Un nuevo atentado contra una mezquita chií deja al menos 12 fallecidos

El Daesh vuelve a golpear en Afganistán

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Un nuevo atentado en una mezquita chií de Afganistán ha acabado con la vida de 12 personas y ha dejado, al menos, 35 heridos. Así lo ha confirmado el director del Hospital regional Abu Ali Sina, Ghousuddin Anwari, quien ha asegurado, además, que 8 de los heridos se encuentran en situación grave.

El atentado, perpetrado por el ISIS-K (la filial del Daesh en Afganistán), se produce en medio de la celebración del Ramadán, el mes sagrado para los musulmanes. De acuerdo con el director provincial de Información y Cultura, Molavi Mohammad Norani, el atentado habría tenido lugar durante el rezo del mediodía en la mezquita chií de la ciudad de Mazar-e-Sharif, capital de la provincia de Balkh. 

Según confirmaron las autoridades locales, “todas las víctimas son fieles chiíes” de la mezquita, convirtiéndose así en la segunda jornada de atentados que se producen en el país afgano contra esta minoría religiosa. En la actualidad, los seguidores del chiismo en Afganistán representan un 9.7% de la población local, en comparación con una amplia mayoría suní. En esta línea, Afganistán alberga una población mayoritariamente musulmana, aproximadamente un 97%. El 3% restante lo conforman un conglomerado de pequeñas minorías de sikhs e hindús. 

Esta sucesión de atentados ha tenido un carácter especialmente religioso ya que los principales enclaves contra los que se ha atentado han sido zonas en las que se encuentra población chií. El primer atentado de esta semana se produjo en dos centros educativos que habrían provocado al menos 6 muertes y 25 heridos en el barrio de la minoría islámica Dashte Barchi, en su mayoría hazaras étnicos seguidores de la rama chií. 

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Sin embargo, activistas de organizaciones humanitarias denuncian que la cifra de muertos es superior, aunque no han ofrecido todavía un balance detallado de las cifras reales. 
Ante esta situación, el relator especial de la ONU en materia de la situación de derechos humanos en Afganistán, Richard Bennet, ha denunciado a través de Twitter, que “la comunidad hazara fue víctima” de la violencia del terrorismo.

A la condena de Bennet se le ha unido organizaciones como Amnistía Internacional, quien ha denunciado que el atentado contra la población civil “pone de manifiesto la violencia que el pueblo afgano sigue sufriendo en su vida cotidiana”. 

No es la primera vez que el ISIS-K ataca contra población chií en Afganistán. El pasado octubre, estos fueron atacados en la provincia de Kunduz, en la meridional de Kandahar, causando entre 60 y 80 fallecidos, además de más de un centenar de heridos.

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Sin embargo, el peor atentado que sufrió la comunidad chií se produjo el pasado mayo cuando un ataque perpetrado contra una escuela de niñas dejó, al menos 110 muertos, siendo en su mayoría niñas y adolescentes. A esta cifra le siguen 290 heridos como consecuencia de las explosiones. 

A esta situación se le une además las prohibiciones que los talibanes han impuesto a las niñas tras cerrar los institutos femeninos. Hoy se cumplen 216 días desde el cierre de los centros educativos destinados a las niñas en Afganistán, una situación que ha sido denunciada por la ONU y por múltiples organizaciones humanitarias, pero que no ha conseguido devolver a las niñas el derecho a estudiar y formarse.

Afganistán atraviesa una situación convulsa y volátil. A las restrictivas políticas del gobierno talibán se le une los atentados que el ISIS-K ejecuta contra la población civil. Desde que los talibanes accedieron al poder tras la retirada de las tropas occidentales como consecuencia de los acuerdos de Doha, Afganistán se ha sumido en un círculo de inseguridad y represión que no ha dejado de sucederse.

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Días antes de la retirada total de las tropas el ISIS-K protagonizó un atentado contra el aeropuerto de Kabul, dejando con este ataque cientos de fallecidos. Desde ese momento la filial del Daesh protagonizan una suerte de enfrentamientos contra los talibanes, enemigos de los terroristas y contra la propia población civil en ese intento de tratar de difundir su terror a través de la violencia más cruel.

El escenario no es alentador. La inseguridad ha crecido en el país, aprovechando ese vacío que ha dejado Occidente en el país. Los talibanes no se están mostrando efectivos en la lucha contra el terrorismo a la que prometieron contribuir. A pesar de que tanto los talibanes como los integrantes de la filial terrorista son enemigos acérrimos, los insurgentes no estarían tomando medidas para tratar de atajar esta problemática que contribuye a la inseguridad y al caos.

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De toda esta situación las principales víctimas son los civiles. Sumada esta inseguridad a la crisis alimentaria, la población afgana trata de resistir y hacerse escuchar en un panorama geopolítico que cuenta en la actualidad con varias amenazas que están desestabilizando el orden mundial tal y como lo conocíamos, como ha sido la reciente invasión rusa sobre Ucrania.

El terrorismo sin duda sigue siendo una amenaza a nivel mundial. Además del terrorismo interno de Afganistán, el Sahel se ha convertido en un “avispero” de terroristas que ponen en jaque la prosperidad y el desarrollo de la región, ya de por sí castigada por los conflictos internos y la inseguridad.

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Los riesgos y amenazas globales en este contexto son elevados. En el caso de Afganistán, país que ha sido “abandonado” a la suerte de los talibanes, es uno de los escenarios que mejor demuestra las consecuencias de la diplomacia mal gestionada. Los civiles y en concreto las mujeres han vuelto a retroceder en sus derechos. Su futuro no parece esperanzador y así lo continúan demostrando los ataques contra ellas en el país que dejan de por sí un escenario desolador que no consigue transformarse. 

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