El brazo paramilitar del Kremlin utiliza a antiguos combatientes de élite afganos refugiados en Irán

El Grupo Wagner recluta a exmilitares afganos para combatir en Ucrania

photo_camera AP/RAHMAT GUL - Comandos del ejército afgano asisten a su ceremonia de graduación tras un programa de entrenamiento de tres meses y medio, en el Centro de Entrenamiento de Comandos en las afueras de Kabul, Afganistán

Estados Unidos destinó en dos décadas más de 83.000 millones de dólares en armas, equipos y formación a las fuerzas de seguridad de Afganistán. Reconstruyó el Ejército afgano a imagen y semejanza del suyo para convertirlo en un dique de contención contra los talibanes que tuviera la capacidad de operar en solitario, de forma independiente y sin la necesidad de recibir apoyo externo. Pero los denodados esfuerzos de Washington y sus aliados occidentales fueron en balde. El precario aparato de seguridad afgano se vino abajo en cuestión de tres meses, el tiempo transcurrido entre el levantamiento en armas de los insurgentes en la provincia de Kandahar hasta la caída de Kabul en sus manos en agosto de 2021. 

El fracaso estratégico de Estados Unidos en Afganistán puede pasar factura a Ucrania. Un gran número de soldados afganos que combatieron del lado de las tropas estadounidenses está siendo reclutado por el Grupo Wagner, el brazo paramilitar del Kremlin que encabeza las principales ofensivas contra el Ejército ucraniano en el este del país, concretamente en las localidades de Bajmut y Soledar. La compañía militar privada, dirigida por el oligarca Yevgueni Prigozhin, contactó hace unas semanas con más de un centenar de antiguos miembros del Cuerpo de Comandos de élite del Ejército Nacional de Afganistán, exiliados en Irán, para que integrasen sus filas. Muchos han aceptado.

Fotografía  de archivo, el empresario Yevgeny Prigozhin, a la izquierda, muestra al presidente de Rusia, Vladimir Putin, su instalación que produce comidas escolares en las afueras de San Petersburgo, Rusia

Wagner les ofrece un salario mensual de 1.500 dólares y refugio para sus familias a cambio de defender los intereses de Rusia en el campo de batalla. Irán, que con sus envíos de drones Sahed e instructores de la Guardia Revolucionaria Islámica al Ejército ruso se ha convertido en el mayor socio militar del Kremlin durante la invasión, amenaza a los exmilitares con deportarlos —a ellos y sus familias— y devolverlos a Afganistán si no aceptan. Saben que en su país serán perseguidos por los talibanes. Solo tres meses después de la caída de Kabul fueron asesinados o desaparecieron más de 100 antiguos agentes de inteligencia y policías afganos, según Human Rights Watch. 

El miedo no es el único motivo que les empuja en brazos de Wagner. La PMC les ofrece un salario desorbitado para los estándares de la región, además de visados en Irán o Rusia. Es más de lo que les ofrecen Estados Unidos y sus aliados, que les dejaron en tierra tras su caótica retirada. Nadie volvió a rescatarles. Centenares de miles de colaboradores se quedaron en un Afganistán hostil en manos de los talibanes. Un exoficial afgano citado por la revista Foreign Policy dice que la mayoría está “esperando trabajo por 3 o 4 dólares al día en Pakistán o Irán, o por 10 dólares al día en Turquía, y si Wagner o cualquier otro servicio de inteligencia se acerca a un tipo y le ofrece 1.000 dólares por volver a ser un combatiente, no lo rechazará”. 

Wagner organiza el reclutamiento a través de WhatsApp y Signal. Un antiguo comandante del cuerpo de élite afgano, que vivió en Rusia y habla el idioma, ayuda en las labores de persuasión, de acuerdo con el general Abdul Raouf Arghandiwal, un exfuncionario del Ministerio de Defensa afgano citado por Associated Press. Arghandiwal, que fue además comandante del Cuerpo de Ejército de élite 207 Zafar de Herat, explicaba en conversación con AP y Radio Free Europe/Radio Liberty que el plan de Wagner es “reclutar a 1.000 personas en la primera fase y a 1.000 personas en la segunda fase como batallón, y continuar gradualmente este proceso”.

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El brazo paramilitar del Kremlin estaba en contacto con unos 400 antiguos efectivos del Ejército afgano establecidos en Irán, pero se desconoce el número de soldados que han aceptado. Los que se ponen en manos de la compañía militar privada no son trasladados directamente al frente, sino que reciben entrenamiento militar en Rusia durante dos meses, según Arghandiwal. Son conducidos, con toda probabilidad, a la base de Molkin, en el distrito ruso de Krasnodar, en la que opera también la 10ª Brigada Especial Separada del GRU de Rusia, el servicio de inteligencia militar ruso. 

Un portavoz de Prigozhin, conocido como el Chef de Putin, respondió a AP que los intentos de Wagner por reclutar exsoldados afganos eran “una locura sin sentido”. Irán también ha rechazado de plano las informaciones. “Puede haber rumores sobre el uso de fuerzas [afganas] en la guerra de Ucrania, que la República Islámica niega”, trasladó el director de medios de comunicación de la embajada iraní en Kabul, Sayed Abass Badri. Por su parte, el ministro talibán para los refugiados y la repatriación, Khalil Rahman Haqqani, aseguró en diciembre que Teherán está utilizando a antiguos soldados afganos en Ucrania “como ha ocurrido anteriormente en Irak y Siria”. 

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El brazo paramilitar del Kremlin recluta a los enemigos declarados de los talibanes al mismo tiempo que intenta establecer relaciones con un Kabul gobernado desde Kandahar por los fundamentalistas. Rusia no ha reconocido hasta la fecha el Gobierno de los talibanes, como ningún otro Estado, pero apuesta por reforzar sus vínculos comerciales con el autoproclamado Emirato Islámico, de la misma forma que China y Pakistán. Los tres son los únicos países que mantienen delegaciones diplomáticas en Afganistán tras la retirada de las tropas occidentales. 

Los republicanos del Congreso estadounidense impulsaron en agosto —cuando la Cámara baja aún estaba en manos de los demócratas— una investigación para esclarecer la retirada de tropas de Afganistán puesta en marcha por la Administración Biden en la que subrayaban la amenaza que suponían para Estados Unidos las antiguas fuerzas afganas que huyeron a Irán “debido al hecho de que este personal afgano conoce las tácticas, técnicas y procedimientos de la comunidad militar y de inteligencia estadounidense”. El Departamento de Estado sugirió que el reclutamiento de Wagner entre las filas afganas no era sorprendente, sino una práctica habitual de la PMC en otros países.

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