La efectividad con la que Europa se enfrentó al coronavirus supuso un cortafuegos frente a la amenaza que la pandemia supuso para la economía. Dos años y medio después, la deuda contraída en tiempos de la emergencia sanitaria ha situado a la mayoría de los países europeos al borde del precipicio. El crecimiento disparado de los precios y las subidas de los tipos de interés para frenar la inflación suponen un riesgo de desestabilización política y económica, amen de la fiscal, en países como Grecia, Italia, Portugal y España. E incluso Francia.
La estrategia adoptada por los países ante el coronavirus se centró en la protección de los sectores de la economía. Para conseguir este objetivo de la forma más factible, los bancos centrales inundaron de dinero el mercado. Los tipos de interés se encontraban ya en niveles negativos, por lo que los esfuerzos para proteger la economía y los sistemas de salud constituyeron una medida al alcance de todos los Gobiernos.
Pero de aquellos polvos, estos lodos. En estos momentos, Europa afronta una crisis de deuda sin precedentes. El endeudamiento de Grecia alcanza el 193% del producto interior bruto (PIB), el de Italia se sitúa en el 151%, el de Portugal alcanza el 127% y el de España llega al 118%, según datos de Statista.
En los años noventa, Europa fijó cuatro reglas de ortodoxia, una de las cuales era el límite de deuda del 60% del PIB. Ahora, ni siquiera los grandes países más ortodoxos cumplen con este objetivo. Francia tiene el 113%, Bélgica el 108% y Austria el 83%. Alemania cuenta con una deuda del 69,3% del PIB. Nadie cumple. Ni cumplirá en muchos años.
La manera más efectiva de reducir la relación deuda sobre PIB es a través del crecimiento económico, porque el denominador aumenta y la ratio disminuye. Pero la invasión de Ucrania está cercenando las opciones de recuperación de las economías.
Este escenario se ha agravado con la fuerte subida de la inflación. El exceso de dinero en los mercados europeo y estadounidense, al no haber retirado el exceso de dinero los bancos centrales, despertó el fantasma de la inflación el año pasado. La guerra ha disparado los costes de la energía, así como de los alimentos. Todo ello ha conducido la Reserva Federal a subir los tipos de interés en dos ocasiones, por un total de 1,25 puntos y los expertos auguran tres incrementos más en el precio del dinero en lo que resta de año. El Banco Central Europeo comenzará también a subir los tipos el próximo mes de julio.
La deuda española se redujo al 118,4% del PIB en 2021, hasta situarse en los 1,427 billones de euros. El problema de este endeudamiento es que en el momento actual de subida de tipos, su mantenimiento va a suponer un incremento de gastos presupuestarios y una menor disponibilidad de ingresos para servicios como la educación y la sanidad.
Las necesidades de emisión del Tesoro público español cada año suelen ser de un cuarto de billón de euros, por lo que cada punto de subida de los tipos de interés equivale a unos 2.500 millones de euros de costes añadidos. Si el dinero se encarece dos puntos, hay que pagar 5.000 millones más.