regular a controles de sus ojos para evitar sufrir pérdidas de visión. También efectúan ensayos tecnológicos con nuevos equipos que las compañías les envían para su verificación en microgravedad

Según declaraciones de agosto pasado de Phil McAlister, director de programas de vuelos espaciales comerciales de la NASA, “las operaciones en la ISS se eliminarán de forma gradual a medida que entren en servicio estaciones espaciales privadas sostenibles”. En su opinión, la Agencia necesita ahora y en el futuro contar con “un escenario en el que pueda realizar investigaciones humanas, alojar tripulaciones o efectuar desarrollos tecnológicos en condiciones de ausencia de gravedad o de gravedad artificial”.

El espacio sigue siendo un sector que requiere muy elevadas inversiones, lo que significa que los gobiernos deben involucrarse para hacer frente a los grandes desafíos, como es el caso de construir y explotar una estación espacial o explorar el cosmos. Los ingenieros de la NASA aún no han llegado a conclusiones definitivas sobre si las estructuras giratorias lineales de gran longitud son la solución para contrarrestar los efectos nocivos de la micro gravedad sobre el cuerpo humano, en especial en los prolongados viajes o estancias interplanetarias, cuyos primeros objetivos son la Luna y después Marte.

Más en Sociedad