La invasión rusa de Ucrania ha obligado a países históricamente neutrales a revisar su política de no alineación

El fin de la neutralidad en Europa

AP/MINDAUGAS KULBIS - Banderas gigantes de Ucrania y Lituania para protestar contra la invasión rusa de Ucrania durante una celebración de la independencia de Lituania en Vilnius, el sábado 11 de marzo de 2023

El ultranacionalismo de Putin pone en cuestión la política de no alienación.

Europa dice adiós a su neutralidad. La invasión rusa a gran escala de Ucrania, que cuenta ya con su primer aniversario de historia, ha cambiado decididamente el tono de la política europea. Berlín ha roto tabúes sobre su política en defensa, Suecia y Finlandia han pedido su adhesión inmediata a la OTAN y los países bálticos han gobernado con mano de hierro los asuntos referidos a Moscú. Golpe de efecto que ha puesto en entredicho la política neutral de países que históricamente la han secundado.

Los acalorados debates en los parlamentos de Suiza, Austria, Suecia y Finlandia han ido orbitando durante meses en el propio significado del término neutral. Las presiones de los socios europeos bien lo han merecido. “Ante la agresión nadie puede ser neutral. Ser neutral significa estar al lado del agresor. Nadie puede vivir seguro en un mundo donde el uso ilegal de la fuerza está normalizado”. Eran las palabras a tono decidido de Josep Borrell, el Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea. “Hay países que dicen que son neutrales. Con ello están apoyando a Rusia”, apuntaba en otro tanto el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba. Las declaraciones retumbaron en las conciencias europeas.

La mención explícita llevó al Parlamento suizo a crear un debate en septiembre de 2022 para disipar las dudas. “La neutralidad no es un arma rígida, sino un instrumento de política exterior, de seguridad y economía, que debe adaptarse al clima político general”, matizó el Departamento Federal de Asuntos Exteriores. La pequeña confederación alpina tiene muy claro quién es el agresor y quién es la víctima, y así lo demostró el Consejo Federal suizo al sumarse a las sanciones al inicio del conflicto, pero enviar armas al Ejército ucraniano es un paso de mayor calibre.

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Y es que la paradoja de Suiza la condena a tomar partido en situaciones como ésta. El país posee uno de los lobbys más grandes de fabricación de armas, pero no puede suministrarlas directamente a un país en guerra. Por esta razón tuvieron que re-exportar las municiones de los Gepard alemanes que enviaron a Ucrania y que se quedaron sin munición.

En todo caso, la cuestión de enviar o no munición a las tropas de Zelenski es un asunto que todavía precisa de una decisión final y de probablemente de un referéndum para hacer los cambios legislativos necesarios. Por el momento, el presidente de la confederación, Alain Berset, del Partido Socialista Suizo, lo tiene claro: “La posición del gobierno es clara. También corresponde a mi posición personal. Las armas suizas no deben usarse en las guerras”. La derecha, que ocupa el mayor bloque de escaños en el parlamento, apuesta por más acciones contra Rusia.

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¿Qué pasa con los otros países neutrales de Europa?

“Nuestra posición de seguridad es ridiculizada internacionalmente por algunos y percibida como débil por otros”, sopesaba el canciller austriaco, Karl Nehammer. Sin quererlo, no dejaba de ser un anuncio que iguala a Austria con los demás países neutrales europeos que comparten este artículo en su Constitución: Irlanda, Serbia, Moldavia, Liechtenstein, Malta y Chipre.

Austria ha acogido a miles de refugiados ucranianos que han dado constancia de la agresividad de la invasión. Pero a un año de guerra, cuando los aliados occidentales reafirmaron su compromiso con Kiev y aumentaron las sanciones contra Moscú, Nehammer reiteró su postura neutral que trata de cambiar una minoría cada vez más activa en el país. En una carta abierta, políticos, militares y exdiplomáticos instaron a Viena a considerar décadas de no alienación. El canciller respondió sin tapujos: “la neutralidad austriaca es una política de paz en acción, es una neutralidad defensiva”. Tal y como recoge Financial Times, el discurso fue abucheado por la oposición y observado desde la tribuna pública por diplomáticos ucranianos. El debate está sobre la mesa.

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La situación es distinta para Moldavia. Además de fronteras comunes, el país comparte con Ucrania las amenazas de Rusia, las continuas violaciones del espacio aéreo y una guerra híbrida a través de la desinformación del Kremlin. Por el momento, no se teme una “amenaza militar inminente” de Moscú, pero Chisináu se mantiene alerta. La presidenta moldava, Maia Sandu, no ha dejado de pedir ayuda a Occidente para cambiar esta amenaza. “Necesitamos apoyo para modernizar nuestra seguridad y control fronterizo. Creo que debemos trabajar juntos y ser más eficientes al abordar la propaganda rusa. Es extremadamente difícil para nosotros tratar ese problema solos”, afirmaba Sandu en la Conferencia de Seguridad de Múnich.

Pero la situación de Moldavia, de nuevo, es distinta. El partido prorruso Shor se ha encargado de alentar protestas para la dimisión de la presidenta y ha hecho correr los rumores de implantar un gobierno títere de Moscú o un asalto ruso a la región separatista de Transnistria, el enclave donde Rusia mantiene una fuerte presencia militar. Estas amenazas inducidas por el Kremlin inducen a que Moldavia abandone su política neutral. “Creo que debemos tener enfoques comunes para combatir la desinformación, la propaganda a favor de la guerra”, defendía Sandu. “Hoy una de las líneas de la propaganda rusa es que la neutralidad significa que el país no debe reforzar su sector de defensa, lo que no tiene ningún sentido. Pero, por desgracia, hay mucha gente que tiene miedo a la guerra y se traga este tipo de propaganda”, lamentó.

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Sin embargo, dejar atrás la neutralidad es algo que está sobre la mesa. La presidenta moldava reconoció que ahora no es momento cambiar esta política, pero afirmó que Moldavia “debe formar parte de la nueva arquitectura de seguridad europea”. Suecia y Finlandia, que comparten los mismos temores, ya han dado el primer paso.

Suecia y Finlandia: punto y final a su neutralidad

Hay un camino abierto en dejar atrás la política de no alineación. Para suecos y finlandeses entrar en la OTAN es un tema que siempre ha estado sobre la mesa, pero la invasión rusa de Ucrania y las amenazas de Moscú despejaron todas las dudas. Y más, con el suculento mensaje del presidente estadounidense, Joe Biden, en la primera semana de invasión ucraniana que ha repetido desde entonces: “Defenderemos cada centímetro del territorio de la OTAN”.

El mensaje iba dirigido a los países bálticos, miembros de la Alianza, por su cercanía a Rusia ante el temor de que Putin no se detenga sólo en Ucrania, pero Finlandia y Suecia también vieron las orejas del lobo ruso y aceleraron los planes de adhesión. La opinión pública así avalaba.

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“Hace sólo dos años todo el mundo discutía si debíamos entrar o no en la OTAN, e incluso los partidarios de la adhesión pensaban que aún no era un tema de actualidad y que sólo lo sería en el futuro. Con la invasión de Ucrania, el Gobierno y todos los finlandeses estaban a favor de la adhesión y pensaban que era evidente”, comenta Emilia Taimen, estudiante de Historia Política en la Universidad de Helsinki, en una conversación con este medio.

“Finlandia finalmente ha despertado de las edades de finlandización”, comenta el estudiante finlandés Kasper Kankkunen a Atalayar, refiriéndose a ese último término como la forma que Occidente se refería a la neutralidad de Finlandia durante la Guerra Fría. Y vaya si rompió esta política. Fue en la cumbre de la OTAN en Madrid, el 29 y 30 de junio de 2022, cuando los dos países nórdicos abandonaban su estatus histórico de neutralidad al solicitar su ingreso en la Alianza Atlántica.

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Además de su adhesión a la OTAN, Finlandia ya ha puesto en marcha otra política de protección en su política exterior: el muro que han comenzado a levantar en su frontera con Rusia. Como una prueba que se extenderá en los más de 1.340 kilómetros de línea fronteriza, Helsinki quiere hacer frente así a la masiva migración de rusos que escapan del servicio militar obligatorio, esas reservas del Kremlin para su guerra en Ucrania.

Los países bálticos: una historia de precedentes

“Una lección de esta guerra es que deberíamos haber escuchado a quienes conocen a Putin”, dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en referencia a los países bálticos. Estonia, Letonia y Lituania, encajadas entre las fronteras rusas, la región de Kaliningrado y Bielorrusia, conocen bien los caballos de Troya de Moscú.

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Los países ingresaron en la OTAN y en la Unión Europa ante las amenazas constantes de Rusia. De hecho, avisaron durante años del expansionismo de Putin hasta que se hizo realidad con la invasión de Ucrania. “Acepto disculpas ahora aquí por todas las tonterías condescendientes de los europeos occidentales que tuve que escuchar durante 31 años diciéndome que los estonios estábamos paranoicos sobre el comportamiento ruso”, publicaba entonces en Twitter Toomas Hendrik, el quera fue presidente de Estonia entre 2006 y 2016.

A tiempo pasado, sorprende ver las advertencias sobre el deseo del ultranacionalismo de Putin de intentar recuperar áreas de la extinta Unión Soviética. Ahora se cumple un año del peor de estos escenarios con una invasión a gran escala de quien comparte fronteras con Moscú. Un contexto inédito desde la Segunda Guerra Mundial que ya ha llevado a los países no alineados a revisar su política de neutralidad. Medidas históricas ante el nuevo fantasma que recorre Europa. 

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