Tregua del movimiento social de protesta, que se vuelca ahora en sensibilizar a la población en materia sanitaria para frenar la epidemia

El Hirak argelino se arremanga contra el coronavirus

photo_camera AFP/ RYAD KRAMDI - Un grupo de manifestantes desfila por las calles de Argel el pasado 18 de febrero en el 56º viernes consecutivo de protestas

“Hemos aparcado las protestas en la calle y nos dedicamos a ayudar y a concienciar”

El Hirak -el movimiento social que protesta desde hace más de 13 meses y medio contra el sistema político argelino y exige la refundación de la República- no ha salido indemne de la crisis del coronavirus y se ha visto obligado a suspender su actividad habitual. Con la imposibilidad de celebrar manifestaciones -este habría sido el 60º viernes de marchas generales, el cuarto sin actividad en la calle- por las medidas de contención en vigor desde el 23 de marzo, el movimiento se ha reinventado, cambiando de estrategia y fines. “Ahora tenemos otra función para con la sociedad: hemos aparcado las protestas en la calle y nos dedicamos a ayudar y a concienciar a la gente sobre cómo actuar en esta crisis de la COVID-19”, explica a Atalayar Soumeya LM, una joven argelina miembro del movimiento residente en Barcelona. 

“La nueva forma de lucha es intentar impedir que la pandemia se expanda en el país”, explica a esta publicación la activista argelina residente en España Narimene Mouaci, de 24 años. “El movimiento de protesta ha sido el primero en confinarse en Argelia”, asevera la estudiante argelina Hanane Semane, que atiende a Atalayar desde la ciudad francesa de Niza. Lo cierto es que, en un primer momento, se abrió un debate en el seno del Hirak sobre cómo proceder ante la nueva situación, pues una parte del movimiento veía en las medidas restrictivas decretadas por las autoridades una manera de hacerles interrumpir bruscamente su actividad. “Nuestros enemigos han aprovechado la situación para cuestionarnos y golpearnos, por ejemplo, con detenciones”, afirma Soumeya, de 27 años. 

Como al resto de países del Magreb, la pandemia de la COVID-19 ha golpeado a Argelia, que es el país de la región más afectado. En el momento del cierre de este texto se contabilizaban 1.666 casos, 235 personas fallecidas y 347 recuperadas. Pero el limitado alcance de las pruebas de detección en amplias zonas del país hace más que probable que el número real de contagiados sea mucho más elevado que el oficial. Las autoridades argelinas anunciaban el pasado día 15 de marzo una batería de medidas de austeridad para hacer frente al impacto económico de la pandemia, cuyo primer corolario ha sido la caída de los precios del petróleo. Los hidrocarburos suponen entre el 90 y el 95% del total del valor de las exportaciones argelinas.

Un varón se hace la prueba de la COVID-19 en un centro médico de la capital argelina el miércoles 26 de febrero de 2020
La prioridad del activismo, combatir al coronavirus

“Al principio fue muy difícil porque muchos no estaban al corriente de lo que pasaba. Todo comenzó con una decisión del gobierno de cerrar las escuelas, pero sin que hubiera habido una gran campaña de sensibilización. Si la gente se hacía una idea era gracias a que los argelinos están conectados con el resto del mundo, especialmente con Francia”, desgrana Semane, de 29 años. “El movimiento ha reaccionado directamente cuando solo había diez casos y uno o dos muertos; hemos sido los primeros en confinarnos”, asegura. “Los estudiantes de medicina y farmacia vinculados al Hirak han liderado estos trabajos de concienciación”, precisa Mouaci, que trabaja desde España en la defensa de los derechos de la mujer y el laicismo en Argelia. 

Desde Tremecén -al noroeste del país-, Otman, empleado del sector público de 27 años y miembro del movimiento en la localidad, atiende a Atalayar para enfatizar que la implicación del Hirak en la sensibilización ante la pandemia había comenzado antes de que Argel decretara el confinamiento: “Los activistas llevan muchos días organizando campañas de concienciación, desinfección y esterilización contra la COVID-19 en los lugares públicos”. En este sentido, algunos grupos están implicándose directamente en la interlocución con empresas locales para que colaboren con la fabricación de materiales sanitarios e higiénicos para su distribución entre los ciudadanos. “La crisis del coronavirus está poniendo en evidencia otro tema pendiente en Argelia para el futuro: la necesidad de tener un sistema sanitario decente, y ahora toca denunciarlo”, explica Mouaci. “Los hospitales argelinos carecen de equipamiento y a nuestro sistema sanitario le va a ser difícil atender al volumen de gente que se puede ver afectada”, teme la joven traductora.

Con todo, el movimiento sigue activo en las redes sociales -así ha sido desde su fundación, cuya fecha oficial es el 16 de febrero de 2019-, donde se debate sobre democracia y libertades, se exhiben fotografías y se difunden los eslóganes habituales y se protesta por detenciones de activistas o periodistas, como ha ocurrido a raíz del encarcelamiento de Khaled Drarerni, director del digital Casbah Tribune y corresponsal de TV5 Monde. Drareni ha sido acusado por la justicia argelina de “incitación a una concentración no armada” y “atentado contra la unidad nacional”, recogía la agencia Efe este miércoles. Además, este lunes se conocía que uno de los líderes del Hirak, Abdelouahab Fersaoui, ha sido condenado en sentencia firme a un año de cárcel por “atentado a la integridad del territorio nacional” e “incitación a la violencia”, recoge el diario argelino Liberté. 

Marcha antigubernamental en la ciudad argelina de Bordj Bou Arreridj, situada a unos 240 kilómetros al este de Argel, el 14 de febrero de 2020
El futuro del Hirak, en el aire

“Hay miedo de perder la calle después de que pase todo esto en un país como Argelia, donde en los últimos meses ha habido conquistas en libertades civiles”, admite Soumeya. “El movimiento social, que es autogestionario en estos momentos y se está dirigiendo desde los domicilios de los activistas, regresará. Aunque no sabemos con qué fuerza”, confiesa Semane. “El movimiento se sigue preparando para la etapa post-epidemia, porque sus reivindicaciones son profundas, se lucha por un cambio radical de funcionamiento de todo el país, y, por lo genuino de su liderazgo y organización, volverá a ponerse en marcha”, asegura desde Argel a esta publicación un auditor financiero de 58 años y activista del Hirak en condición de anonimato. 

“Creo que, pasada esta crisis, pueden ocurrir dos cosas con el Hirak: la primera que el movimiento vuelva con fuerza porque el Gobierno está gestionando mal la situación del coronavirus (la situación de los hospitales es catastrófica) y hay también una crisis económica a causa de los precios del petróleo”, explica Otman desde Tremecén. “La otra es que el sistema aproveche el confinamiento y la pandemia para arreglar cuentas con los activistas”, prosigue el joven. “Pero creo personalmente que después de la pandemia el Hirak volverá con fuerza y mucha gente se unirá a él”, asegura con optimismo. Con el mismo espíritu lo ve Hind T, publicista de 31 años, desde Argel: “Volveremos más fuertes, más numerosos y determinados”. 

“Pienso que el régimen saldrá de todo esto más débil que nunca, mientras se reforzarán las reivindicaciones de cambio radical. Creo que esto pasará porque este episodio de pandemia pondrá, y lo está haciendo ya, en evidencia la incapacidad absoluta del ‘Poder’ actual en la gestión de cualquier tipo de crisis, ya sea sanitaria, social o económica, debido a la ilegitimidad del Ejecutivo y la falta de confianza que tiene una gran parte de la población argelina en él, así como su incapacidad técnica a la hora de hacer una gestión eficiente de la crisis, ya que no está preparado para afrontar tales situaciones. Y esto se nota claramente en las actuaciones del ejecutivo estos últimos días, proponiendo medidas con cuentagotas, demostrando que carece de un plan integral para gestionar la crisis tanto a corto como a medio y largo plazo”, explica a Atalayar el auditor financiero argelino. “El presidente ha perdido una oportunidad maravillosa de ganarse la legitimidad ante el pueblo, porque ha sido la sociedad la que se ha anticipado; ha decidido por una parte quedarse en casa y por otra ayudar comprando de su propio bolsillo materiales para los hospitales que carecen de medios”, señala Hind. 

El presidente argelino Abdelmadjid Tebboune

Entretanto, el Gobierno trata de lidiar como puede con la delicada situación: el presidente Abdelmadjid Tebboune anunciaba el día 15 de marzo una disminución de las importaciones -se espera bajar de 41.000 a 31.000 millones de dólares- y un recorte del gasto público del 30%, aunque prometiendo no tocar pensiones, salarios públicos ni gasto sanitario. “Tanto el ‘desierto sanitario’ argelino como la dependencia de la economía de nuestro país respecto a las exportaciones de hidrocarburos son la consecuencia de 60 años de mala gestión, lo que dificulta aún más la situación actual”, lamenta en una línea similar el citado auditor desde la capital de Argelia. 

Lo cierto es que el cóctel político -el proceso de reforma de la Constitución ha sido también aplazado-, económico y social, con el añadido explosivo de la pandemia, apunta a que el malestar se hará más profundo en Argelia en los próximos meses. El pasado sábado las autoridades del país magrebí decidían prolongar las medidas de confinamiento parcial -con toque de queda diario desde las siete de la tarde a las siete de la mañana- hasta el 19 de abril. De momento, con todo, tregua. “Para ser libres primero tenemos que estar vivos”, resume Mouaci el sentir actual de los miembros y simpatizantes del Hirak, resignado ahora a batirse contra un enemigo mucho más diminuto que la corrupción, la arbitrariedad o la injusticia.  

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