La inestabilidad política que ha paralizado el país durante los últimos años, así como la creciente presencia de mercenarios del Grupo Wagner, complican el aumento de producción y de exportación del gas libio

El Grupo Wagner en Libia: un problema añadido para la exportación de gas a Europa

photo_camera REUTERS/ISMAIL ZITOUNY - Vista del complejo petrolero y gasístico de Mellitah, a 100km al oeste de Trípoli, Libia

La presencia de los mercenarios en suelo libio ha sido una realidad que, prácticamente desde el comienzo de la primera guerra civil, en el año 2011, ha marcado el devenir del país norteafricano. Sin embargo, el comienzo de la “operación militar especial” rusa en Ucrania, en febrero de este año 2022, ha supuesto un antes y un después en lo que a los mercenarios adscritos al Grupo Wagner se refiere. Una empresa rusa cuyo objetivo no es otro que consolidar la presencia de Moscú en el continente, y trabajar por defender los intereses del gigante euroasiático. 

Y la producción y exportación de gas libio no escapan a estos intereses. La guerra en el este de Europa ha puesto sobre la mesa la vulnerabilidad energética del viejo continente, y mientras los Veintisiete enfrentan la cuenta atrás de un invierno sin grandes reservas gasísticas, Libia parece estar fuera de las opciones para sustituir los suministros rusos. Algo que se explica con la presencia de estos mercenarios de Wagner en localizaciones muy cercanas a los pozos de gas en la región oriental del país. 

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Y es que los dos principales campos de extracción de gas libios se encuentran ubicados en territorios controlados por el Grupo Wagner, o por sus socios y aliados locales, como el mariscal Jalifa Haftar, al este del país. Así, el campo al-Wafa, 500 kilómetros al suroeste de la capital libia Trípoli y cercano a la frontera con Argelia, y el campo de al-Fargh, próximo a la ciudad oriental de Ajdabiya, con la mayor planta de producción destinada al consumo interno, se encuentran fuera del control central del Gobierno de Unidad Nacional encabezado por Abdel Hamid Dbeibé. 

No obstante, en manos del Gobierno de Dbeibé, en Trípoli, sí que se encuentran los yacimientos de al-Bouri (cuyas reservas, se estima, rozan los 10.000 millones de metros cúbicos) y de Bahr al-Salam, así como los campos marinos ubicados frente a la costa occidental, en el Mediterráneo.

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El yacimiento de al-Wafa, al suroeste del país, es uno de los principales puntos de producción y exportación de gas libio al extranjero a través del gasoducto Green Stream, que conecta el territorio norteafricano con las costas sicilianas, en Italia. Unas infraestructuras que, sumadas a la gran cantidad de reservas de gas del país, y antes de considerar la influencia de Wagner, hicieron pensar que Libia sería una de las grandes alternativas a los suministros de Moscú. Pues, en la actualidad, y a excepción de Argelia, Libia es el único país africano con un gasoducto que conecte ambos continentes, lo que abarataría los precios del gas en comparación con el transporte de Gas Natural Licuado (GNL) a través de barcos, como ya se está haciendo desde EE. UU., Egipto o Nigeria. 

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Además, y pese a que sus exportaciones no superan los 5.000 millones de metros cúbicos anuales de gas –un tan solo un 3,3% de la cantidad exportada por Rusia hacia Europa, y un 10% del total de las exportaciones argelinas al viejo continente – y todas ellas realizadas a través del Green Stream, Libia ocupa el cuarto puesto de países exportadores de gas en toda África. Una posición que ahora parece tambalearse tras el descubrimiento de nuevas reservas y yacimientos gasísticos en Egipto, Mozambique y Mauritania, que –mucho más estables políticamente, y libres de la presencia del Grupo Wagner– podrían sustituir el papel de Trípoli como exportador a Europa.

La inestabilidad política y social que asola al país es otro de los motivos por los que la comunidad europea no ha terminado de depositar su confianza –en términos energéticos – sobre Libia. Aunque el territorio norteafricano incrementase su producción total de gas entre 2020, año en que se firmó el alto el fuego entre las facciones del este y del oeste, y 2021, lo cierto es que este aumento fue muy ligero, pasando de 12.100 millones de metros cúbicos anuales, a 12.400 millones

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Sin embargo, el cierre y bloqueo de los yacimientos petroleros y gasísticos ha sido casi una constante desde el comienzo de los enfrentamientos entre el Gobierno occidental de Dbeibé, y el bando oriental de Haftar y del Parlamento de Tobruk, que rechaza la extensión del mandato de Dbeibé como primer ministro. Estos yacimientos se han utilizado, en muchas ocasiones, como moneda de cambio y elemento de presión contra el Gobierno de Unidad Nacional, obligando a poner en riesgo las exportaciones al exterior para poder hacer frente al consumo interno libio. 

Por todo ello, y mientras las cifras de producción y exportación no sean capaces de aumentar –algo complicado, a la vista de unas instalaciones bastante deterioradas y de unas escasas inversiones extranjeras –, y mientras no se encuentre una solución al conflicto político interno, el papel de Libia como suministrador de gas a nivel mundial seguirá, por varios años, en un segundo plano de la escena internacional. 

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